Política

Rabat

Refuerzan los controles en la frontera norte de Ceuta por la presencia de inmigrantes

Las Fuerzas de Seguridad del Estado y la Gendarmería marroquí han incrementado los controles y la vigilancia sobre la frontera norte que separa Ceuta de Marruecos ante la presencia de inmigrantes cerca del vallado.

Las Fuerzas de Seguridad del Estado y la Gendarmería marroquí han incrementado los controles y la vigilancia sobre la frontera norte que separa Ceuta de Marruecos ante la presencia de inmigrantes cerca del vallado.

Según han informado a Efe fuentes policiales, la vigilancia se ha reforzado, aunque no se han especificado el número de efectivos, al apreciar que muchos inmigrantes que intentaban los asaltos por la frontera sur del Tarajal se han desplazado hasta este lugar.

Los inmigrantes subsaharianos se encuentran ocultos en una zona próxima al pueblo de Beliones, situado junto a la frontera con Ceuta y donde viven cerca de un millar de marroquíes.

Los inmigrantes han optado por intentar la entrada por esta frontera, a pesar de la dificultad de los accesos, al considerar que hacerlo por la del Tarajal es ahora más complicado por el despliegue de medios tanto en la parte española como en la marroquí.

La Guardia Civil y la Policía Nacional permanecen en situación de alerta.

Preparando nuevos asaltos desde Tánger

Y es que, varios cameruneses miran la televisión en un apartamento en el barrio de Bujalef en Tánger y se recuperan de las heridas causadas el martes cuando intentaron cruzar la frontera de Ceuta, en el que supuso el mayor asalto en los últimos meses a esta ciudad española.

Ninguno quiere dar su verdadera identidad. David tiene el brazo escayolado, Thomas lleva un parche en la oreja y André se apoya con dificultad en unas muletas para poder caminar, mientras un compañero va haciendo zapping entre los deportes, las telenovelas y las noticias.

En este apartamento de Bujalef, un barrio con una gran concentración de subsaharianos, la decena de hombres que comparte alojamiento revive el momento del asalto del martes y su conversación se intensifica cuando recuerdan los golpes y las heridas.

Alrededor de 600 personas que intentaron cruzar ese día la valla de Ceuta fueron detenidas e introducidas en autobuses que les trasladaron hasta Rabat o, en el peor de los casos, les dejaron en grupos de diez -perdidos, sin dinero y sin teléfonos- en la carretera que conduce a la capital marroquí.

Desde entonces, algunas asociaciones como la Asociación de Luz sobre la Emigración Clandestina en el Magreb (ALECMA) se esfuerzan sin éxito en localizar a estos grupos desperdigados por el país.

Llegados a este punto, el destino y la suerte de muchos de ellos depende en muchos casos del poder de organización de su comunidad.

Uno de los cameruneses más veteranos en Marruecos, que fue trasladado a Rabat y que ya está de vuelta en Tánger, relata cómo a pesar de los percances los miembros de su comunidad, la mayor en el barrio de Bujalef, se sienten respaldados entre ellos gracias a una estricta organización bautizada por algunos como "el Gobierno del orden".

Está jerarquía -extensible a otras ciudades y a otras comunidades- y formada por un presidente (normalmente uno de los más veteranos), vicepresidente y varios adjuntos, les permite ayudarse y vivir su día a día en una relativa paz dentro de la marginación social que sufren desde hace años los inmigrantes en Marruecos.

Además de formar cadenas para prestar ayuda a compañeros arrestados o heridos, el "Gobierno"también tiene poderes para impartir justicia.

"Si molestas a una mujer árabe o creas algún problema te castigan, por ejemplo, limpiando el barrio. Si se ha establecido este sistema gubernamental es porque no queremos problemas con la policía marroquí", afirma un inmigrante.

Los sin papeles, no solo tienen que hacer frente a las vicisitudes diarias con la sociedad marroquí, por lo general bastante racista, y con las autoridades; también deben lidiar los problemas entre ellos, ya que cada comunidad cuenta con sus reglas y en muchas ocasiones mira por sus propios intereses.

Después de la muerte de un ciudadano de Costa de Marfil el pasado 6 de febrero en el suceso ocurrido en la frontera de Ceuta en el que fallecieron 15 personas, los marfileños, con el cansancio añadido debido a los constantes engaños que sufren por parte de falsas mafias, han decidido organizarse de la misma forma que otras comunidades.

Así lo explica Dioula, un joven de 24 años, músico de profesión y que dejó su estudio de grabación en Costa de Marfil a causa de la situación política que atraviesa el país.

"Si un marfileño muere debe haber alguien dispuesto a hablar con su familia", subraya Dioula, que asegura que su comunidad ya no está dispuesta a intentar cruzar en "avalancha"la frontera con Ceuta y prefiere organizarse entre sí y buscar otros medios como el viaje en zodiac, cada vez menos utilizado por el aumento de la seguridad marroquí en las costas en los últimos diez años.

Marfileños y cameruneses coinciden en que no hay una organización específica a la hora de cruzar las fronteras terrestres, a pesar de que a veces el nivel de reagrupación es tal que es fácil prever un asalto.

"Hay veces que un amigo me dice ¡Vamos!, y respondo que estoy cansado y que ya iré otro día", afirma el veterano camerunés que ha intentado cruzar ya unas treinta veces a España, y que sirve de ejemplo de la frustración e incluso de la rutina que supone para estas personas los asaltos.

Porque aunque el problema de la inmigración ilegal en Marruecos toma mayor relevancia en momentos determinados, las mismas historias y testimonios se reproducen de manera exacta desde hace años sin producirse realmente un gran cambio.

El jueves 20 agentes de la Guardia Civil desembarcaron en Ceuta para reforzar la vigilancia en el paso fronterizo, y pronto se sumará un helicóptero, pero nada de eso alterará la determinación de alcanzar España de estas personas que han abandonado sus países por falta de medios de subsistencia o en busca de protección.

"Aunque haya 1.000 helicópteros y a pesar de los muertos seguiremos intentándolo. No hay hombre más testarudo que el negro", concluye un activista camerunés.