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Castilla y León

«Si hace falta la pagamos, pero salvadle la vida»

La madre de la niña suplicó a Emergencias para que enviaran la ambulancia, según relata la abuela

La Razón
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«Si hace falta la pagamos, pero salvadle la vida». Éstas fueron las palabras de la madre de Anne Ganuza, según contó ayer su abuela, al llamar a las seis de la mañana del lunes al 112 para pedir una ambulancia que trasladara a su hija desde el enclave burgalés de Treviño al hospital de Txagorritxu, en Vitoria, donde la noche anterior le habían dado de alta.

La niña llegó al hospital la mañana del lunes con shock séptico por estreptocococs –un cuadro clínico con alta tasa de mortalidad–, derivado de una varicela, después de que su padre dejara el trabajo en Vitoria para desplazarse a Treviño, a diecisiete kilómetros de la capital alavesa, y llevarla en coche al hospital.

Todo había empezado como una enfermedad común para una niña de tres años. El jueves de la semana pasada su madre la llevó al centro de salud de La Puebla de Arganzón porque tenía fiebre y la diagnosticaron una varicela y la recomendaron reposo en casa.

El viernes, volvieron al centro de salud; la varicela seguía su curso, persistía la fiebre y la recomendación médica fue de nuevo observación y reposo. Transcurrió el sábado con la niña en la cama en su casa y el domingo por la tarde sus padres decidieron llevarla al servicio de urgencias pediátricas del hospital de Txagorritxu en Vitoria, centro de referencia para los vecinos de Treviño, dada su proximidad. Un par de horas después le dieron de alta, porque no tenía fiebre y los granos estaban ya en fase de costra.

Sin embargo, por la mañana, a las seis de la mañana, su madre se despertó al notar que la niña tenía convulsiones.

Allí empezó el calvario, las súplicas para conseguir una ambulancia, y la decisión del médico coordinador de las urgencias del 112 de que acudiera al domicilio de la niña el médico del Centro de Salud de La Puebla de Arganzón. A pesar de las súplicas de la familia, desde emergencias del País Vasco insistieron en que no era posible el envío de una ambulancia medicalizada y se limitaron a explicar a la madre los pasos a seguir para atender a su pequeña, mientras llegaba el vehículo. Eso sí, lo tenía que enviar la Sanidad de Castilla y León. La llamada al padre de la niña, los diecisiete kilómetros para ir a casa y los diecisiete de vuelta con la niña ya seminconsciente fueron demasiado tarde. No fue posible reanimarla.