Variedad lingüística
Ni castellano ni portugués: estas son las tres lenguas que se hablan tradicionalmente en Extremadura
Pese a ser desconocidas fuera del territorio, el extremeño o castúo, la fala y el portugués rayano todavía cuentan con una pequeña representación
España es un país rico en diversidad lingüística y cultural. Cada rincón conserva expresiones propias que han sobrevivido durante siglos gracias a la transmisión oral, las costumbres locales y el arraigo de las comunidades a su territorio. En los pueblos más pequeños, donde la vida avanza al ritmo de la tierra y la memoria colectiva se transmite entre generaciones, aún perviven formas de hablar que escapan a los grandes relatos oficiales. Estas lenguas y dialectos no solo son medios de comunicación, sino también vehículos de identidad, historia y pertenencia.
Preservar estas formas de expresión es esencial para mantener viva la pluralidad que define al país. En otras regiones también se enfrentan a retos similares. En Castilla y León el leonés se encuentra en un punto crítico. En Aragón, el aragonés lucha por mantenerse vivo en pequeñas comarcas del Pirineo. En Asturias, el asturleonés o bable resiste con apoyo institucional pero sin una protección legal plena. Todas estas lenguas comparten una misma amenaza: la falta de transmisión generacional y el abandono progresivo por parte de las nuevas generaciones que encuentran en el castellano una herramienta más funcional en su vida diaria.
Las tres lenguas históricas que perviven en Extremadura
En Extremadura también perviven tres lenguas que han acompañado a sus habitantes desde hace siglos. Estas son el extremeño o castúo, la fala y el portugués rayano. Ninguna de ellas es hoy una lengua oficial, pero las tres han sido recientemente reconocidas como bienes de interés cultural. Esta decisión no solo busca protegerlas de la desaparición, sino también darles el lugar que merecen dentro del patrimonio lingüístico de España. No son lenguas modernas ni invenciones recientes. Su existencia está documentada desde hace generaciones y su evolución ha seguido caminos distintos dentro del mismo territorio.
Extremeño o castúo: más de siete siglos de historia
Es una variedad lingüística con profundas raíces en la zona occidental de la comunidad. Su base se encuentra en formas romances que evolucionaron a partir del leonés medieval y que, con el paso del tiempo, incorporaron rasgos del castellano. Fue muy hablado en zonas rurales hasta mediados del siglo XX. Su pérdida de prestigio social y la migración hacia las ciudades favorecieron su progresiva desaparición. Hoy, aunque pocas personas lo dominan de forma natural, hay asociaciones y estudiosos que trabajan para su recuperación a través de la literatura y la educación no formal.
La fala: solamente tres pueblos mantienen la lengua
La fala es quizás la más singular de las tres. Se habla exclusivamente en Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo, tres localidades situadas en el extremo noroeste de Cáceres, en la Sierra de Gata. Esta lengua tiene origen galaico-portugués, pero ha evolucionado de manera aislada, manteniendo rasgos únicos que no se encuentran ni en el gallego ni en el portugués actual. Durante años fue una lengua marginada, hablada solo en casa o en contextos muy locales. Sin embargo, en las últimas décadas ha ganado un renovado interés gracias al orgullo identitario de sus hablantes y al reconocimiento cultural que ha recibido.
Portugués rayano: el nexo entre Portugal y España
El portugués rayano se habla en las comarcas fronterizas con Portugal. Su presencia es el reflejo de siglos de contacto entre pueblos a ambos lados de la raya, como se conoce popularmente la línea fronteriza. Aunque no se trata del portugués estándar, conserva una estructura gramatical y léxica muy próxima a la variedad europea, con influencias fonéticas propias del entorno extremeño. Durante años se usó de forma cotidiana en pueblos donde el comercio y la convivencia con los vecinos portugueses era constante. Hoy sobrevive en expresiones cotidianas, en canciones populares y en la memoria de los más mayores.
El reconocimiento de estas tres lenguas como bienes culturales supone un paso importante hacia su preservación. Pero más allá de la declaración oficial, su futuro dependerá de que vuelvan a formar parte activa de la vida comunitaria. Sin hablantes jóvenes que las incorporen a su día a día, sin espacios donde puedan usarse con naturalidad, el riesgo de desaparición seguirá presente. Extremadura conserva en estas lenguas una parte fundamental de su historia y su diversidad. Su protección no solo es un acto de justicia cultural, sino también una forma de reafirmar el valor de lo local en un mundo cada vez más uniforme.