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Tribunales

Más de 23 años de cárcel para el dueño de varios bares por años de abusos sexuales a dos empleadas

La Audiencia Provincial de A Coruña considera probado que el empresario las agredió sexualmente de forma continuada aprovechando su posición como jefe

La sección sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña, con sede en Santiago de Compostela. Cedida

La Sección Sexta de la Audiencia Provincial de A Coruña, con sede en Santiago, ha condenado a 23 años y medio de prisión al propietario de varios locales de hostelería de la provincia por dos delitos continuados de agresión sexual cometidos durante años contra dos de sus empleadas. La sentencia también impone al condenado medidas de alejamiento, libertad vigilada, así como el pago de 47.246,51 euros en concepto de indemnización a las víctimas.

El tribunal considera probado que el hombre, administrador de hecho de varios negocios de hostelería y distribución de bebidas que dirigía junto a su esposa, se valió de su posición de poder y de la dependencia económica de las víctimas para someterlas a reiterados abusos sexuales. Ambas mujeres trabajaron durante años en sus establecimientos, situados en una localidad del interior de la provincia coruñesa.

Años de abusos reiterados

Los hechos enjuiciados se remontan al menos a 2014, cuando una de ellas comenzó a trabajar de manera continuada como cocinera en uno de los locales. La otra víctima, por su parte, llevaba trabajando desde 2007 en distintos turnos entre los negocios del acusado.

Según la sentencia, Una de ellas fue víctima de múltiples episodios de violencia sexual entre 2015 y 2019. Uno de los más graves tuvo lugar en el interior de un restaurante, donde el acusado la empujó contra la pared, le bajó la ropa a la fuerza y consumó una penetración vaginal sin consentimiento mientras ella se resistía físicamente. En otra ocasión, dentro de un coche, la forzó a practicarle una felación. En todos los casos, el tribunal resalta que el acusado aprovechaba situaciones en las que estaba a solas con la trabajadora y empleaba la coacción emocional apelando a su situación económica y a la necesidad de conservar el empleo.

La otra mujer también fue objeto de abusos repetidos en la cocina y el almacén del bar, en contextos laborales en los que se encontraba sola. Además de tocamientos y acoso verbal, el acusado llegó a introducirle los dedos en la vagina en un episodio ocurrido en enero de 2020. El tribunal destaca cómo el empresario utilizaba frases como "nadie te va a contratar en esta localidad" o “te conviene llevarte bien conmigo” para someterla a sus deseos.

Ambas mujeres coincidieron en relatar que el condenado les hacía insinuaciones constantes, que aprovechaba momentos en los que estaban solas para tocarlas, y que cuando se resistían, utilizaba su rol de jefe para intimidarlas. Los magistrados subrayan que los testimonios fueron “creíbles, persistentes y coherentes”, superando los estándares exigidos por el principio de presunción de inocencia.

Secuelas psicológicas

El tribunal reconoce el grave impacto psicológico de los hechos. Las dos víctimas sufrieron trastornos compatibles con estrés postraumático y necesitaron tratamientos prolongados. La sentencia refleja que una de ellas estuvo 180 días en tratamiento por daño psicológico moderado y sufre secuelas permanentes. La otra, por su parte, fue diagnosticada con un trastorno adaptativo con características ansiosas, también compatible con estrés postraumático, que requirió 180 días de tratamiento.

Por estos hechos, el tribunal impone al condenado 12 años de prisión por cada delito continuado de agresión sexual (24 años en total, que se integran en una pena total de 23 años y medio por acumulación de penas). Además, 14 meses por delitos de acoso sexual continuado contra ambas, medidas de alejamiento de 200 metros respecto a las víctimas durante una década y libertad vigilada durante 10 años tras cumplir condena.

La sentencia establece que el acusado mantenía una presencia casi diaria en los negocios y ejercía poder jerárquico sobre las empleadas, aunque su esposa tuviera mayor presencia en el día a día. Lejos de actuar como una figura distante, era quien daba instrucciones, tomaba decisiones y se presentaba como el verdadero jefe, lo cual fue corroborado por otros trabajadores.

Los magistrados destacan cómo el acusado estructuró sus actuaciones aprovechando su rol de empleador, la vulnerabilidad económica de las víctimas y la falta de testigos en contextos controlados por él.