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Gastronomía
Con este frío, compartimos un cocido en La Nueva Cañada, ¿os apuntáis?
Es la especialidad de la casa, tanto es así que lo podéis disfrutar durante todo el año, aunque también son una delicia la fabada, el rabo de toro y de postre, la filloa

Con la llegada del otoño, los días se acortan, las temperaturas bajan y apetecen los platos de cuchara. En La Nueva Cañada, el cocido madrileño nunca se va: es el emblema de la casa y se sirve durante todo el año, como un homenaje constante a la tradición y al sabor más castizo.
Fundado en 1970 por la familia Verdasco, este restaurante se ha convertido en una referencia gastronómica en el noroeste de Madrid, reconocido por su fidelidad a la cocina española tradicional y por el cuidado con el que trata cada producto. Desde su ubicación en el centro de Boadilla del Monte (calle Isabel II, 1), La Nueva Cañada mantiene viva la esencia familiar de siempre, con una propuesta que combina calidad, tradición y hospitalidad.
El cocido madrileño es el plato estrella. Preparado según la receta tradicional, se elabora a fuego lento, en puchero de barro individual, con garbanzos tiernos, caldo claro y sabroso y carnes seleccionadas (morcillo, gallina, tocino, chorizo y codillo de jamón), junto al punto justo de reposo, que permite que los sabores se integren con armonía.
En La Nueva Cañada, la elección del garbanzo es casi un ritual. Cada temporada, se realiza una cata para seleccionar los mejores, apostando en los últimos años por los de Fuentesaúco (Zamora), reconocidos por su textura mantequillosa y su sabor suave, perfectos para este plato emblemático.
El cocido se sirve en dos vuelcos: primero la sopa, ligera y reconfortante; después, los garbanzos con sus carnes y verduras, en una experiencia tan auténtica como deliciosa. Aunque con la llegada del frío gana aún más protagonismo, en La Nueva Cañada este clásico no conoce estaciones, ya que se sirve los doce meses del año, porque el buen cocido, el de verdad, no entiende de calendario.

Más allá del cocido
Además de su plato más icónico, la carta ofrece una cuidada selección de recetas tradicionales, como las lentejas, la fabada asturiana, el rabo de toro estofado y el cochinillo asado, platos elaborados con mimo y el respeto por los tiempos de la cocina clásica.
El restaurante cuenta con dos plantas. Una primera, con barra y un pequeño espacio con mesas perfecto para tapear, y un salón principal en la planta superior, ideal para disfrutar de largas y relajadas sobremesas. En los días soleados de otoño, además, se puede disfrutar de su terraza a pie de calle, perfecta para el aperitivo.
En la planta baja, la zona de tapas invita a un ambiente distendido, con imprescindibles, como la morcilla de arroz de Aranda, los chipirones, las bravas y las empanadillas de ropa vieja, ideales para acompañar con una copa de vino.
Para cerrar la comida, los postres son una auténtica tentación. Imperdibles son los buñuelos rellenos de manzana con nata, la tarta de queso, cremosa y equilibrada, y la filloa rellena de nata y chocolate.
En definitiva, con más de medio siglo de historia, La Nueva Cañada sigue fiel a su espíritu original: una cocina honesta, de producto y sin artificios, que celebra lo mejor de la gastronomía.
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