Tomás Gómez

Sánchez y sus muñecos

Montero, López, Morant, Alegría... Mueve sus marionetas para que digan lo que él desea

MADRID, 31/05/2023.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, agradece los aplausos de los senadores y diputados del PSOE, junto a la senadora Cristina Narbona (d), el portavoz en el Congreso Patxi López (i), y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a su llegada este miércoles al Congreso de los Diputados para asistir a la reunión que ha convocado para abordar el reto de remontar en las elecciones generales los malos datos del PSOE en las autonómicas y municipales.
MADRID, 31/05/2023.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, agradece los aplausos de los senadores y diputados del PSOE, junto a la senadora Cristina Narbona (d), el portavoz en el Congreso Patxi López (i), y la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, a su llegada este miércoles al Congreso de los Diputados para asistir a la reunión que ha convocado para abordar el reto de remontar en las elecciones generales los malos datos del PSOE en las autonómicas y municipales. MariscalAgencia EFE

No es casualidad que el jefe de gabinete de la Presidencia del Gobierno, Diego Rubio, sea un especialista en el análisis sobre el uso del engaño como herramienta política y social. Su tesis doctoral tiene por título «The Ethics of Deception» («La ética del engaño») y es una investigación completa sobre cómo el engaño puede ser utilizado para mantener el poder.

Pedro Sánchez es perfectamente consciente de con quien se rodea en cada momento, y lo hace de quienes cumplen la función que él necesita en cada momento.

No es extraño que haya socialistas que objeten abiertamente ante el fondo y las formas de hacer política de Sánchez. A cada aspecto de la realidad española, el líder del PSOE construye un relato alternativo que es repetido constante y mecánicamente por los voceros autorizados del Gobierno y la dirección socialista.

María Jesús Montero, Patxi López, Pilar Alegría, Ester Peña o Diana Morant, siempre dispuestos a decir una cosa o su contraria según el argumentario impuesto del día. En un espectáculo como los que ofrecía José Luis Moreno y sus muñecos, Sánchez mueve sus marionetas para que digan lo que él desea. Esta misma semana hemos visto cómo se han lanzado contra Felipe González, después de su entrevista en Onda Cero, con Carlos Alsina.

Con respecto al PSOE también han construido un relato alternativo a la realidad. No es baladí que hablen del viejo PSOE para referirse a exdirigentes socialistas. La idea de trazar que se trata de un enfrentamiento generacional, entre los que construyeron la España de los ochenta y los noventa y ellos, entre los que se incluye Zapatero, que están modernizando el partido, la política y el propio PSOE.

Ese intento de apuntar a una brecha generacional es otra falsedad. Es cierto que en el seno del PSOE existe una ruptura entre dos proyectos políticos muy distintos, pero no se trata del viejo PSOE frente al nuevo, sino del PSOE frente a esa versión adulterada de Podemos que ha implantado Pedro Sánchez bajo las siglas.

La demagogia es algo distinto al populismo. Si bien la primera es común, en alguna medida a todos los partidos y en todos los periodos, el abuso que hacen de ella Moncloa y Ferraz sobrepasa todos los límites.

Justificar la Ley de Amnistía como una herramienta para la convivencia, cuando se trata del pago en efectivo por dormir en el palacio presidencial o culpar al PP del informe de la UCO sobre Cerdán, son botones de muestra del abuso de la demagogia.

El populismo es la otra novedad que Sánchez ha incorporado a las filas socialistas. Utilizó las elecciones primarias como prueba de que los mecanismos de control a las federaciones regionales o el comité federal son un estorbo para que se cumpla la voluntad de los afiliados.

Desde ahí, Sánchez domina absolutamente hasta el último rincón de la organización. Pone y quita líderes autonómicos, como a Tudanca y a Lobato, persigue a García-Page por no mostrar adhesión incondicional e impone a los muñecos que guarda en el camerino, como Óscar López en Madrid, Diana Morant en Valencia o María Jesús Montero en Andalucía.

Sánchez no quiere someterse al escrutinio de los órganos internos, proclamando algo que ya hacía otro populista, Pablo Iglesias, cuando argumentaba que, por encima del pueblo, nada ni nadie.

Un socialista nunca defendería ni practicaría eso, porque su máxima es que por encima de la ley, nadie. El sometimiento de todos a las mismas reglas es la clave del ideario socialista. Sánchez ha roto con ello, por eso fuerza las leyes, cambia el Código Penal, aprueba la Ley de Amnistía, desnaturaliza el Tribunal Constitucional y ataca al poder judicial.

Las siglas PSOE son en realidad «Nuevo Podemos», y por este motivo, muchos socialistas no vamos a votar a Pedro Sánchez y sus muñecos. No se trata solo de la corrupción económica y moral, también ha corrompido políticamente las instituciones. La tarea de los socialistas es apartar a Sánchez de la Moncloa y de la dirección y recuperar al PSOE del populismo y la demagogia. Los militantes también han cambiado durante los diez años de Pedro Sánchez.

Se han incorporado muchos simpatizantes de Podemos, Sumar y de otras facciones, y muchos militantes veteranos padecen el síndrome de Estocolmo, pero el Partido Socialista tiene demasiada historia para que los valores que lo definen no vuelvan a gobernarlo.

No es una rabieta de Felipe González, ni de un grupo de resentidos ni de una generación que se jubiló hace tiempo. Eduardo Madina, Emiliano García-Page, Ignacio Urquizu o Juan Lobato son los primeros que han empezado a hablar, pero hay miles que piensan como ellos. El tiempo de Sánchez ha tocado fin, aunque él no lo quiera ver. Ahora, los militantes socialistas deben decidir si el futuro pasa por seguir siendo Nuevo Podemos o volver a ser el PSOE.