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Así es la playa de Galicia que se extiende más allá del fin del mundo

No es recomendable para el baño, pero resulta perfecta para sentir toda la fuerza del Atlántico

Praia de O Rostro.
Praia de O Rostro. Turismo de Galicia

Hay lugares en la Costa de la Muerte donde el azul infinito del océano se funde con el azul más infinito del cielo, separados el uno del otro únicamente por esa tenue línea que atraviesa el horizonte. En los días de calma, la diferencia resulta imperceptible; en los de tormenta, sin embargo, el ruido de las olas y el blanco de la espuma terminan por devorar cualquier señal.

Es el caso, por ejemplo, de la Praia do Rostro, una tira de arena blanca que se extiende a los pies del Atlántico, y que muestra aquí todo su misterio; ese que ha sido capaz de engullir barcos y cimentar leyendas. Un arenal inhóspito cuyos dos kilómetros de longitud se extienden buscando el horizonte, como si aspirasen a traspasar el legendario "fin del mundo".

A fin de cuentas, O Rostro está en Fisterra, un lugar desde el que, abierta al mar embravecido, oculta un paisaje virgen que hacen de ella un rincón insospechado de Galicia. Aunque no es la mejor opción para darse un baño -su fuerte oleaje y el viento constante pueden ser peligrosos-, resulta una elección difícil de superar para aquellos que buscan desconectar del mundo y sumergirse en un entorno en el que la naturaleza termina, siempre, por imponer su ley.

El sonido del mar aquí no se escucha, se siente. Rugiente, poderoso, esculpe día a día la arena blanca de la playa, donde el viento ha creado un extenso sistema dunar. En él crecen especies vegetales amenazadas como el Rumex rupestris, y hacia el interior se forma un pequeño oasis para aves, reptiles e invertebrados.

Playa de O Rostro.
Playa de O Rostro. Turismo de Galicia

La leyenda de la ciudad perdida

Según la leyenda, bajo su arena descansa la ciudad perdida de Dugium, sepultada por una ola gigante durante una feroz tormenta. Y no es difícil imaginar mitos así cuando se camina por su orilla, cruzando esos dos mil metros que separan sus extremos sin más compañía que el viento, las olas y el crujir de los percebes -o "falsos percebes", Lepas anatifera- que el mar deposita sobre objetos flotantes traídos desde otros confines.

Esta playa también es un lugar anhelado por surfistas que buscan olas rápidas y tubos, especialmente en primavera, verano y otoño. Sus picos variables y la fuerza del mar convierten a O Rostro en un reto, reservado para quienes conocen y respetan sus aguas. En invierno, cuando otras playas gallegas no ofrecen olas, O Rostro sigue rugiendo.

No hay chiringuitos, ni duchas, ni sombra... solo tres pequeñas zonas de aparcamiento y una promesa: la de vivir una experiencia que apenas un puñado de lugares como este pueden ofrecer. Desde sus acantilados cubiertos de verde, que ofrecen vistas inolvidables del océano, hasta la vecina y recóndita playa de Arnela, cada rincón de O Rostro invita a sentir el latido primitivo de Galicia.

A fin de cuentas, acercarse a este arenal es hacerlo, casi, hasta el borde mismo de este mundo; a aquel “Finis Terrae” (el fin de la tierra) que los romanos creían imposible, y que hoy se muestra misterioso, hablando un idioma diferente, con raíces más antiguas que el Imperio: el del viento y las olas del Atlántico.