Ocio

Gente

Boccaccio

Carmen Lomana en el concurso internacional de saltos junto a Antonio Gutiérrez Marcet.
Carmen Lomana en el concurso internacional de saltos junto a Antonio Gutiérrez Marcet.larazon

Barcelona me recibe con lluvia, muy gris, yo que venía llena de ilusión por el reencuentro deseando «patearme» sus calles, contemplar los preciosos edificios y reconciliarme con ella a la que tanto he querido y quiero

Barcelona me recibe con lluvia, muy gris, yo que venía llena de ilusión por el reencuentro deseando «patearme» sus calles, contemplar los preciosos edificios y reconciliarme con ella a la que tanto he querido y quiero. Las reconciliaciones son lo más bello. Si en algún momento me sentí alejada cuando mi coche enfiló la Diagonal la sensación de estar volviendo a un lugar común a muchos momentos estupendos de mi vida me fue invadiendo... Se agolpaban los recuerdos y la moviola se puso en marcha. Desde jovencita tenía muchos amigos y tíos que vivían aquí, por lo cual venía muy a menudo. Era una ciudad llena de vida, moderna, pero sin perder sus tradiciones. Mis tíos hablaban siempre en catalán y me llevaban a misa a la Sagrada Familia también en catalán y en los «guateques» y fiestas la misma historia, a veces me molestaba un poco pero tengo que reconocer que en cuanto protestaba me hablaban en castellano, así que nunca tuve problemas. Cuando ahora escucho esa monserga de que no se podía hablar en catalán pienso cuánto se miente y cómo se intenta manipular la historia. También los domingos íbamos a un lugar (creo que era en el barrio Gótico) donde se bailaban sardanas e incluso aprendí a cantar «Els Segadors». Todo de forma natural, sin connotación política, sino más bien folclórica. Mi madre cuando tenía algún acontecimiento especial venía a los grandes salones de Paseo de Gracia en los cuales vi mis primeros desfiles de moda, para encargarse su ropa. Ahí estaba lo mejor del diseño. Pedro Rodríguez, Pertegaz, Santa Eulalia, Rovira, todo era elegantísimo. Después llegó el momento de la «Gauche Divine» con su cuartel «General Boccaccio» en el 505 de la Calle Muntaner. Era un lugar mítico donde se reunían cada noche los cachorros de la burguesía catalana. Los líderes del grupo eran Teresa Gimpera y Ricardo Bofill, en su divinidad se reunían para celebrar más sus talentos, sus bellezas y sus fortunas que para bailar. Boccaccio no era un espacio musical sino más bien de encuentro donde se gestionó la vida cultural de la ciudad. El gran factótum fue Oriol Regás, catalizador de movimientos y canalizador de gente diversa. Mi gran ilusión era ir a Boccaccio, una noche con amigas nos pintamos como puertas para parecer mayores y que nos dejasen entrar. Fuimos felices y nos divertimos muchísimo porque éramos la novedad, chicas monísimas, nuevas y súper cool. Durante años Boccaccio fue «The place to be». Oriol Regástenía sorpresas cada semana, organizaba expediciones de divinos a aquella Ibiza virgen en la que solo había hippies al sol, un concierto rock sin previo aviso, un desfile de moda o convertía la discoteca en un plató. Era bienvenidas las personas con ideas nuevas. Podías encontrarte a Gil de Biedma, Terence Moix, Félix de Azúa y, a veces, a Dalí en una mesa rodeado de gente extravagante. Toda la cultura, el diseño y la modernidad estaban en Barcelona. Más tarde, Madrid y su Movida se llevó parte del protagonismo, pero esos ya eran tiempos del Up & Down. Del meollo de ese momento surgió una ola de creatividad en Barcelona. Ese es su gran legado. Hubo personas que la criticaron como un lugar para progres y pijos, esas críticas provenían de los que nunca pudieron entrar. Cruzar la puerta de Boccaccio no era fácil si no eras nadie según el criterio tipo Estudio 54 en Nueva York. 32 años después de su definitivo cierre, Boccaccio permanece como un mito. La ciudad sigue siendo preciosa pero ese talento, esa creatividad que tuvo quizá se hayan extinguido engullidos por el sectarismo y lo contracultural que resultan los nacionalismos extremos. De momento seguiré disfrutando de mi querida y bella Barcelona saliendo a cenar con amigos, y, si esta lluvia que me persigue pertinaz amaina, daré un paseo por mis lugares favoritos sin quedarme colgada de ese: cualquier tiempo pasado fue mejor. Seguro que nos esperan muchos días, tardes y noches con largos y creativas charlas y paseos.