
Historia
La misteriosa desaparición de la farola más emblemática de Santiago
Estuvo casi 80 años frente a la estación de tren y ahora duerme, cortada y olvidada, en un almacén municipal de difícil acceso

Durante décadas, fue mucho más que una farola. Se trataba de una especie de presencia en el vaivén de llegadas y partidas, un testigo silencioso de generaciones de viajeros que pasaban por la estación de tren de Compostela. Con su estilo clásico y sus múltiples brazos, plantada con elegancia frente al vestíbulo principal del edificio desde 1943, la luminaria formaba parte del paisaje urbano y sentimental de la ciudad. Hoy, sin embargo, ya no está. Una ausencia ha dado pie al misterio: ¿qué ha sido de la farola más emblemático de Santiago?
La cuenta Santiago Vello, especializada en recuperar imágenes del pasado compostelano, reabrió el interrogante con una publicación reciente: “Esa fermosa farola que desapareceu co inicio desta última reforma. Quizais o Concello téñaa gardada nalgún sitio”, se preguntaba Ramón Díez, autor del perfil.
Su desaparición coincidió con el arranque de las obras de transformación de la estación en la nueva terminal intermodal, iniciadas en 2022 y cuya inauguración oficial tuvo lugar hace unas semanas.
Las pistas sobre su paradero llevan a ese inicio de las obras. Con las mismas, el Ayuntamiento solicitó a ADIF que cediese la farola con la intención de restaurarla o, al menos, reubicarla en algún punto cercano. Se barajó instalarla en el cruce que baja desde la rúa do Hórreo, pero los técnicos no lo vieron viable: la estructura se sitúa sobre un túnel cuya cubierta podría no soportar su peso.
Al final, parece ser que una vez cortada la farola, su cabecera se llevó al almacén de vías y obras del Ayuntamiento. Un lugar en el que, según informan fuentes municipales, todavía permanece. Está guardada pero olvidada, como tantas otras piezas del pasado urbano compostelano que se desvanecen entre reformas y modernizaciones.
Historia de la estación
Su retirada coincidió con uno de los mayores hitos urbanísticos de los últimos años: la transformación integral de la estación del ferrocarril de Santiago, cuya historia se remonta al 14 de abril de 1943, cuando fue inaugurada por Franco. Aquel día también se estrenaba el trazado ferroviario entre Santiago y A Coruña.
Antes de eso, la capital gallega ya había contado con otra terminal: la estación de Cornes, abierta en 1873 como parte del primer enlace ferroviario de Galicia. Pero fue con la llegada de la nueva estación en los años cuarenta, con su imponente arquitectura de aire señorial -pabellón central, torres, soportal de arcos, escalinatas y marquesina metálica- cuando se consolidó como un nodo ferroviario esencial para la ciudad y para Galicia entera.
Ocho décadas después, la vieja estación ha sido transformada en una moderna terminal intermodal con capacidad para 4 millones de pasajeros anuales, dotada de nuevos accesos, pasarelas cubiertas, aparcamientos y conexión directa con el AVE y la terminal de autobuses. El nuevo edificio de viajeros, de líneas sobrias y funcionales, convive con vestigios del pasado, como la marquesina metálica, símbolo protegido del antiguo complejo.
Y, sin embargo, no todo ha resistido la modernización. Elementos menores en apariencia, pero profundamente simbólicos como la histórica farola, han quedado fuera de los focos. Entre la nostalgia de quienes aún recuerdan la explanada original como lugar de paseo y encuentro, y la eficiencia de una ciudad que se rediseña al ritmo del siglo XXI, quedan piezas que hablan de otra época.
Preservarlas, aunque sea a través de su memoria, es también una forma de contar la historia. La farola no iluminaba apenas una plaza: arrojaba luz sobre su tiempo. Y quizás, en algún momento, pueda volver a hacerlo.
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