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Carmen Lomana: ¿Jugamos a los lacitos?

Nunca vuelen si están acatarrados, el dolor fue tan intenso en mi cabeza que pensé que era un ictus, me pareció una forma atroz de despedirme de la vida

Carmen Lomana saliendo de casa para ir a trabajar y durante los carnavales de Santiago del Teide, donde participó en el jurado
Carmen Lomana saliendo de casa para ir a trabajar y durante los carnavales de Santiago del Teide, donde participó en el juradolarazon

Mi vida esta semana ha consistido en intentar sobrellevar de la mejor forma el sentirme fatal. Mi cuerpo dijo «basta» y se desestabilizó: catarro infernal, fiebre, rotura de tímpano en un avión después de seis vuelos en una semana con los consiguientes cambios de presión.

Mi vida esta semana ha consistido en intentar sobrellevar de la mejor forma el sentirme fatal. Mi cuerpo dijo «basta» y se desestabilizó: catarro infernal, fiebre, rotura de tímpano en un avión después de seis vuelos en una semana con los consiguientes cambios de presión. Nunca vuelen si están acatarrados, el dolor fue tan intenso en mi cabeza que pensé que era un ictus, me pareció una forma atroz de despedirme de la vida, subida en un avión rodeada de gente que no conocía y sin poder hacer nada. Siempre hay personas adorables que te consuelan y me tocó una de ellas, cuando mi oído empezó a sangrar me dio todas las toallitas que llevaba en su bolso. Pedí una toalla a la azafata de Iberia y ni caso. En los aviones no hay toallas y para colmo de mis desgracias iba vestida de blanco y podía parecer que me habían apuñalado en pleno vuelo ahora que está de actualidad liarse a puñetazos como bestias salvajes. Después le echan la culpa al alcohol y aquí no ha pasado nada. Prohibiría terminantemente subir a un avión con bebidas alcohólicas. Cuando pisé Barajas soñaba con verme en mi casa y en mi cama, lugar en el que he pasado toda la semana. Viendo telediarios y todo tipo de programas que ni conocía, me ha venido bien para ponerme al día de la locura que están montando los del «procés» y del cinismo en el juicio.

¿Saben lo que les digo? Que estoy «hasta el gorro» (por ser fina) de los independentistas, lazos amarillos y toda esa parafernalia que me produce un aburrimiento infernal. Es preocupante el delirio de una sociedad que siempre consideramos con una sólida tradición cultural que ahora se dediquen a jugar a los lazitos amarillos y a recortar florecitas, tractores y diferentes monigotes, eso sí, «amarillos» y pegarlos en los cristales de edificios públicos como en las clases de parvulitos del colegio. Lo han convertido en un juego de niños. La deriva del «procés» puede que termite como decía Ignacio Camacho en su columna «del ámbito judicial al clínico».

Lo que si me tiene sobrecogida, y no puedo dejar de sufrir cuando pienso en ello, es la muerte de esos dos bebés de 5 meses y tres años a manos de su madre, una drogadicta psicótica que según parece los mató a golpes. ¿Y el padre qué hacia? ¿Miraba? No entiendo nada. ¿Todo el mundo sabía en las malas condiciones que vivían esos niños con denuncias por parte de la abuela para quitarles la custodia y nadie hizo nada? La madre lo primero que hizo cuando entró en prisión fue decir que tenía hambre. Después de pasar por el salón de belleza –la lavaron, asearon y supongo que hasta despiojaron porque estos que presumen de vivir como «hippies» alternativos suelen tener miedo al agua y la limpieza– está en la enfermería de la prisión confortablemente y haciéndose la loca que probablemente sea el consejo de su abogada. Porque alguien loco no esconde el bate que utilizó para cargarse a sus hijos. Esta pareja se ponía de drogas y hongos alucinógenos hasta las trancas y en ese momento podían hacer cualquier barbaridad. Me recuerda en todo al asesinato de Sharon Tate, la mujer de Román Polanski, embarazada de siete meses y sus amigos por un grupo de «hippies» satánicos, dirigidos por Charles Manson y ciegos de drogas. La diferencia es que él ha muerto hace unos meses en la cárcel, condenado a cadena perpetua. Y aquí todos los asesinos y violadores reincidentes cumplen unas condenas muy «light». Lo vemos cada día. ¿Y quién se opone a la prisión permanente? Los grupos de izquierdas y las feministas, las mismas que se rasgan las vestiduras cuando violan y asesinan cruelmente a una mujer pero luego abogan para que no se admita la prisión permanente o perpetua. No entiendo ese cinismo y contradicción. Pienso que parte de la cámara de diputados se dedican a la representación de la mentira mientras los ciudadanos contemplamos con rabia e impotencia todo este circo.