Alimentación en niños

María De Mondo, coach de amor propio: "No quiero que mis hijas coman sano"

Aprender a fomentar una relación saludable con la comida en la infancia es clave para el crecimiento, la salud y el bienestar emocional de los niños

María De Mondo, coach de amor propio: "No quiero que mis hijas coman sano"
María De Mondo, coach de amor propio: "No quiero que mis hijas coman sano"La RazónLa Razón

En los últimos años ha emergido una verdadera "cultura de la dieta", en la que el miedo a los ultraprocesados y al azúcar se ha vuelto casi omnipresente.

Este fenómeno se manifiesta de manera especialmente intensa en padres, quienes sienten una enorme responsabilidad por la alimentación de sus hijos y, a menudo, interpretan cualquier consumo de golosinas, snacks o productos industrializados como un riesgo grave para su bienestar.

Sin embargo, lejos de beneficiar a nadie, esta presión hacia los "alimentos prohibidos" a menudo lleva la vigilancia nutricional a extremos que generan ansiedad, culpa y tensión en el hogar.

María del Mondo:"Mis hijos con 3 años no sabían ni siquiera lo que eran las chuches"

En su video, María del Mondo explica que solía ser muy rígida con la alimentación de su hijo: "Cas no probó el azúcar hasta los tres años, y fue porque se la dieron en el cole". "Yo sentía que así la estaba protegiendo de una peor calidad de vida, de posibles enfermedades el día de mañana incluso no, de la muerte". confiesa. "Creía que les estaba enseñando lo que a nosotros nunca nos enseñaron".

María no fue la primera en pensar esto y seguramente no será la última. No es inusual que los padres adopten reglas estrictas con la alimentación de sus hijos, como no permitir azúcar hasta cierta edad, evitar cualquier snack industrializado o imponer dietas muy controladas.

Estas decisiones, al igual que en el caso de María, suelen estar motivadas por la intención de proteger la salud del niño. Muchos padres creen que ser estrictos con la alimentación es la forma de cuidar a sus hijos y darles mejores oportunidades de salud. Y no andan desencaminados.

La infancia es clave para aprender hábitos de alimentación que pueden perdurar toda la vida. Introducir variedad de alimentos, moderación y disfrute de la comida ayuda a que los niños desarrollen una relación saludable con lo que comen.

El problema surge cuando la preocupación por la alimentación deja de ser informativa o protectora y se convierte en rigidez extrema o control excesivo.

Una "cultura de dieta" que todos seguimos: Nuestros hijos le temen a la comida

Por muy extremo que pueda parecer, esta narrativa se ha vuelto frecuente y aceptada en ciertos círculos. Las redes sociales difunden de manera constante imágenes de cuerpos extremadamente delgados y dietas “perfectas”, creando presión sobre los padres para que adopten hábitos alimentarios similares con sus hijos.

Esto es comprensible y normal, y no los convierte en malos padres. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos, todos queremos que se sientan aceptados socialmente, que encajen con sus compañeros y que estén protegidos de posibles riesgos para su salud.

Sin embargo, el auge de la delgadez extrema y la obsesión por el control de la alimentación, junto con tendencias de "new parenting"·, fomentan que los padres sean altamente responsables y vigilantes de todos los aspectos de la vida de sus hijos, incluida la comida. En su vídeo María lo explica muy bien. "Creo que nuestra generación creció con un miedo a engordar atroz y ahora se le ha sumado el miedo a no comer saludable".

Cada vez son más los padres eliminan casi por completo ciertos alimentos, mientras que otros intentan controlar cada comida de manera absoluta.

La moderación, aunque recomendada por expertos en nutrición infantil, a menudo se ve opacada por la presión social y cultural, dejando la alimentación infantil como un terreno donde los límites entre cuidado, control y ansiedad se vuelven difusos.

El verdadero objetivo: Una buena relación con la comida

Una alimentación infantil excesivamente restringida puede tener múltiples consecuencias negativas para el desarrollo físico, emocional y social de los niños.

La restricción constante puede alterar la relación natural de los niños con la comida. Etiquetar alimentos como “malos” o prohibirlos por completo aumenta el riesgo de que los niños desarrollen comportamientos obsesivos, atracones o conductas restrictivas en la adolescencia y adultez.

"Todos teníamos esa amiga que en su casa le obligaban a comer super sano y que luego salía se atiborraba con una ansiedad brutal y cuando tuvo dinero siemore iba a lo más grasiento y azucarado precisamente por esa restricción que había tenido en casa". ejemplifica María.

A su vez, esta vigilancia extrema transforma la hora de la comida en un momento de tensión y afectando la confianza del niño en sus propias señales de hambre y saciedad así como a la relación entre padres e hijos y el bienestar emocional del niño.

Las restricciones no son buenas para la salúd

La eliminación estricta de ciertos grupos de alimentos puede generar deficiencias de nutrientes esenciales como calcio, hierro, zinc, vitamina D, vitaminas del grupo B y grasas saludables, todos fundamentales para el crecimiento óseo, muscular y cerebral. Además la ingesta insuficiente de calorías y proteínas también puede afectar la talla y el peso adecuados para la edad, comprometiendo el desarrollo físico a largo plazo.

Los efectos también pueden ser cognitivos y emocionales. La falta de nutrientes esenciales, como ácidos grasos omega-3, hierro y vitaminas del grupo B, puede afectar la concentración, la memoria y la capacidad de aprendizaje.

Una dieta muy restrictiva también puede debilitar el sistema inmunológico, aumentando la susceptibilidad a infecciones y ralentizando la recuperación ante enfermedades.

Al mismo tiempo, la eliminación rigurosa de alimentos puede producir desequilibrios metabólicos y fomentar comportamientos compensatorios, como comer en exceso cuando se permite un alimento previamente prohibido, generando patrones de alimentación desregulados.

La exclusión social

Desde el punto de vista de la salud física, aunque se sabe que un consumo alto de azúcar añadido aumenta riesgos como obesidad, problemas metabólicos o hígado graso los abordajes demasiado extremos (es decir, eliminar virtualmente todo azúcar o alimentos dulces) pueden hacer que los niños y familias pierdan perspectiva ya no solo a nivel fisiológico sino también a nivel social.

Esto dificulta que los niños participen plenamente en celebraciones, fiestas o actividades escolares, lo que puede afectar su integración y autoestima.

Cómo asegurar que tu hijo/a tenga una buena relación con la comida

Para que la alimentación infantil sea saludable no basta con vigilar lo que comen sino que también es fundamental fomentar una relación equilibrada, basada en el bienestar, la variedad y el disfrute.

Según las recomendaciones de AESAN y otras entidades de salud infantil, la dieta debe adaptarse a las necesidades del niño en cada etapa: desde la primera infancia hasta la adolescencia.

Una dieta completa

Una pieza clave es ofrecer una dieta variada y equilibrada (rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, lácteos (o sus equivalentes), pescados y proteínas de calidad) priorizando procedimientos de cocinado saludables (plancha, horno, vapor) en lugar de fritos y ultraprocesados sin llegar a eliminarlos. Esto asegura que el niño reciba los nutrientes esenciales para crecer, desarrollarse correctamente y mantener un sistema inmunitario fuerte.

Tiempo para comer

También es importante fomentar que las comidas sean espacios de convivencia y aprendizaje: compartir al menos algunas comidas en familia ayuda a que los niños interioricen hábitos saludables, observen modelos de alimentación equilibrada y asocien la comida con momentos de calma, charla y conexión, no con culpa o control estricto.

Mantener horarios regulares (desayuno, medias mañanas o meriendas saludables, comida, merienda, cena) también contribuye a crear una rutina estable que evita excesos espontáneos o consumo desordenado.

Los gustos importan

Involucrar a los niños en la elaboración de menús (cuando sea posible) puede despertar su interés y curiosidad por distintos alimentos, favorecer su autonomía y facilitar la aceptación de sabores y texturas variadas.

Aprender a conocer al cuerpo

Otro aspecto esencial consiste en respetar sus señales de hambre y saciedad. En lugar de exigir que coman todo lo que se les pone en el plato o de evaluar cada bocado, es recomendable enseñarles a escuchar a su cuerpo: cuándo tienen hambre, cuándo ya están saciados.

Esta práctica ayuda a que desarrollen una relación sana con la comida, basada en el equilibrio y la confianza, no en el control o la rigidez. Además, combinar una buena alimentación con actividad física regular y hábitos saludables en general refuerza el bienestar general del niño y previene el sedentarismo.

Y lo más importante…todos necesitamos un capricho

Finalmente, es vital adoptar una actitud flexible y comprensiva: permitir excepciones ocasionales, no demonizar ciertos alimentos, y favorecer la variedad sin convertir la comida en un acto de vigilancia o culpa.

Al hacerlo, se ayuda al niño a comprender la alimentación como parte de su bienestar, alegría y vida social (no como una tarea de control), y se pone la base para que desarrolle una relación sana con la comida que perdure a lo largo de su vida.