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Así es la diminuta aldea de Galicia en la que se ha comprado una casa Julio Iglesias
Regresa a las raíces de su infancia, un rincón casi invisible en los mapas, como si respondiera al eco de su famosa canción “Un canto a Galicia”
En “Un canto a Galicia”, Julio Iglesias invocaba con nostalgia una tierra a la que nunca dejó de pertenecer. “Teño morriña, teño saudade”, entonaba hace ya más de medio siglo, y acaso ese canto, antiguo, íntimo y sereno, sea el que lo ha llevado ahora a adquirir una casa en Villarino, una aldea tan diminuta que apenas figura en los mapas.
Allí, en el interior gallego, entre pinares y caminos de tierra, el cantante ha encontrado su particular refugio: un espacio que no es residencia permanente, pero sí la promesa cumplida de regresar a los orígenes.
La propiedad, valorada en unos cuatro millones de euros, se ubica en el municipio orensano de Piñor, concretamente en la aldea de Villarino, y ocupa una finca de unos 1.500 metros cuadrados.
Rodeada de muros de piedra, vegetación frondosa y con acceso incluso para helicópteros, la casa fue propiedad del exalcalde de Ourense, Manuel Cabezas, y su esposa, Ada Arroyo. En los últimos meses, Iglesias ha acometido diversas reformas para adaptarla a sus necesidades, con la idea de disfrutarla ya este mismo verano.
Lejos del bullicio de Miami, donde reside habitualmente, o del lujo de su finca marbellí "Las Cuatro Lunas", la elección de este enclave responde a una motivación más profunda.
Galicia fue la tierra de su padre, el doctor Iglesias Puga, y escenario de muchas vacaciones infantiles del artista. Su vínculo emocional es antiguo, aunque discreto, como expresó hace décadas al dedicarle su famosa canción y más tarde donando sus derechos tras la catástrofe del Prestige. Ahora, con esta compra, el lazo se reaviva.
El encanto de lo invisible
Villarino es más una postal detenida en el tiempo que un pueblo al uso. No tiene bares, ni iglesias, ni plaza central. Sus casas se dispersan por el campo, como buscando un lugar al que volver.
Pertenece a la comarca de O Carballiño, conocida, entre otras muchas cosas y por encima de todo, por su Festa do Pulpo, que congrega cada agosto a decenas de miles de comensales para degustar entre 30.000 y 50.000 kilos de cefalópodo cocido en cobre.
Muy cerca, se encuentra la comarca de O Ribeiro, origen de uno de los vinos más antiguos de Galicia. Es un paisaje de colinas cubiertas de viñedos, senderos y aldeas como Pazos de Arenteiro, que intercambian casas nobles con puentes medievales junto al ría.
A apenas media hora de Villarino está Ribadavia, con su castillo, su judería y el Museo del Vino de Galicia. Y a escasos 8 kilómetros, el monumental monasterio de Oseira,, apodado el “Escorial gallego”, invita a la contemplación y al recogimiento.
Para quien busca anonimato, privacidad y la posibilidad de perderse en un entorno con historia, Villarino es ideal. Julio Iglesias parece haber localizado aquí algo más que un homenaje a sus raíces: un espacio para la desconexión. No se espera que convierta la propiedad en centro de actividad artística ni en nuevo foco mediático.
Morriña y memoria
La noticia de la compra ha generado cierta sorpresa entre los vecinos, aunque también orgullo. No todos los días un artista de talla internacional se convierte en vecino de una aldea que cabría en una sola fotografía.
Hace años que Julio Iglesias no actúa en público, su último concierto fue en 2019 en Chicago, y su salud ha sido motivo de preocupación. Diagnósticos recientes de osteoblastoma en la columna han reducido su movilidad, pero no su lucidez. Quizás por eso, o por simple madurez, el artista ha comenzado a mirar hacia atrás, hacia Galicia.
Un pedacito de tierra en el que el pulpo, los molinos y los bosques guardan gran parte del secreto, de aquella famosa morriña o saudade cantada ya hace más de 50 años.