Educación

“Las nuevas generaciones han de ser conocedoras del Holocausto a través del estudio en bachillerato”

Entrevista con Hugo Egido, autor de la novela sobre cómo se gestó el Holocausto, Memorias de Bastian

“Las nuevas generaciones han de ser conocedoras del Holocausto a través del estudio en bachillerato”
“Las nuevas generaciones han de ser conocedoras del Holocausto a través del estudio en bachillerato”larazon

¿Por qué las voces más experimentadas reclaman al gobierno que los planes de estudio no pasen por alto la filosofía y la historia del siglo XX? El holocausto y todos los nacionalismos que surgieron tras la II Guerra Mundial se hacen indispensables en los planes de estudio para no repetir los errores del pasado.

La historia del siglo XX está llena de enseñanzas para que los estudiantes de hoy, que serán los adultos del mañana, la estudien en profundidad (en el plano de la filosofía y el pensamiento) y no la repitan en sus partes más oscuras como fue el auge de los populismos y nacionalismos que llevaron a la II Guerra Mundia, al Holocausto y a otras situaciones de matanzas masivas como en la Ex-Yogoslavia. La historia se empeña en repetirse y se hace imprescindible que los planes de estudio incidan en no olvidarla. Hablamos con Hugo Egido, autor de la novela Memorias de Bastian (ed. Edhasa) una novela que aborda el tema de la construcción de la solución final (Holocausto) desde mentes instaladas en la violencia e incapacitadas, aparentemente, para distinguir entre el bien y el mal.

-En la película La ola (basada en hechos reales) un profesor de secundaria en un instituto alemán hace un experimento con sus alumnos: les pregunta si creen que el nazismo podría repetirse. Todos dan por sentado que no, que han aprendido de la historia. Sin embargo, el profesor les propone un juego que durará una semana. Formarán parte de un grupo siguiendo las normas de un líder (el profesor) Dicho grupo se caracterizará por ser diferente al resto de la gente, especial y único. Se vestirán todos igual para no mezclarse con los demás y crearán un símbolo (logo), así como un nombre (la ola). En menos de una semana el profesor les demuestra la facilidad con la que ha logrado lavar sus mentes de manera que son capaces hasta de romper con sus familias y amigos. Establece así, en menor escala, el paralelismo con el pueblo alemán que cayó rendido al líder y que lo eligió, recordemos, de manera democrática.

-No he visto la película, pero me encaja bastante con la famosa máxima de Gustave Le Bon (que estudió la psicología de masas) que mantenía que al cohesionarse mucho un grupo se difuminan las virtudes individuales y sus peculiaridades, lo heterogéneo se fusiona en lo homogéneo y, como consecuencia, el Yo deja de existir para crear el Nosotros, que es lo único que ya tiene sentido. Pero también me recuerda un poco al famoso experimento de Stanley Milgram, de principios de los sesenta, cuando intentó medir la disposición de un conjunto heterogéneo de participantes a las órdenes dictadas por la autoridad (en este caso, podría ser el rol del profesor), incluso cuando estas órdenes entren en colisión con nuestro sistema de valores. Con el paso del tiempo se ha criticado la metodología que empleó Milgram, pero los resultados de sus estudios fueron bastante alarmantes. Pueden ser muchas las motivaciones que llevan a los adolescentes a no cuestionar al profesor y seguirlo en todo. Habría que ver los valores del grupo, el contexto familiar y social, las convicciones, la dinámica del grupo, las dinámicas de la sociedad, etc.

-Hay otra película, de Haneke (un maestro retratando la violencia), La cinta blanca, que está ambientada en la Alemania prenazi. La tesis del filme es, como casi siempre en el Premio Principesa de Asturias de las artes (2013), lo violento. Ahí el hilo conductor parece decirnos que: a mayor violencia en el hogar, mayores posibilidades hay de obtener adultos fáciles de convencer por un un personaje como Hiltler.

Hay estudios, dentro del campo de la psicología social, el derecho, la politología, la sociología, que analizan la sociedad expuesta a niveles altos de violencia, como se pueden dar en situaciones de guerra. La pobreza y la desigualdad en la sociedad, como indicadores macroeconómicos, son también importantes formas de violencia, que facilitan mucho más la aceptación por amplias capas de la sociedad, que están en situación de exclusión social, del mensaje populistas. Esas desigualdades me parecen más peligrosas y facilitadoras a la llegada de líderes mesiánicos.

Cartel de la película La Ola (2008)

-Tiene todo el sentido eso que dice, de hecho (y volviendo a la Ola) dentro del grupo hay algunos que no se dejan convencer. Curiosamente proceden de familias muy bien estructuradas donde no hay violencia. ¿Tiene esto algo que ver?

-Cuando tus valores (muchos de ellos se constituyen en el seno de la familia nuclear) colisionan con los que quieren imponerte mediante la violencia, es lógico que sean rechazados. Sobre esto, habría que valorar el nivel de violencia. Si el mismo es extremo, muy coercitivo y que amenaza la propia integridad, entran en juego otros mecanismos y estrategias.

-Usted escribió su novela, Memorias de Bastian, por el preocupante auge de los populismos en Europa. Si no conocemos la historia estamos condenados a repetirla. ¿Qué necesitan aprender nuestros hijos para no caer en esos populismos como el de Hitler?

-Sí, Memorias de Bastian, cuenta una parte muy triste de la historia de Europa. El nazismo, una vez asumida la profundidad de su vileza, del mal que sembró en toda Europa, nos generó una cierta sensación de vacunación frente a él. La germinación de organizaciones supranacionales potentes, que obligasen a los Estados a colaborar o discutir en ellas, como han sido la ONU o la UE, son producto de las dos guerras que asolaron Europa a lo largo del siglo XX. Pensamos que estábamos vacunados contra el nazismo, pero luego llegaron, en la década de los noventa, los horrores de Yugoslavia, de Ruanda, y esa sensación desapareció. Creo que el mejor antídoto contra Hitler son Estados capaces de generar buenos estándares de bienestar e igualdad a sus ciudadanos, con potentes clases medias, buenos niveles educativos, sistemas que cuiden que no haya corrupción en los partidos políticos (los partidos políticos son organizaciones fundamentales en las democracias modernas, ya que trasvasan legitimidad a las instituciones representativas con las que nos gobernamos).

Hanna Arendt, la pensadora judía, dedicó toda su vida a estudiar los totalitarismos

-El concepto de la banalidad del mal, acuñado por Hanna Arendt, habla precisamente de que aquellos individuos, como Eichmann, no eran enfermos mentales, ni siquiera eran especialmente antisemitas, simplemente funcionaban como burócratas, cumplían órdenes. Esto es algo muy peliagudo porque los individuos, forma parte de su aprendizaje, deben aprender a distinguir el bien del mal. Y eso se aprende en la familia, en una sociedad, como bien dice, con altos niveles de igualdad (a mayor pobreza, mayor violencia)...

-Una persona mentalmente sana es capaz de discernir entre el bien y el mal. Uno de los terribles aprendizajes que nos depararon los Juicios de Núremberg, y el conjunto de entrevista y reflexiones que Hanna Arendt nos legó en Eichmann en Jerusalén, fue precisamente eso, la incapacidad de muchos de los líderes nazis en asumir su papel individual en el Holocausto (como le pasó a Eichmann). Muchas veces, como estrategia de la defensa, optaron por moverse entre dos variables muy claras; el deber y la obediencia: “Yo formaba parte de un Estado al que había jurado defender y existían una serie de Leyes, aprobadas por ese Estado, a las que yo obedecía, dentro de mi juramento. No podía oponerme”, ése era el pensamiento que los vertebraba. La parte positiva de todo lo que pasó es que hoy día existe, La Declaración Universal de Derechos Humanos, La ONU y tribunales internacionales que manda un mensaje inequívoco a todos los responsables de “crímenes contra la humanidad”, término que se definió en aquellos juicios; “no os podréis esconder y al final terminaréis frente a un tribunal”.

-La solución final fue planeada minuciosamente durante años atrás al holocausto. Un plan macabro para asesinar a millones de judíos. Parece inhumano que cientos de personas que aparentemente eran normales, pudieran planear algo tan terrible. En Funny Games, también de Michael Haneke se ve perfectamente cómo el mal no tiene rostro: personas guapas, normales, con familias estables y bien estructuradas, bien vestidos...Esto también es muy interesante a la hora de enseñarlo a los más jóvenes. El concepto del mal no tiene rostro, no es un demonio con tridente y cuernos.

-No, el mal no tiene rostro y no puede justificarse desde ningún punto de vista. Las nuevas generaciones han de ser conocedoras del Holocausto a través del estudio en los colegios. Para muchos europeos resultaría mucho más fácil entenderlo dentro del contexto de un Estado fallido (un antiguo Estado colonial africano), donde casi nada funciona, quizá por nuestra continuada visión etnocentrista. Pero no, el Holocausto se generó en el ámbito de influencia cultural de uno de los Estados más vertebrados, con más potentes universidades, donde habían germinado desde el siglo XVIII, pilares del pensamiento occidental como Kant, Hegel, Shopenhauer, o tres intelectuales que han marcado gracias a sus teorías buena parte del siglo XX, como son Marx, Freud o Einstein.

-Las mujeres nazis. Se sabe que fueron especialmente crueles y participaron de horribles experimentos humanos. La maldad no tiene sexo...

-No tengo conocimiento sobre si existe algún estudio comparado que haya demostrado la influencia o preponderancia del mal en función del género dentro del nazismo. La tristemente famosa Irma Grese, “La perra de Belsen”, que ejerció de supervisora de prisioneros en Auschwitz, Bergen-Belsen y Ravensbrück demostró los mismos niveles de sadismo y perversión que alguno de sus compañeros masculinos. La impunidad frente al que actúa mal ha de ser perseguida y los castigos aplicados por la justicia ejemplares.