El desafío independentista

«Yo no seré un florero»

Artadi quería la vicepresidencia, con plenos poderes y competencias en el gabinete presidencial, economía, y ser portavoz. Algo que Puigdemont no aceptó y le obligó a echar el freno

«Yo no seré un florero»
«Yo no seré un florero»larazon

Artadi quería la vicepresidencia, con plenos poderes y competencias en el gabinete presidencial, economía, y ser portavoz. Algo que Puigdemont no aceptó y le obligó a echar el freno.

Elsa Artadi quiere mandar pero no gobernar. Sobre todo si esto último se produce como un auténtico monigote teledirigido. Quienes daban ya por hecho que la rubia políglota iba a ser investida como presidenta de La Generalitat han pinchado en hueso. Tras una semana de forcejeo y mensajes cruzados entre Artadi y el prófugo Carles Puigdemont, ella misma se lo dejó claro en una misiva telefónica que, incluso, mostró a su compañero de escaño en el Parlament, Eduard Pujol. «Lo siento, yo no seré un florero». Un sonoro plantón al fugitivo de Berlín, rechazando de plano sus caprichos que pasaban por despachar a diario cualquier asunto del nuevo Govern liderado por él en el exilio, sin ni siquiera utilizar las dependencias presidenciales del Palau y pactando toda iniciativa, audiencias o resoluciones. Una muestra en toda regla de una presidenta títere, en una mujer de difícil carácter aborrecida por un sector del PDeCAT y los radicales de la CUP, cuya abstención en segunda vuelta es decisiva.

Según fuentes de la negociación, el último envite se produjo el pasado lunes cuando Artadi le hizo llegar a Puigdemont sus condiciones: la Presidencia para un hombre mucho más maleable como Antoni Morral, mejor aceptado por la CUP por su pasado izquierdoso en Iniciativa per Cataluña-Els Verts e independentista en la ANC, y la vicepresidencia para ella con plenos poderes y todas las competencias de gabinete presidencial, economía y portavoz. Algo que el fugitivo no aceptó y que forzó a Elsa Artadi a echar el freno. La situación se complicó todavía más al conocerse que Antoni Morral Berenguer, alcalde de Cerdanyola del Vallés durante siete años, estuvo implicado en dos casos de corrupción. Uno por sobresueldos camuflados en forma de dietas como miembro de la Federación de Municipios de Cataluña, y otro vinculado a concesiones ilegales a algunos empresarios que le obligó a dejar el ayuntamiento por exigencias del PDeCAT, antes Convergència, el mismo partido que ahora puede proponerle y entonces le planteó una moción de censura.

Fue cuando Antoni Morral se acercó a Carme Forcadell, quien le nombró secretario general de la Asamblea Nacional de Cataluña, desde dónde tuvo un gran protagonismo en la organización del referéndum ilegal del 9-N de Artur Mas. Después ingresó en la lista de Junts x Cat en un puesto testimonial que le ha llevado al Parlament tras la renuncia del ex conseller de Interior, Joaquim Forn, ahora en la cárcel. A pesar de su turbio pasado en la Alcaldía de Cerdanyola, con varias denuncias de la Fiscalía Anticorrupción, el prófugo Puigdemont no oculta sus preferencias por Morral como presidente títere, pero la tajante renuncia de Artadi vuelve de nuevo el tablero a sus principios. El hartazgo en el bloque soberanista, sobre todo en un sector del PDeCAT y Esquerra Republicana, es enorme. «Esto ya no se sostiene», advierten dirigentes de ERC, que contaban con un reparto de carteras en el futuro Govern. «Vender la piel del oso antes de tiempo nos ha dejado en el alero», lamentan algunos.

En la decisión de Artadi, según fuentes de su entorno, han pesado varios factores para no quemarse antes de tiempo en un momento tan convulso, mucho menos siendo un monigote a merced de los caprichos de Puigdemont. El rechazo visible de un sector del PDeCAT, partido que abandonó de un portazo antes de las elecciones, y el de los antisistema de la CUP. Y los consejos de su pareja sentimental, Heribert Padrol, un conocido fiscalista que fue Delegado de la Agencia Tributaria en Barcelona bajo mandato del entonces vicepresidente económico del PP Rodrigo Rato, alto cargo de La Generalitat con Artur Mas, diputado de CIU en el Congreso en la legislatura del 2000, y ahora socio de un prestigioso bufete de abogados en la Ciudad Condal. Con tan brillante y variado currículum, Padrol se las sabe todas y parece que así se lo dijo a su chica: «Querida, no es tu momento». Buen consejo para una mujer que ha crecido siempre a la sombra del mejor padrino con tres de alcurnia: Andreu Mas-Collel, Artur Mas y el propio Carles Puigdemont.

Con el culebrón en marcha, y una nueva reunión de Puigdemont en Berlín con sus leales, a los nombres de Ferrán Mascarell, el favorito de Artur Mas, o el alcalde de Mollerussa, Marc Solsona, se une ahora el del vicepresidente primero del Parlament, Josep Costa i Roselló, últimamente muy cercano al prófugo, a quien visitó durante su encierro carcelario en Alemania. Nacido en Santa Eulalia, Ibiza, es un radical soberanista profesor de teoría política en la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona. Diputado de Junts x Cat, es uno de los miembros del núcleo duro de Puigdemont, con quien ha despachado a menudo desde su huida. En caso de que Morrall finalmente se descuelgue por su pasado corrupto, algunos en el PDeCAt y ERC ven a Costa con posibilidades, aunque la última palabra la sigue teniendo Puigdemont con sus constantes vaivenes y decisiones imprevisibles.

Esta tensa situación, con el calendario en contra por la apremiante fecha del 22 de mayo, provoca movimientos de todo tipo. El último, una nutrida cena celebrada el jueves por la noche en un restaurante barcelonés impulsada por varios alcaldes y diputados del PDeCAT, hartos ya de la actitud de Puigdemont. Miembros de la Asociación Catalana de Municipios (ACM), diputados en el Congreso y el Parlament, se reunieron para abordar el desbloqueo, reorientar el partido e incluso forzar la celebración de un congreso extraordinario que clarifique la estrategia. Saturados ya de Puigdemont, anclado en su candidatura y sin resolver aún el nombre de un cuarto aspirante, la mayoría no descarta unas nuevas elecciones ante unas encuestas internas que otorgan a los soberanistas buenos resultados. De momento, el prófugo deshoja la margarita tras la última patochada del Parlament sobre su imposible investidura telemática.