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Los sábados de Lomana: “Tenemos un presidente en funciones que se dedica a inquietar al personal con amistades peligrosas”
Ya estamos en la recta final hacia el nuevo 2020, un número que me parece fascinante a pesar de los oscuros tiempos que parecen amenazarnos de la mano de un presidente en funciones que se dedica a inquietar al personal con amistades peligrosas, preso de una megalomanía dada por un delirio de poder. Cuando nos quejamos y criticamos a Europa y al Tribunal Europeo por lo que pensamos (con razón) que es una humillación y una falta de apoyo a nuestras leyes ante un conflicto tan difícil de gestionar como es el deseo de Independizarse de España de la mitad de la población catalana Europa pensará: su presidente está negociando con estos independentistas, ex etarras, y todo tipo de odiadores a España su nuevo Gobierno –entre ellos con el partido del prófugo Puigdemont ahora diputado del Parlamento Europeo– luego no serán tan malos cuando se les da la oportunidad de destrozar nuestra patria. Es vivir en la contradicción y esquizofrenia más absoluta. Pero España y los españoles demostraremos una vez más que podemos salir y resistir. Somos una vieja nación forjada en mil batallas y esto será un pulso más que se terminará ganando.
Confió en la númerología, y 2020 es precioso. Ya hemos dejado atrás el Adviento. Como alguien dijo, ojalá pudiésemos meter el espíritu de la Navidad en tarros y abrir uno cada mes. Pero seguro que ya no nos ilusionaría igual esperar un año para disfrutar de las decoraciones, tradición, turrones, regalos y la calidez de esa mezcla de alegría y melancolía que nos produce. Pero detrás de esos gastos desmedidos parece que ha desaparecido lo verdaderamente importante, lo que da sentido a la Navidad. Es el supremo momento de esperanza para el mundo cristiano y occidental con el nacimiento de Jesús. Es difícil entender en esta sociedad tan superficial que ha olvidado la esencia espiritual, que sin Jesucristo y su mensaje de bondad y perdón no habría democracia ni libertad. Hay una palabra que me encanta y está muy unida al pensamiento cristiano y es la conmiseración. El nacimiento de Cristo y su muerte es el resurgimiento de lo que significa la cultura judeocristiana. La base de lo que supone nuestra civilización occidental, próspera, libre, generosa y compasiva. Que considera a todo humano parte de Dios y, por tanto, único y libre. Últimamente parece que ignoramos quiénes somos y despreciamos nuestra cultura y nuestras banderas. No estaría mal reflexionar hacia dónde vamos y si realmente nos gusta. O pensar si no sería bueno enseñar a las nuevas generaciones el arte de la conversación, de la cultura la ética y la moral en vez de regalarles tanta tecnología sin un trasfondo espiritual. Parece que incluso nos quieren hacer dudar de nuestra identidad, ese misterio, que se fundamenta en parte en nuestras raíces de familia, en la cual mirarnos para reconocernos. Ahora lo que es guay es una familia de espíritu libre sin inhibiciones donde ni siquiera encontremos una identidad de género, una figura padre-madre, hombre-mujer. Imagino que las generaciones «postmilenial» estarán más preparadas para su aceptación. Yo, que en teoría voy de «muy progre», tengo que reconocer que me cuesta mucho entenderlo y pienso que la velocidad de los hechos me supera, de la misma forma que lo hace la ignorancia y estupidez humanas en ascenso, con una vicepresidenta del Gobierno,Carmen Calvo, que en su tesis doctoral comete 179 erratas y 30 faltas de ortografía. Y aquí no ha pasado nada. De momento, me bajo al sur para despedir el año cerca del mar. Ese mar que forma parte de mi esencia y de mi vida. Feliz 2020 queridos lectores.
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