
Memorias
El enigma por resolver de Carmina Ordóñez, según Charo Vega: "Aquella noche en su casa estaban quienes no tenían que estar"
La sevillana ha compartido un fragmento de unas memorias aún sin publicar por miedo "a represalias"

El 23 de julio pasado se cumplieron veinte años de la muerte de Carmina Ordóñez. Aquel verano de 2004, la noticia de su fallecimiento sobrecogió a todos y tanto las televisiones como la prensa del corazón se llenó de imágenes y recuerdos en una especie de duelo compartido. España perdía a una de sus figuras mediáticas más icónicas y magnéticas. Feroz y a la vez frágil, moderna y tradicional al mismo tiempo, orgullosa de sus genes, pero rompiendo clichés, Carmina murió igual que vivió: sin pedir permiso.
Su amiga Eva Carreño encontró su cuerpo sin vida en la bañera de su domicilio madrileño. Los detalles fueron deslizándose a cuentagotas y la ansiedad colectiva dio paso a la desinformación. Todos hablaban y los titulares eran contradictorios. También de su entorno más cercano salieron versiones enfrentadas, rumores y desmentidos. Su presagio de que no llegaría a cumplir 50 años se cumplió. "La divina", como era conocida, murió un mes y medio después de cumplir 49.
Una cadena de desgracias
Su muerte era otro capítulo más escrito con lágrimas en el clan de los Ordóñez y lo llamativo es que las hipótesis, la ambigüedad y la disparidad de opiniones aún continúan, duplicando el dolor de sus hijos, cuyo mayor deseo fue siempre respetar la privacidad que merecía su madre y mantener en la más absoluta intimidad el informe forense.

No pudieron evitar que se hablase, especulase y reconstruyen los últimos días de Carmina. "Socialmente es más llamativo, y parece más exótico, si vinculamos los problemas a ciertas drogodependencias o a ciertos consumos. Pero en este caso no fue la base del problema, ni muchísimo menos. Era uno de los adheridos pero no era el origen, para nada. El origen son otras moléculas que nos venden legalmente en una farmacia y que tienen un riesgo muy elevado sin control y sin supervisión médica", desveló Julián Contreras Ordóñez, el hijo pequeño de Carmina en RTVE, provocando un cisma entre hermanos que aún persiste.
Charo Vega, su confidente
Una de las personas más marcadas por su pérdida es su gran amiga Charo Vega. Compartieron desde su adolescencia una amistad leal y cómplice y una intensísima vida social, tanto en los veranos marbellíes como en las noches madrileñas, a las que se sumaban Lolita Flores y Belén Ordóñez. La muerte fue un golpe durísimo para Charo, quien expresó hace unos meses en una carta su deseo de haber envejecido juntas y cómo la echaba de menos cada día.

El viernes 2 de mayo fue Charo Vega compartió por primera vez un fragmento de unas memorias aún sin publicar por temor a "represalias". Lo hizo en el programa "TardeAR" y se refirió al misterio en torno al fallecimiento de Carmina. "Yo estoy en mi derecho de sacarlas o no, o cuando me dé la gana", avanzó antes de su lectura. "Caminé hasta la orilla, el agua estaba helada atardecía eran exactamente las 10 menos 15. Lo recuerdo con precisión porque miré el reloj la playa estaba completamente vacía. Rompí a llorar".
Con la voz quebrada, Charo continuó: "Me senté en la arena, encendí un cigarro, por si durante esa espera el mar me la devolvía. Buena señal, pensé, pero no. La mano que meció mi casa me la quitó. Carmen vivió como quiso, era auténtica en todos los sentidos, de educación exquisita, sus casas eran todas como de revista". Y recordó que "aquella noche, en su casa estaban quienes no tenían que estar".
Charo, que aprovechó para anunciar que será bisabuela, tiene el recuerdo muy vivo de su amiga. "El gusto que heredó de su madre, la forma de atender a los invitados, de poner la mesa generosa hasta lo indecible. Ayudó a muchísima gente necesitada", dice en sus memorias. "A la verdadera Carmen la conocimos muy pocos, y esas siempre han sido leales. Su muerte fue un durísimo golpe. Se marchó con todo su esplendor, de forma inesperada, tal vez porque así tenía que ser o porque aquella noche en su casa estaba quienes no tenían de estar", cuenta en sus memorias.
Y terminó con una inquietante reflexión: "A estas alturas qué sabe nadie o quién lo sabe callará para siempre".
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