
Pasarela
La moda en Madrid: ni puntual ni cumplidora
Fely Campo, Odette Álvarez o Malne han sido las firmas encargadas de cerrar la edición en la que MBFWMadrid cumplía 40 años

Madrid no madruga los sábados… o al menos no se levanta pronto para venir hasta Ifema. El gran poder de convocatoria de la diseñadora María Lafuente no fue suficiente para llenar las gradas de su desfile, que estaban al 60% de ocupación y eso que comenzaba a las once de la mañana. Su homenaje al campo y a todo lo que ha sufrido este verano (incluida su comunidad autónoma, ya que es de Castilla y León) se plasmaba en unas prendas donde el tul y el denim competían por ser los grandes protagonistas. Con una paleta que iba del rosa chicle al blanco, el beis y el azul vaquero, la de León elaboraba una propuesta en la que veíamos vestidos construidos a través de piezas y volantes. En su pretensión de «transformar el dolor en conciencia», su desfile contaba también con una serie de performances: comenzó con tres bailarinas, que actuaron durante todo el desfile, y, en mitad de este, sin que nadie se lo esperara, apareció un hombre que se subió a una barra de pole dance. Está bien buscar la innovación, pero en el desfile de María Lafuente sucedieron demasiadas cosas más allá de la propia pasarela y era difícil poder fijar la atención en algo.

Para que esto no pasara, Paloma Suárez optó por plantear todos los modelos de manera estática, como si de una galería de arte se tratara. Y de arte tenían mucho, ya que destacaban en su propuesta –tanto para hombre como para mujer– sus potentes estampados que se plasmaban en trajes y vestidos, que cedían el protagonismo al color efervescente de las prendas. En su caso tuvo problemas con la hora: la presentación de la creadora canaria sufrió un retraso de más de cuarenta minutos, lo que provocó cierto malestar entre el público, que tampoco sabía qué hacer con ese novedoso planteamiento de desfile.
El clasicismo de Fely Campo
Fely Campo, en cambio, fue mucho más convencional. Se conformó con presentar a la manera clásica sus diseños que destacaban sobre todo cuando se ceñía a lo más clásico. Hizo algunos intentos por desestructurar trajes, pero lo cierto es que no le hacía falta. La propuesta era bonita, agradable y bien hecha. Se notaba el mimo con el que trata las piezas. A destacar un vestido blanco en paillettes que jugaba con el patrón del esmoquin y las últimas salidas, en blanco y negro, donde planteaba la idea de la iridiscencia que el viernes vimos en Isabel Sanchís. Esas salidas finales fueron de lo mejor que se vio en MBFWM durante esta edición.

Teijdos exquisitos
Y si Mercedes Benz Fashion Week Madrid ha cumplido cuarenta años, Odette Álvarez cumplía quince y rindió un homenaje a todas sus clientes, como explicaba a este periódico momentos antes de su presentación, con el «Club Paraíso». Se trató de una propuesta que bebía de Oriente y del Modernismo, con espectaculares bordados de pedrería sobre organza y lanas. Para que se hagan una idea, el metro cuadrado de la tele que empleó ayer alcanzaba los 400 euros. Álvarez afirmaba que le «costaba hacer verano», pero lo cierto es que con esta propuesta, donde destacaron también sus cotas de malla que recordaban armaduras o sus amplios vestidos, que parecían sencillos pero que llevan un interesante trabajo de corsetería, aprobaba con nota.
Otra de las diseñadoras que apostó por el brillo de las prendas fue Dolores Cortés. Su propuesta de baño se inspiraba directamente en los vivos colores de las pinturas murales Ndbele, originarias del sur de África. De esta manera, construía una propuesta vibrante y apasionante, como todo lo que suele hacer esta reina del baño.
Malne y Schlesser daban carpetazo a esta edición de MBFWM. Los primeros se imbuían del espíritu de Frida Khalo para configurar el armario del siglo XXI de la pintora mexicana. Y lo hicieron a través del algodón, y del lino, jugando con la corsetería y una paleta con el blanco con protagonista, que acepta también sedas estampadas, prints floras con efecto mojado y el negro, el color fetiche de la firma, Mientras tanto, Schlesser, de la mano de Alfonso Pérez, su diseñador creativo, jugaba con los códigos religiosos reivindicando el acto de vestir como un acto casi sagrado. Amén.
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