Situación
Castillo de Manzanares: un fantasma que llora, una duquesa y mucha burocracia
Después de una semana de revuelo, el entorno de Almudena de Arteaga, dueña de la fortaleza, nos aclara su futuro inmediato
El castillo de Manzanares el Real, a 52 kilómetros de Madrid, atesora, además de una gran belleza natural, historias, leyendas y acontecimientos militares que podrían dejarnos sin aliento. En él mora también un fantasma que tiene nombre de mujer, Maricantina. Esta pastora se enamoró perdidamente en el siglo XV de Íñigo López de Mendoza, conocido como el marqués de Santillana, militar y poeta. Al ser un amor prohibido, Maricantina murió de pena y desde entonces sus muros rezuman al caer la noche un vago y lastimoso llanto. Cuánto hay de cierto nos lo podría contar su propietaria actual, Almudena de Arteaga, duquesa del Infantado y descendiente de la familia Mendoza.
Jugando con los límites difusos que en estos casos separan realidad y fantasía, nos permitimos imaginar un encuentro fascinante entre el espíritu de la amante desdichada y la duquesa, que acaba de recuperar la fortaleza. Es escritora y ha publicado una veintena de novelas históricas tan exitosas como «La princesa de Éboli», pero no es momento de delirios literarios, sino de centrar su atención en el futuro de su imponente castillo, en cuya construcción participó el arquitecto real Juan Guas.
Esta semana ha vencido el contrato que firmó el Ducado del Infantado el 5 de enero de 1965 con la Comunidad de Madrid (llamada entonces Diputación Provincial) para que se hiciese cargo de su uso y gestión pública. El castillo ha echado el cierre, pero según indican a LA RAZÓN fuentes cercanas a la familia, la intención es abrirlo de nuevo y gestionarlo de manera privada.
Su abogado, Miguel Temboury, y el hermano de la escritora, Iván de Arteaga, se están ocupando de la negociación. «Hay una única voluntad, que es la reapertura del castillo sin demasiada demora para seguir prestando un servicio al público, y todas las partes, Ayuntamiento, Comunidad de Madrid y familia, están interesadas», nos avanza el representante legal de la familia.
El principal escollo son las licencias urbanísticas al estar construido sobre terreno rústico. «Existen varias vías legales que ya estamos estudiando. Entre ellas, la modificación de las normas subsidiarias del municipio. De Arteaga quiere reabrir con todas las garantías legales y de seguridad. Teniendo en cuenta los plazos que exige este tipo de gestiones, confiamos en que se puedan agilizar los trámites. Si es así, antes de que acabe el primer semestre de 2025, habrá abierto de nuevo sus puertas».
El castillo, que durante estos últimos años ha sido restaurado, conservado y mantenido por la Comunidad de Madrid, se encuentra en un estado de conservación impecable. La expiración del contrato ha hecho que sus diez tapices flamencos hayan sido ya devueltos a la Real Fábrica de Tapices, confirman a LA RAZÓN las mismas fuentes familiares. Otras obras de arte de menor calado, como cuadros religiosos de José Maea, se mantienen de cara a una próxima reapertura, igual que los contenidos propiamente museográficos. «El objetivo ahora es trabajar para encontrar una solución urgente y reducir en lo posible los plazos burocráticos», insiste Temboury. La reapertura significará retomar la actividad de esta joya patrimonial declarada Bien de Interés Cultural. Con unos 100.000 visitantes al año, se ha convertido en el motor económico y turístico de esta zona. Según nos advierten, es pronto para detallar si se ampliará el programa de actividades o se le dará, como se ha publicado, un uso hostelero con la celebración de bodas y eventos.
Títulos nobiliarios y literarios
Mientras se resuelve su devenir, todos los ojos están puestos en su propietaria, la duquesa del Infantado, de 57 años. Es licenciada en Derecho, pero desde el éxito de «La princesa de Éboli», en 1997, se dedica de lleno a la literatura, con novelas como «La Beltraneja», «María de Molina, tres coronas medievales», o «Ángeles custodios», sobre Isabel Zendal, que fue llevada al cine con el título «22 ángeles». Todas han sido reeditadas y traducidas a varios idiomas.
Tras la muerte de su padre, Íñigo de Arteaga, en 2019, Almudena fue la depositaria del Ducado del Infantado, aparte de otras distinciones, creado por los Reyes Católicos en 1475. Por sus venas corre el talento literario del Marqués de Santillana, Jorge Manrique y Garcilaso de la Vega. De curiosidad insaciable y creatividad febril, su retrato es el de una mujer renacentista. Comprometida hasta la médula con el legado de la Casa del Infantado, se define a sí misma escritora, minera y leñadora, puesto que gestiona un hayedo en Guipúzcoa y una cantera de arena de playa.
Está casada en segundas nupcias con José Ramón Fernández de Mesa y Temboury, tiene dos hijas y cinco nietos. Su patrimonio es extenso, pero la nobleza ya no recibe más privilegio que su custodia y el pago de impuestos.