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Educación

¿Por qué decir "eres un niño muy bueno" puede afectar negativamente a tu hijo?

Frases aparentemente inocentes pueden tener un impacto emocional en tus hijos

Padre con su bebé Josh Willink

Expresiones como “eres un niño muy bueno” o “tienes que ser un niño bueno” son habituales en el lenguaje cotidiano de padres, docentes y cuidadores. Aunque parecen inofensivas, este tipo de frases pueden generar consecuencias negativas en el desarrollo emocional y psicológico de los niños. Lo que comienza como una forma de elogio, puede convertirse en una etiqueta limitante que moldea la personalidad del menor hacia la sumisión y la represión emocional.

Cuando los adultos premian frases como “no hace ruido”, “siempre obedece” o “es el mejor de la clase”, están reforzando la idea de que un niño valioso es aquel que no incomoda, no cuestiona y siempre acata las normas. Esta visión impone un modelo único de comportamiento aceptable y enseña al niño que solo será querido si actúa conforme a las expectativas externas.

Este tipo de condicionamiento afecta directamente a la autoestima del menor, que aprende a vincular el amor y la aceptación con la obediencia absoluta. Con el tiempo, esto puede traducirse en una incapacidad para expresar desacuerdo, tomar decisiones propias o defender sus derechos.

El peso de las etiquetas en la infancia y su huella en la adultez

El verdadero riesgo de decir continuamente “eres un niño bueno” es que el menor internaliza esta etiqueta como parte de su identidad. Así, termina suprimiendo emociones y actitudes que podrían ser percibidas como “incorrectas” por los adultos. Para no perder el reconocimiento y el afecto, muchos niños prefieren callar, evitar conflictos y ocultar sus verdaderas opiniones.

Este patrón de comportamiento, si se mantiene durante años, puede dar lugar a adultos incapaces de expresar lo que sienten, de poner límites o de defender su punto de vista, incluso en contextos laborales, familiares o de pareja.

Cómo liberarse de la etiqueta de “niño bueno”

Durante el proceso terapéutico, Víctor comenzó a identificar cómo esta etiqueta había condicionado toda su vida. Comprendió que ser “bueno” no significa ser sumiso ni reprimir sus emociones. Poco a poco, fue aprendiendo a expresarse sin miedo, a decir lo que piensa y a sentirse libre de mostrarse tal como es.

Este cambio le permitió conectar con sus emociones, mejorar sus relaciones personales y dejar de vivir con el temor constante de decepcionar a los demás. La clave fue sustituir la antigua creencia de “tengo que portarme bien para ser querido” por una nueva: “puedo ser yo mismo y seguir siendo valioso”.

Las palabras que usamos con nuestros hijos tienen un poder enorme. En lugar de reforzar frases como “eres un niño bueno”, es más sano elogiar conductas específicas sin imponer etiquetas. Comentarios como “me ha gustado cómo resolviste ese problema” o “te agradezco que hayas ayudado” reconocen al niño sin condicionarlo.

Educar desde la aceptación incondicional, el respeto y la validación emocional es fundamental para que los niños crezcan con seguridad, autenticidad y confianza en sí mismos.