Obra

La gran historia de Carmen Díez de Rivera, de tragedia griega a «thriller»

La triste existencia de la que fue «musa de la Transición» es llevada al teatro. Hablamos con Nieves Herrero, conocedora de la gran «herida» de esta mujer

Carmen Díez de Rivera, eurodiputada socialista hasta junio de 1999
Carmen Díez de Rivera, eurodiputada socialista hasta junio de 1999FRANCISCO MORENOAgencia EFE

El silencio que este martes nueve de enero reinaba en el convento de clausura de las carmelitas de Arenas de San Pedro (Ávila), donde descansan las cenizas de Carmen Díez de Rivera y de Icaza, contrastaba con los «flashes» que crepitaban en Madrid durante la presentación de una obra de teatro inspirada en la apasionante existencia de esta política, fallecida el 29 de noviembre de 1999 a los 57 años.

«Carmen, nada de nadie» se podrá disfrutar desde este miércoles 17 de enero al domingo 18 de febrero en la sala Margarita Xirgú del Teatro Español de la capital. Una obra, ejecutada al alimón por Francisco M. Justo Tallón y Miguel Pérez García, que se suma a las valiosas memorias escritas por la periodista Ana Romero en colaboración con la propia Carmen, entre varios libros, novelas de literatos de la talla de Manuel Vicent, documentales y miniseries. Esta es, en cambio, la primera ocasión en la que la fabulosa y triste historia de la hija de los marqueses de Llanzol, dueña de una vida «con paralelismos con las tragedias griegas, como Antígona o Ariadna», en palabras de su director, Fernando Soto, se sube a las tablas en la piel de Mónica López.

La actriz, con una dilatada trayectoria entre cuyas interpretaciones destaca, entre otras, la de la reina Sofía en «23-F: el día más difícil del rey», desgranará los momentos cumbre de su carrera. Díez de Rivera alcanzó un puesto que ninguna mujer ha desempeñado en este país: con 33 años, fue jefa del Gabinete de la Presidencia del Gobierno con Adolfo Suárez. «Me acerqué a su figura porque tiene una personalidad particular: venía de un círculo aristocrático, era religiosa pero, a su vez, tenía unos objetivos muy loables, como los principios de igualdad, de justicia social, de hacer un mundo mejor, aparte de un drama personal, que marcó su vida y que no es lo primordial ni lo que nos llamó la atención. Nos interesa dónde le llevó esa herida: a la lucha política en un contexto social muy tenso. Por eso, la obra tiene un aire de «thriller». Aquellos eran años de extremismo y de atentados. Una época peligrosa. Ella se jugó el tipo para salir de una dictadura y pedir que se legalizara el Partido Comunista para que se realizasen una posibles elecciones. Buscó y consiguió la democracia», prosigue Soto. Umbral la bautizó «musa de la reforma». Un calificativo que ella consideró «sexista y peyorativo».

Carmen Díez de Rivera
Carmen Díez de RiveraSergio Parra

«Aunque no hemos pretendido hacer un biopic y queremos guardar su memoria», justifica el director, los pasajes íntimos de Carmen juegan un rol importante en la obra dramática, donde hay otros tres actores: Víctor Massán, en el papel del Rey Juan Carlos; Oriol Tarrasón, como Adolfo Suárez, o Ana Fernández, en la piel de Sonsoles de Icaza, la madre de Carmen, musa de Cristóbal Balenciaga y una de las mujeres más elegantes de esa España en blanco y negro.

Fruto de un amor prohibido

Esa «herida», a la que se refiere Soto, se produjo cuando Díez de Rivera contaba con 17 años. El 28 de diciembre de 1959, mientras ultimaba su boda con Ramón Serrano-Suñer, hijo del que fuera ministro de Asuntos Exteriores durante el Régimen y sobrino de Francisco Franco, ya que su madre era Zita Polo, hermana de Doña Carmen, se vio obligada a terminar su relación con él. ¿La razón? Eran hermanastros. Su madre, Sonsoles de Icaza había mantenido un romance secreto con Serrano-Súñer y se había quedado embarazada de él.

El ex ministro de Interior y Asuntos Exteriores, así como creador y presidente de honor de Radio Intercontinental, Ramón Serrano Suñer
El ex ministro de Interior y Asuntos Exteriores, así como creador y presidente de honor de Radio Intercontinental, Ramón Serrano SuñerMIGUEL CORTESAgencia EFE

Carmen era fruto de aquel romance prohibido de la dictadura. «En un instante pasé de estar plena, habitada por la persona a quien amaba, con la que había descubierto el primer beso, la piel y las estrellas, a la nada. El dolor interno fue inmenso, infinito. Yo noté que algo se me había roto dentro. Algo tremendo hizo crack. Noté ese ruido. Fue un dolor muy profundo. Se me partió el alma. Se apagó la luz. Me rompí por dentro. De repente, me quedé sin una sola raíz», dijo ella. Díez de Rivera nunca entendió por qué no le advirtieron desde niña de que estaba adentrándose en un terreno arriesgado, ya que había comenzado a salir con «Rolo» con solo 13 años. «Yo no juzgué nada. El amor no se juzga. Lo que sí pensé es: ¿ustedes cómo han sido tan insensatos y no me lo hicieron saber?», contó Díez de Rivera a Ana Romero, con la que escribió sus memorias durante el final de su vida, coincidiendo con su ingreso en el hospital San Rafael de Madrid, de donde ya no saldría debido al cáncer que sufría.

María Sonsoles de Icaza y de León, marquesa de Llanzol
María Sonsoles de Icaza y de León, marquesa de Llanzol LR

«En efecto, ella nunca entendió que su madre alentara todo aquello. La propia Sonsoles fomentaba que las dos familias se vieran y veranearan juntas. Todo por estar cerca de Serrano-Súñer. Si ya es trágico para cualquiera no poder estar con la persona amada, la tragedia se eleva al cuadrado si él es, además, tu hermanastro. La cicatriz es mucha más profunda. Lo verdaderamente angustioso es que aquello lo vivió una persona. ¡No era ficción! Trasciende la literatura, donde encontramos ejemplos como «Romeo y Julieta» o la leyenda de los amantes de Teruel, Isabel de Segura y Juan Martínez de Marcilla», cuenta Nieves Herrero, autora de la aclamada novela «Lo que escondían sus ojos» (Editorial Esfera de los Libros), que popularizó esta relación furtiva, «sobre la que se ha intentado echar tierra encima, pero la historia sigue saliendo». El siguiente pasaje en la vida de la joven Carmen es que continuó viendo a su hermano durante cinco años más, pero, definitivamente, lo suyo no podía ser.

Del amor humano al divino

Durante ese tiempo, se mudó a Francia con el fin de someterse a una cura de insomnio y probó como monja de clausura en el convento, donde hoy descansan sus cenizas. «Cuando vio que el amor humano le era negado, se entregó al de Dios. Al darse cuenta de que no tenía vocación, salió con un resquemor muy grande hacia su madre. El no poder amar a quien ella quería fue un terremoto interior. Aquello la destruyó», prosigue Herrero. Fue entonces cuando huyó a Costa de Marfil, donde permaneció tres años. «Me fui a África porque, si no, no habría salido nunca de esa historia. No fui con ningún afán misionero. Fue un acto de desesperación. Como no podía suicidarme, a pesar de que lo pensé mucho, decidí irme a África porque estaba segura de que allí cogería alguna enfermedad que acabaría con mi vida. Fui a África en busca de la muerte», confesó la propia Carmen. Pero no murió. Volvió a Madrid en 1967.

Licenciada en Filosofía y Letras, Ciencias Políticas y especialista en Relaciones Internacionales, hizo la tesina sobre la juventud de Pasionaria y corrió delante de los grises. Era una visitante frecuente del Palacio de la Zarzuela y le contaba al futuro rey lo que ocurría en la calle. Todas las noches hablaba con él por teléfono. A veces, en inglés. Así empezó su aventura política. El príncipe le presentó a Suárez, director general de TVE, y, en 1969, se fue a trabajar con él. Siete años después, con 33 años, se convirtió en jefa de gabinete del presidente del Gobierno. Una de sus primeras acciones fue la supresión del Tribunal de Orden Público. Se rumoreó que tuvo algo más tanto con el Rey como con Suárez. También se enfrentó a un mundo machista y luchó contra una belleza indómita y aplastante. Pero no fue lo único que le pasó factura. También lo hicieron frases como: «El país le debe la transición al Rey, a Santiago Carrillo, al Pueblo español y a Suárez. Por este orden. Les guste o no les guste, el gran patriota fue Santiago Carrillo. Él y el Partido Comunista pusieron por delante los intereses de los ciudadanos españoles a su propio credo político».

«Ella era una mujer con mucho carácter, de gran personalidad y miraba a todo el mundo de frente. Después de una conmoción tan terrible, había cosas que le daban igual. Una gran personalidad, como en ese caso el rey o el presidente del Gobierno, tiene que tener a alguien que te diga la verdad. Y esa era ella», finaliza Nieves Herrero.

Pasó por la USDE, el PSP, la CDS y, finalmente, el PSOE, donde ejerció de eurodiputada en Bruselas: luchó en Europa contra el tabaco, el turismo de masas, el ruido… Hasta que, en 1992, le fue diagnosticado un cáncer. En el libro que sobre ella escribió la periodista Ana Romero, reconocía que nunca dejó de amar a«Rolo», a quien echó de menos en su lecho de muerte, donde estuvo rodeada por amigas como la exministra Rosa Conde o Rosa María «Sweetie» Quintana, amiga de su infancia. Desde las habitación del hospital, pensaba en ese amor frustrado y en la paz que durante los últimos años le había dado su casa de Menorca, en pleno Mediterráneo. Sin embargo, la sal de aquel inmenso mar no fue suficiente para curar tantas heridas. Hoy, son ellas las que llenan teatros.

El gran escándalo del régimen

Si había algo que molestara a Carmen Díez de Rivera es que se refirieran a ella como «aristócrata rebelde», porque por su sangre corría de todo menos nobleza. Ella fue la hija del amor prohibido entre Ramón Serrano-Súñer (a la izda), ministro de Asuntos Exteriores del Régimen y cuñado de Franco, y Sonsoles de Icaza (a la dcha), casada con Francisco de Paula Díez de Rivera y Casares, marqués de Llanzol, a quien siempre consideró su verdadero padre. «Cuánto vas a sufrir, Carmencita», le dijo el aristócrata cuando estaba a punto de enterarse de que Ramón, su prometido, era su hermanastro y no podía casarse con él. Él siempre le dio sus apellidos y su vínculo nunca se transformó cuando el escándalo ya era público. De «padre Llanzol» heredó su bondad y la falta de rencor. De «padre Serrano», su pasión por la política. ¿De su madre? Todo el glamour del mundo.