Estrategia
Vox coquetea en el Congreso con hacer oposición al PP
Opta por la abstención para tumbar algunas propuestas de Feijóo y frenar derrotas socialistas. Las relaciones entre ambos partidos son malas y tampoco están engrasadas en el Parlamento
La izquierda y sus socios independentistas y nacionalistas pagan sus divisiones en cada votación parlamentaria, condicionados por la voluntad del ex presidente de la Generalitat Carles Puigdemont de demostrar que él es quien decide la suerte del Gobierno de coalición. Pero en la derecha también hay fisuras importantes en las relaciones y en la estrategia parlamentaria. La fractura en el bloque de investidura lleva a que en Vox crezca la tentación de coquetear con hacer oposición al PP. Esto exige el disimulo necesario para limitar los daños colaterales, pero exige también ser eficaz a la hora de dar «toques de atención» al partido de Feijóo que redundan en oxígeno para la mayoría de izquierdas.
Desde que comenzó el nuevo curso parlamentario, los de Vox se han abstenido en la moción del PP contra la financiación singular de Cataluña, una postura en la votación que impidió que esta iniciativa saliera adelante contra el criterio de la izquierda y de los independentistas. La táctica es la abstención porque esto hace que no entren dentro del grupo que lidera Pedro Sánchez en el marcado global que queda en el registro de la Cámara, aunque en un apretado marco parlamentario como el actual consiga el mismo efecto que el «no», el de hacer que el bloque de investidura tenga más síes que la derecha.
Los de Abascal facilitaron así que el Gobierno salvase la primera votación en Pleno sobre la financiación autonómica tras su pacto con ERC. Y esta pasada semana también se abstuvieron en el punto de la moción presentada por el PP para que el Gobierno «ponga a disposición de las comunidades autónomas los 18.000 millones de euros de los fondos europeos Next Generation que Moncloa no ha sido capaz de ejecutar hasta la fecha, previo consenso entre el Gobierno y las propias comunidades autónomas, en el marco de la Conferencia Sectorial del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia».
Este último movimiento hay que enlazarlo con la situación de Vox en las comunidades autónomas después de la ruptura de los gobiernos de coalición que mantenía con el PP. Los de Abascal han pasado a la oposición y están dirigidos por Madrid en cada una de sus decisiones, que se toman siguiendo un guion centralizador que solo tiene en cuenta el interés de la cúpula nacional.
Al Gobierno de coalición se le presenta un otoño caliente en el Congreso porque sigue necesitando a todos sus socios, todos los días, y en cada una de las votaciones. Y el mantra del que Moncloa lleva años beneficiándose para forzar los apoyos, lo de que «peor sería si llega la derecha», ha acabado saturando a Junts, y también a otros compañeros de viaje, como Compromís, que por fin toman conciencia, aunque les ha costado tiempo, de que el PSOE les está tomando el pelo abusando del miedo a un Ejecutivo de Feijóo. Los nacionalistas vascos, PNV y EH Bildu, son los que parecen estar menos contrariados por un entorno en el que Sánchez abusa del decreto ley y se ha manejado como si los pactos con sus socios fueran una especie de contrato de adhesión, incumpliendo la mayoría de los acuerdos firmados, especialmente con Junts y con ERC.
En este contexto de tensión entre Sánchez y sus socios, y con la presión añadida de los congresos que celebran ERC y Junts en los próximos meses, el bloque de la derecha está ante la mayor oportunidad que ha tenido hasta ahora en los últimos seis años para doblarle el pulso a Sánchez en las votaciones parlamentarias, contando para ello con ayudas transversales, la de Junts o incluso la del PNV, este último mucho más atado al PSOE por la dependencia que tiene de los socialistas en la estabilidad del Gobierno vasco. Y esto adquiere todavía más relevancia cuando el marco de referencia es una nueva etapa de oposición por parte del PP en la que quiere hacer valer su condición de partido ganador de las últimas elecciones generales, y con más escaños en el Congreso, y mayoría absoluta en el Senado, haciendo uso para ello de una nueva agenda social que quiere conectar con una clase media, más de centro, que está descontenta con el resultado de algunas de las políticas del Gobierno de coalición en temas que les afectan en el día a día, como la vivienda o la conciliación familiar.
La resolución de la incógnita de hasta qué punto Vox colaborará en la ofensiva para doblarle el pulso a Sánchez en el Parlamento, y hacerle perder votaciones, será clave en el resultado de este periodo de sesiones. Las relaciones entre las dos direcciones nacionales son malas, y tampoco están bien engrasadas entre los grupos parlamentarios, aunque haya contactos en el nivel del portavoz del Grupo Popular, Miguel Tellado, que desde su llegada a Madrid de Galicia cogió las riendas de la comunicación con los de Abascal.
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