Lengua
Cinco palabras gallegas que te enamorarán y no tienen traducción directa al español
Entre lo entrañable, lo auténtico y lo valiente, el gallego esconde matices imposibles de atrapar en una sola palabra castellana
Hay lenguas que guardan secretos que no se dejan atrapar por una traducción. El gallego podría ser una de ellas; un idioma que parece escrito para decir o susurrar lo que otros no alcanzan a expresar.
Hay palabras que saben a mar y suenan a lluvia, que transmiten emociones y matices imposibles de resumir en castellano. Hoy viajamos por cinco de esos diminutos tesoros lingüísticos que, sin aun sin tener una traducción literal al español, no dejarán de sorprenderte y de enamorarte: riquiño, enxebre, xeitoso, afouteza y trapallada.
Riquiño
En Galicia, llamar a alguien riquiño va mucho más allá de “bonito” o “mono”. Es un adjetivo que aglutina ternura, afecto y cercanía. Un niño que sonríe de modo tímido puede ser riquiño, igual que una anciana que ofrece un plato de caldo en invierno. Tiene algo de diminutivo entrañable, de caricia idiomática que no juzga la apariencia, sino la calidez que transmite la persona o la situación. Riquiño, riquiña, es un elogio cotidiano que convierte lo pequeño en entrañable.
Enxebre
Si una palabra destila identidad gallega, esa es enxebre. Se aplica a lo auténtico, a lo genuino, a lo que no ha sido contaminado por nada artificial. Un vino servido en taza de barro puede ser enxebre, igual que una taberna con paredes de piedra donde todavía huele a leña. Decir que algo es enxebre significa subrayar su pureza, que se mantiene fiel a sus raíces. Es una palabra que huele a tierra mojada y sabe a pan recién hecho en horno de leña.
Xeitoso
La estética, en gallego, también tiene sus giros. Algo xeitoso no es bonito, sino que resulta agradable, bien hecho, con una gracia particular. Una persona que sabe arreglar un problema con facilidad es xeitosa. Un vestido sencillo, pero que sienta bien, también lo es. Resulta una mezcla de utilidad y encanto, de ingenio y apariencia, que convierte la cotidianeidad que sorprende. Xeitoso es todo aquello que, sin ser perfecto, desprende un aire de armonía.
Afouteza
Pocas lenguas son capaces de condensar en una sola palabra la esencia del coraje. Afouteza es valentía, arrojo, fuerza de carácter frente a la adversidad. Es el empuje del marinero que se adentra en el mar bravo, del emigrante que cruza el océano buscando un futuro mejor, de la mujer que alza la voz en tiempos de silencio, o incluso el resumen de la identidad de un club de fútbol, el Celta. Es algo más valor; es valor con dignidad, con esa firmeza silenciosa que caracteriza lo gallego.
Trapallada
Y porque la vida también tiene sus deslices, existe trapallada. Una trapallada es un enredo, un lío, algo mal hecho o poco serio. Pero lejos de sonar grave, lleva consigo un tono casi cómplice, de indulgencia ante el error. Un trabajo chapucero puede ser una trapallada, igual que un plan improvisado que termina en desastre. Es la palabra que nos recuerda que equivocarse forma parte de la vida y que no todo debe tomarse con solemnidad.
El alma en cinco palabras
Bien podría decirse que en estas cinco palabras se esconde el alma de Galicia: la ternura (riquiño), la autenticidad (enxebre), la gracia (xeitoso), el valor (afouteza) y el desorden entrañable (trapallada). Juntas forman un retrato invisible de una tierra que ha sabido resistir y crecer, reírse de sí misma y mantener intacta su identidad.
Porque a fin de cuentas, el gallego, muchas veces, no se traduce, se siente. Y en cada una de estas palabras se oculta una forma de mirar la vida que, quien la escucha y la comprende, ya no es capaz de olvidar.