Chef

José Andrés, bienaventurado el que da de comer al hambriento

«Habrá algún malandrín que diga que este cocinero busca notoriedad y portadas»

El Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2021 ha recaído en el cocinero planetario José Andrés (Mieres, 1969). Este trotamundos de los fogones, natural de Mieres, ha ido extendiendo su figura y su planteamiento ético por todos los rincones del mundo desde que saliera de su Asturias natal hasta la Cataluña donde se hizo profesional. Qué chocante resulta en estos momentos manejar la palabra concordia, tan próxima a las terminales gubernamentales y a los asesores monclovitas para desentrañar el laberinto catalán, cuando precisamente se otorga un galardón a un español de varias tierras que sin localismos se lleva a gala su compromiso ético por encima de etiquetas nacionalistas y trivialidades aldeanas. La concordia no merece adjetivos ni apropiaciones fraudulentas. El sanedrín ovetense que ha designado a José Andrés seguramente ha pensado que la tierra no solamente no es plana sino que merece gente que batalle como este cocinero por ayudar a los pueblos más allá de los carnets y las genealogías.

José Andrés es una auténtica figura en Estados Unidos. Cocinero de cabecera del matrimonio Obama, polemista frente a Donald Trump por la hispanofobia de este, posee una larga nómina de restaurantes afamados en el país de las barras y estrellas. Toda su peripecia personal, su incomprendida figura en ocasiones por algunos ortodoxos de la gastronomía, ha cobrado vuelo con la idea de que dar de comer no solo es un acto gourmet sino una necesidad para quien más lo necesita. Por eso, junto a la ONG World Central Kitchen ha acudido en tromba donde hay catástrofes o una rigurosa falta de alimentos para la gente desfavorecida.

Visionario y pionero del mundo que nos viene, incluso cuando pase la pandemia, entiende José Andrés que los problemas de alimentación van a azotar el mundo. La superpoblación y la escasez de materia prima ocuparán la agenda internacional de las próximas décadas. La larga crisis del coronavirus ha puesto en solfa a muchos cocineros estrella, que al final han sido estrellados contra su propia indolencia e inopia para ayudar al prójimo. El asturiano errante demuestra con todas sus acciones, desde Haití a las comidas del confinamiento, que la suerte de ocupar portadas glamurosas con una chaquetilla bordada puede emplearse para el alivio de quien ansía comer no por gula sino por rigurosa abstinencia. Habrá algún malandrín, largón donde los haya, que diga que este cocinero hiperactivo busca notoriedad y portadas solidarias. Pero que esos que pontifican desde la oronda lacidez de su desidia piensen la sonrisa de tanta gente cuando él les provee de un plato básico de comida. Sean tiempos laicos o de cualquier religión, bienaventurado el que da de comer al hambriento. Y afortunado el que es contemporáneo o comensal de un cocinero que ha destapado la caja de los truenos de los buenos sentimientos, y no solo de las angulas y el caviar. Olé, José Andrés.