Paloma Cuevas destaca pero no deslumbra

Cómo han cambiado las cosas… Qué diferentes aquellos veranos lejanos de este, incluso con la siempre capitalísima, turísticamente atestada y un tanto amuermada Palma, no sé si predilecto y preferido refugio de la Familia Real, al menos para comprar zapatos. Ninguno ha faltado a la cita porque dejar de concurrir sería como darse de baja en los ‘royalties’ y no están por esas… Dejarse caer allí supone símbolo isleño y nostálgico, añorante testimonio de veranos mejores, ¡ay!

Insisto en que nada es como era y todo se queda en informaciones de segundo orden salvo en el caso de Isa Pantoja, que muy juvenil e inexperta -resulta naíf, cosa de sus pocos años-, relativamente nos anima el panorama posando -bueno, es un decir- con bikini. Es lo mas llamativo de estos días. Hay que ver a donde hemos caído.

Destacó impactando Paloma Cuevas, estupenda, sencilla y llamativa, que con un discreto traje diseñado por ella, fue la gran estrella de la Gala Starlite, siempre esperado fiestón «marbellero», aunque aquello ya no es ni sombra de lo que fue en tiempos de Gil y Gil. Para Paloma supuso su primera y sin duda bien estudiada aparición pública tras separarse sorpresivamente del torero Enrique Ponce. Es un alejamiento sorprendente que aún produce extrañeza y cábalas de todo tipo. Es una ruptura que sigue coleando y causando extrañeza en sus amigos.

Paloma buscó impactar y lo consiguió vestida con una sencilla y nada complicada túnica de gasa blanca. No era nada superferolítico ni deslumbrante y quizá ese era el objetivo que se había marcado: destacar sin deslumbrar. Ningún complemento mejor que el blanco para conseguirlo. Con la melena peinada hacia atrás, dejándole despejada la frente, tuvo una de sus últimas noches más impactantes. Semejaba una novia y reconoció emocionada que «mis hijas son la luz de mi vida. Me la llenan de un bonito color», señaló como prueba evidente de su buen ánimo. Ojalá le dure.