Entrevista

Rafael Cidoncha, retratista de los ojos grandes de Esperanza Aguirre: “Tiene una docena de caras”

El reconocido como «pintor del poder» revela que más de una dama habría vendido su alma al diablo a cambio de la juventud eterna a través del retrato

La ex presidenta regional Esperanza Aguirre, durante la presentación de su retrato
La ex presidenta regional Esperanza Aguirre, durante la presentación de su retratoMiguel OsésAgencia EFE

Revelar el arte y ocultar al artista. Este conocido adagio hay que romperlo cuando la obra tiene como protagonista a Esperanza Aguirre, que, al descubrir su retrato el lunes pasado, reaccionó con socarronería: «Hay gentes que quieren verme colgada». Afortunadamente, el autor, Rafael Cidoncha, solo mereció parabienes de la expresidenta. Después de retratar a personalidades como los Reyes Juan Carlos y Felipe VI, Ana Pastor o Mario Vargas Llosa, podemos confirmar que es el pintor del poder.

Nació en Vigo, en 1952. Puede que la habilidad para dibujar de su padre, arquitecto, le predispusiera y fue el primer artista en la familia. La belleza natural de su tierra y la caja de acuarelas que le regaló su abuela remataron su gusto por el color y con cinco años ya regalaba a su gente sus primeros retratos, inspirados en los personajes de Disney. Esos bocetos tempranos evolucionaron a rostros a los que dota de alma, cada una con su singular belleza, sus emociones, caprichos, razones y pasiones. Aunque ahora vive a caballo entre Madrid y París, ha trabajado en las ciudades con más solera artística, como Nueva York, Tánger y Marrakech.

Ante semejante desfile de personalidades en su estudio, se hace difícil sujetar una curiosidad que se desboca en busca de alguna anécdota jugosa que llevar a la crónica. Cidoncha, hombre comedido y reflexivo, se mantiene leal a su discreción, pero de modo muy cortés revela que más de una dama habría vendido su alma al diablo a cambio de la juventud eterna a través del retrato. Muy Dorian Gray, pero a la inversa.

Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso
Esperanza Aguirre e Isabel Díaz AyusoRicardo RubioEuropa Press

Aguirre tiene un punto de coquetería que nunca ha disimulado. ¿Fue fácil agradarla?

El resultado es el de una mujer alegre y segura de sí misma, tal y como es ella. Esperanza Aguirre quedó satisfecha, pero ha sido todo un logro por su complejidad. Es un torbellino. Gesticula, sonríe y habla mucho. Con cada ocurrencia me sorprendía con una expresión nueva y hay docenas de caras de ella. Tiene la habilidad de romper ese instante que intentas capturar.

En la inauguración conoció a Isabel Díaz Ayuso. ¿Qué impresión se llevó?

Me cautivó. Su imagen es poderosa y muy natural. Tiene un rostro perfecto y armónico para trasladar al lienzo. Me pareció una mujer encantadora, guapa, inteligentísima, culta y con una personalidad fascinante. Tomamos después una cerveza y vi que habla mucho, pero sin cansar. Es muy amena.

¿Le gustaría retratarla?

Para mis lienzos me gusta la gente como ella, hecha a sí misma. A cualquier líder con fuerte personalidad le retrataría, aunque no hay tantas personalidades carismáticas que me puedan atraer.

¿Vetaría a algún personaje en sus lienzos?

Jamás retrataría a Vladimir Putin.

Esperanza Aguirre e Isabel Díaz Ayuso
Esperanza Aguirre e Isabel Díaz AyusoMiguel OsésAgencia EFE

Su realismo llega a provocar aturdimiento.

Plasmo lo que el cerebro ve y son ya muchos años de observación que han educado al ojo para captar el detalle y que las manos ejecuten al mismo ritmo. Trabajo también con la intuición, de manera que cualquier gesto o rictus pueden ser muy sugerentes. Soy muy exigente técnicamente y por eso no me gusta trabajar sobre fotografías. El modelo tiene que hablar y el artista escuchar.

Si el retrato contase…

Detrás de cada uno hay una historia fascinante. Las sesiones son largas y el retrato es el resultado de mi interés por el ser humano, la expresión del alma.

¿Cómo consigue la paciencia del posado?

El artista es una agonía, pero mi trabajo empieza mucho antes. No me gusta maltratar al modelo con sesiones interminables. Enseguida tienes que captar la expresión que quieres reflejar. Esto no evita que el proceso sea una auténtica neurosis porque, incluso cuando capturas en el lienzo lo que observa tu cerebro y el modelo empieza a parecerse al cuadro, siempre encuentras algo más que necesitas proyectar.

¿Detesta la cirugía estética?

Que me perdonen los cirujanos, pero están desfigurando la anatomía natural de la cara femenina. No encuentras una expresión, una arruga, un detalle que hable de su trayectoria vital. Nada está en su sitio, ni siquiera el entrecejo, y de repente te encuentras rostros que parecen gatos o peces. Ni siquiera me gusta el maquillaje, es como escalar una pared lisa.

¿Detecta mucha vanidad en el poder?

Al menos en mi estudio, no he visto vanidad. Lo que ocurre es que tenemos una falsa percepción de nosotros mismos y no somos sinceros ni siquiera con el espejo. Afortunadamente, la primera impresión ante cualquiera de mis retratos ha sido, en general, muy positiva. y eso que no soy un artista complaciente.

Alguien le habrá pedido que le devuelva la eterna juventud

Por supuesto, pero no atiendo tal petición. No me parecería honesto ni conmigo ni con el personaje.

El Rey Juan Carlos I en una imagen de archivo
El Rey Juan Carlos I en una imagen de archivoAlberto OrtegaEuropa Press

¿Le resulta intimidante retratar a la realeza?

A Don Juan Carlos le he retratado en dos ocasiones y a su hijo, Felipe VI, una. Es un encargo que impone, pero ambos mostraron gran simpatía, cercanía y amabilidad.

Buena parte de la historia la tenemos en pintura. ¿Abruma pensar que sus cuadros continuarán ese relato?

Me importa sobre todo la calidad de la obra. Aún no me he acostumbrado a despertar atención como autor de retratos de gente influyente.