Opinión

Vencer y convencer

Se aprovechan de una legislación electoral que se tendrá que endurecer para evitar que sea una vía de agua

El pasado 23 de mayo se llevaron a cabo varias detenciones en Melilla por presunto fraude electoral
Agentes de la Policía Nacional participan en una operación en Melilla relacionada con la presunta compra de votos por correoIlies AmarEuropa Press

Melilla y Mojácar son el epicentro de la corrupción electoral, pero no son los únicos casos que se han conocido en estos días. Villanueva de Alcor, Moraleja de Sayago, Bigastro, La Gomera o Mazarrón son otros lugares que tienen el dudoso honor de ser noticia por supuesto fraude electoral. Por coaccionar la voluntad de los ciudadanos y manipular los resultados. Para estos delincuentes, así sin paños calientes, es más importante vencer que convencer. Y para lograr sus objetivos no dudan en pagar, amenazar, prometer suculentas ayudas o sugerir que si no votas a quién tienes que votar las pierdes. Su objetivo son personas con necesidades económicas y poco involucradas en la vida política.

Se aprovechan de una legislación electoral que se tendrá que endurecer para evitar que sea una vía de agua. El Estado de Derecho ha funcionado. La Policía ha hecho su trabajo y la delegada del Gobierno en Melilla ha estado a la altura de lo que se le exige en el cargo. Las Juntas Electorales han hecho el resto y han impedido una vergüenza que pone en entredicho los fundamentos de la democracia y nos llevan por los derroteros de las repúblicas bananeras.

Las formas que han utilizado son ciertamente chuscas. En Melill asede tectóelf estival por una investigación de tráfico de drogas. En Mojácar porque un ciudadano denunció a la Guardia C ivil la extorsión de la que era víctima. En las otras poblaciones las denuncias de otros partidos han evitado la compra de votos a través de instituciones o simplemente de aquellosque trataban de aprovecharse de los mayores que estaban en una residencia.

Ahora tenemos encima de la mesa muchos interrogantes. ¿De dónde sale el dinero? ¿Se deben suspender las elecciones y se deberán repetir? ¿Serán acusados de fraude electoral o también de organización criminal? ¿Se debe cambiar la ley? ¿Por qué no se ha cambiado si estas actuaciones no eran nuevas? En las poblaciones afectadas la cosa parecía un secreto a voces, aunque ahora más de uno se pone de perfil y dice que no sabía nada de nada.

Estos casos han pringado las últimas horas de una campaña cansina y anodina, pero campaña al fin y al cabo para convencer. Y de esto trata la democracia de convencer. Los que tratan solo de vencer nos ondemócratas,s implemente usan la democracia como unk leen ex para satisfacer intereses espurios que nada tienen que ver con la voluntad popular.

Para el PSOE el escándalo es la puntilla a una campaña que el presidente ha nacionalizado quitando el protagonismo a los líderes regionales y los alcaldes. Pedro Sánchez asumió la campaña en primera persona para movilizar a la izquierda y lo de Mojácar es la antítesis, es sinónimo de desmovilización. Ningún partido está exento de tener entre sus filas a corruptos de todo tipo y condición, pero hoy el foco se sitúa en la izquierda. Quizá por esta razón, el PP ha sido cauto, mejor dicho, Feijóo ha sido cauto. Ha lanzado a sus escuderos a la batalla, pero él mismo se ha puesto al pairo centrando su discurso en la reforma del sistema de voto para garantizar una mayor identificación del ciudadano-votante.

Lo cierto es que lo que está sucediendo no es una generalidad. Son los garbanzos negros que han sido descubiertos por el Estado de Derecho, pero el legislativo tiene una tarea pendiente para cerrar las vías de agua que son aprovechadas por estos desalmados. No es posible que oigamos en estos días que esto que sucede es normal. ¿En serio? Lo peor que nos puede pasar es no querer ver. Que ahora que estamos en campaña nos rasguemos las vestiduras y que el 29 a otra cosa, mariposa. Nuestra democracia goza de buena salud y las elecciones son claras y limpias. No son un amaño, pero hay que cerrar los vacíos legales para que los que quieran vencer, como sea, tengan que convencer.