
Empresarias
Anastasia Skolkova, la dama de las flores que revoluciona la Costa del Sol
Tiene 31 años y un imperio floral con base en Chipiona, Cádiz. Hablamos con la empresaria rusa que forma parte de la nueva jet andaluza que huye del brilli-brilli

Marbella ha cambiado de piel. La ciudad que un día fue sinónimo de champán, lentejuelas y flashes, la corte dorada de Gunilla von Bismarck, aristócratas y magnates del petróleo, hoy respira otro tipo de lujo. En esta nueva era, el poder ya no se ostenta: se insinúa. La nueva jet marbellí no se exhibe en yates ni discotecas, sino en retiros de bienestar y cenas privadas. El lujo ahora es discreción. Marbella se ha convertido en el punto de encuentro de una elite cosmopolita que ha cambiado el bling-bling por el «slow luxury». Y entre ellos, los rusos tienen mucho que decir. Silenciosos, refinados y cada vez más influyentes, han sabido reinterpretar el estilo de vida andaluz con su propia estética.
En ese universo destaca la joven Anastasia Skolkova, de 31 años y conocida como la gurú de las flores costasoleña, una mujer que ha convertido el arte floral en un emporio sensorial. No piensen solo en ramos de flores. Decora desde yates para cenas privadas en alta mar a villas millonarias piloto para su venta pasando por eventos privados VIP donde ha llegado a tapizar un jardín de rosas. Su marca, Provocateur Roses, tiene su base en la gaditana Chipiona, la capital española de la flor cortada, y se extiende con una veintena de tiendas en Rusia y supera los 50 empleados.
Ella es asidua a las fiestas privadas de La Zagaleta, donde no hay photocall pero hay que enseñar el pasaporte, practica golf en Villapadierna, que es su segundo hogar, y no escatima salidas en yate. Desde este rincón luminoso del sur, Skolkova dirige un negocio que combina precisión empresarial y poesía visual. «Llevaba diez años con mi floristería en Madrid, nuestra sede está en Chipiona, y sentí que Marbella era el lugar ideal para experimentar con un público más internacional», explica mientras acomoda un ramo de peonías color champán. «Me gustan los retos, y este ha sido un éxito rotundo».

Es una enamorada de la costa española. «España tiene un arte de vivir que me enamora: aquí se trabaja para vivir, no se vive para trabajar. Y el clima… una maravilla. Te recuerdo que soy rusa», ríe con naturalidad, mientras detalla que quiere franquiciar su producto. Sobre la jet marbellí actual, tiene una visión clara: «Hay una parte que vive por su bienestar y otra por las apariencias. Me interesan los primeros. No me considero parte de la alta sociedad marbellí; llevo la vida que me gusta y que me puedo permitir sin aparentar lo que no soy. Ese es el mayor lujo: poder dedicarte tiempo a ti misma». Su éxito no se mide en portadas o en la asistencia a galas, sino en energía. «Cuando haces lo que te apasiona, no sabes dónde acaba el trabajo y dónde empieza tu vida».
"He visto de todo: desde pedidas de mano enviadas por Glovo hasta ramos de 6.000 euros, tan grandes que no cabían por la puerta"
El suyo es un lujo sereno, construido sobre la constancia. «Acompañaba a mi padre en sus viajes florales desde niña. Él se dedicaba al negocio mayorista; yo soñaba con crear mi propia marca», recuerda. Hoy, su firma es referencia en el mundo floral de alta gama. «He visto de todo: desde pedidas de mano enviadas por Glovo hasta ramos de 6.000 euros, tan grandes que no cabían por la puerta. Esto es algo habitual. En Marbella, el amor y la opulencia van de la mano». Ella marca la diferencia con una estética precisa y una producción exclusiva. «Los novios más exigentes buscan estilo, tendencia… y también precio. Pero nuestras flores son únicas: las selecciono personalmente en mis viajes. Algunas solo las tenemos nosotros», comenta con orgullo.
La belleza, una forma de vida
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