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El día que Kichi se metió con los gordos
José María González ganó unos kilos durante el estado de alarma. Y las críticas, o bromas, han hecho mella en el alcalde de Cádiz, que ha lanzado una proclama en contra de la «gordofobia»
José María González «Kichi», alcalde de Cádiz, ha abierto otro frente en su gestión de la vida de los gaditanos. Aunque el Covid-19 haya azotado la salud y la economía de la ciudad, el regidor ha dado un paso más cavando una nueva trinchera en su particular proceso revolucionario. Ya saben, Che Guevara en su célebre «La guerra de guerrillas», manual indispensable para cambiar la realidad, dejaba bien claro que la revolución hay que hacerla siempre y a todos los niveles. Tiene que ser constante, debe impregnar cada uno de los rincones del mundo, y en Cádiz ha llegado, cómo no, en plena pandemia de la mano de la «gordofobia». Kichi, por razones que se desconocen, ha ganado unos kilos de más y se ha dejado bigote en los últimos tiempos. Ya ha habido quien lo ha comparado en su estética nada menos que con Pablo Escobar. Es decir, la guasa estaba servida en bandeja para la imaginación y el arte de la ciudad.
No han trascendido los detalles del porqué del incremento del volumen torácico, pero las bromas y los comentarios comenzaron a caer uno tras otro bajo el barniz que se le aplica a todo lo que le pasa a ese rincón de Andalucía. El efecto del viento de Levante en la cordura de sus vecinos, la muerte, el paro o la situación de su equipo de fútbol toman un cariz especial en Cádiz. Ya saben, guasa de la buena en cuanto cualquiera se resbala, para bien y para mal. Pero nada más, en el alma gaditana no cabe el desprecio ni el odio ante ciertos temas, y éste de los gordos es uno de ellos. Arreciaron los comentarios en las redes, pero no ayudó demasiado a aminorarlos su aparición, disfrazado de elfo, con barriga postiza, en la última final del concurso de coplas del carnaval en el Teatro Falla. Más gasolina al fuego de las críticas o sumarse a la chanza general con deportividad, parece que era más lo segundo.
Sin embargo, el pasado 27 de mayo en su perfil de Facebook el regidor lanzó un manifiesto en defensa de las personas con sobrepeso. No aguantó más después de que le hayan acusado de «hartarse de Phoskitos en el confinamiento», las críticas han hecho mella en su seno lo suficiente como para lanzar una proclama en contra de lo que los expertos llaman «gordofobia». Es decir, literalmente, el miedo o rechazo por aquellas personas calificadas como gordas y que sufren por ello acoso, aislamiento y dolor a fin de cuentas. No habría problema en entender al alcalde si algunos sectores de Cádiz no señalasen que se trata de una estrategia para distraer la atención sobre la cruda situación en la que se encuentra la ciudad desde la llegada de la pandemia. Sin embargo, su reacción sorprende a quienes entienden que los comentarios sobre su físico se enmarcan en el contexto de la broma.
Dentro del mundo del «compadreo» que siempre ha defendido Kichi, que sigue bajando a pasar la tarde a la plazoleta con sus hijos y no tiene problemas para escuchar, como un vecino más, las quejas sobre el alumbrado público o la falta de limpieza en los jardines. Como las bromas, él es del pueblo, pero no admite que se piense, ni en sentido figurado, que el incremento de peso va ligado a la buena vida como alcalde y al poco ejercicio como gestor. Muchos gaditanos no han entendido que se lo haya tomado tan a pecho siendo además miembro activo del mundo del carnaval, donde el sentido del humor, el colmillo afilado y el cinismo ante ciertos temas son la salsa que engrasa la fiesta. Por eso Cádiz no es Venecia, Lanz o Río de Janeiro. Aquí te dan y hay que saber recibir.
Un alcalde desmemoriado
Pero en la revolución, como sucedía en la Legión, a nadie se le pregunta por su pasado. El mismo Kichi que hoy saca pecho por los gordos no debe recordar el cuplé que cantó en la final del concurso de agrupaciones de carnaval de 1998. Su comparsa, «El cielo de Cádiz», que quedó segunda en el certamen con letra y música de Tino Tovar bajo la dirección de Jesús Bienvenido, arrancó su serie de cuplés con uno dedicado a la gordura del caja de la agrupación. Literalmente: «El ‘‘caja’’ que es un artista/ cuando se pone los bocadillos/en vez del chorizo dentro/ se mete el pan dentro del chorizo». El tipo era el de unos angelitos celestiales y contaban que el pobre «caja» en lugar de entrar por la puerta de la mano de San Pedro acabó haciéndolo por el agujero de la capa de ozono. No sucedió nada y el teatro se vino abajo mientras un melenudo Kichi participaba de la chanza a cargo de la gordura de su compañero de agrupación. Ganaron el segundo premio para regocijo del «caja», que aparece con sus kilos de más muerto de risa. Todo estaba dentro del contexto de la retranca. Juan Antonio de los Ríos, «El Sopa», es un referente junto a sus hermanos en la popular comparsa «Los gitanos del Puerto» y desde hace más de 30 años participa en el carnaval. Tanto él como otros integrantes del grupo han sido objeto de alguna broma en las letras que se cantan en el Teatro Falla o de algún comentario jocoso por su sobrepeso. De ahí que le sorprenda que Kichi, conocedor como es del sentido del humor gaditano, no haya aceptado las bromas con otra deportividad. «A nosotros nos han cantado incluso coplas sobre nuestra gordura y no ha pasado nada más. Lo importante es que se haga con respeto y sin querer herir a nadie, porque hay personas que tienen su complejo y lógicamente sufren con ello», asegura este veterano del cante. Sin embargo, pone en cuestión la reacción del edil, ya que él mismo ha participado de esas bromas. «Habría que ver lo que ha cantado o no, pero no se entendería que ahora no admitiera una broma que no va a más».
Más o menos gordo, Kichi encara los meses del próximo verano apoltronado en la figura de un líder carismático al que cada crítica sirve para alimentar el ardor de la cohorte de seguidores pese a la gestión local. Político de gestos, en las últimas elecciones arrasó gracias a una política basada en la cercanía, la oportunidad para maquillar la situación real que vive la ciudad y un constante recurso al mito de la revolución. Cuando llegó a la alcaldía cambió el retrato del Rey por el de Fermín Salvochea, apóstol anarquista y dirigente gaditano que ya reposa, sin contestación ni crítica alguna, en el panteón de los próceres de la ciudad. Santo y seña de su legislatura, después del accidente de la «gordofobia» se confirma la deriva hacia el culto a la personalidad propios de los regímenes totalitarios. Con Kichi no valen las bromas.
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