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Negocios

Ramiro Mato, el empresario amamantado entre arte, joyas y subastas

El fundador de la firma Ramsos, miembro de la familia Ansorena, nos habla de cómo revive en la moda la energía de las pujas

Ramiro Mato Cedida

De Celestino Ansorena, el fundador de la imperio de arte, joyas y subastas que lleva su nombre, a Ramiro Mato, fundador de la firma de moda Ramsos, han pasado seis generaciones. Son casi 200 años y aún se puede tejer una crónica que enlaza el diamante con el lino, uno de los tejidos preferidos de este joven de 30 años. Tirando de sus fibras llegamos a 1845, cuando el empresario alavés, su trastatarabuelo, se abrió camino como joyero en la calle Espoz y Mina de Madrid. Isabel II le hizo el primer encargo, una tiara para el Papa Pío XIX. Enseguida le pidieron una espada para el general Martínez Campos, los llamados lazos de dama y mil piezas más.

En 1860, Celestino fue nombrado «diamantero» de la Familia Real y en 1906 fue el rey Alfonso XIII quien pidió a la Casa Ansorena una joya que pasaría a la historia: la diadema de flores de lis que llevaría en su boda Victoria Eugenia, la misma que ha lucido la Reina Letizia en ocho ocasiones combinando con diferentes peinados y vestidos. Junto a la tiara, le encargó el famoso collar de chatones.

A primera vista, el diamante y el lino parecen elementos lejanos. Uno es una piedra preciosa y brillante; el otro crece humilde. Pero ambos sostienen la sobria elegancia que transmitió Celestino a sus descendientes y fue pasando de generación en generación. A Ramiro le amamantaron con asombrosas historias de joyas, subastas y pujas que tenían la excelencia como denominador común. Historias como la de la corona de la Virgen del Pilar, que necesitó 33 operarios y 44 días para llegar puntual a la bendición de Pío X en Roma; o la de los cuadernos de dibujos que lograron salvarse de la guerra, además de las joyas que su bisabuela guardó en su faja. Gracias a esta picaresca, el negocio resurgió para convertirse después en la casa de subastas más importante de nuestro país. Igualmente curioso es el relato de una colección de cuadros que llegó a Ansorena y, al hacer una valoración antes de proceder a la subasta, se encontraron una del pintor italiano Caravaggio.

Ramiro ha emprendido su propia ruta vital, pero sin desligarse de esa esencia y del sentido estético que cada obra de arte y joyas singulares han ido impregnando su vida. «Llevar el apellido Ansorena implica tener una referencia constante de calidad, historia y estética. Aunque Ramsos ha tomado su propio camino, es imposible no haber absorbido desde pequeño un respeto por el detalle y lo bien hecho. Lo veo más como una inspiración que como un peso».

De todos esos momentos que marcaron su infancia y le hicieron consciente de la herencia familiar, dice que lo decisivo fue estar siempre cerca de espacios donde se respiraba arte y se valoraba lo auténtico. «Eso te da cierta sensibilidad, aunque en su momento no era del todo consciente». Este entorno cultivado y sensible moldeó su mirada y fue sembrando en él un sentido de la estética que se reveló hace cinco años en su proyecto con un sello muy personal.

En Ramsos confluye todo su bagaje. «Desde lo que he visto en casa hasta lo que descubro en la calle. También los viajes, la música, el cine… y, sobre todo, la gente. Me inspiran más las personas auténticas que una pasarela. Creo que mi estilo nace de observar mucho y de no seguir normas». De su herencia familiar recoge el valor de lo atemporal. «De lo que se mantiene en el tiempo. Es algo que intento llevar a Ramsos, prendas que puedan acompañarte durante años sin perder sentido».

Tensión y emoción

Y desde cierta distancia, comprueba que, a pesar de haber roto el cordón umbilical, hay detalles que, de alguna manera, le mantienen arraigado a Ansorena. «La energía tan particular que se vive en una subasta, esa mezcla entre tensión y emoción es el mismo pulso que busco con cada lanzamiento de colección». Son muchos los aprendizajes . «Saber que una marca no es solo lo que haces, sino cómo lo haces y cómo tratas a quienes están contigo: equipo, clientes, colaboradores. Eso me lo llevo conmigo», explica.

Cuando se le pregunta por sí mismo, enseguida emergen tres cualidades que considera que definen su trabajo y su manera de estar en el mundo: «Cercanía, intuición y obsesión por los detalles. Me gusta estar en todo y rodearme de gente con talento. Creo en construir desde lo auténtico, con los pies en la n la tierra, pero siempre con una visión ambiciosa y bien definida». Ramsos se ha consolidado como una marca de esenciales, sin fecha de caducidad, que visten figuras como Eugenia Silva, María Pombo, Pablo Castellanos, Tomás Páramo o Lorenzo Caprile. «Hacemos ropa que habla de quién eres sin que tengas que decir nada. Atemporal, con diseño y pensada para que estés cómodo». Desea aportar a la moda un punto de vista honesto. «No vendemos humo, hacemos ropa cómoda, de calidad y con un diseño que destaca. Prendas que quererrás ponerte mil veces, hechas de forma consciente, transparente y responsable con el planeta».

Sobrevivir al ritmo implacable y exigencias cambiantes de la industria de la moda es todo un desafío, pero tiene buenos resortes. «El impulso de la comunidad que ha estado con nosotros desde el inicio. Y mucha pasión, sentido común y rodearme de gente que cree en ello. A veces toca aguantar, otras reinventarse, pero siempre disfrutar el camino».