Ginebra

Los Saboya: Herederos irreconciliables

Aunque el reinado de los Saboya en la «bella» Italia duró menos de un siglo, todavía hoy los monárquicos siguen divididos entre los dos dispares sucesores de la dinastía

Los Saboya: Herederos irreconciliables
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Italia disfrutó de menos de un siglo de monarquía unificada bajo los Saboya. Su último rey, Humberto II, ocupó la Lugartenencia del Reino desde 1944 para reinar sólo durante el mes de mayo de 1946. El «Re di Maggio», tras un referéndum de discutida limpieza –recuerdo cómo Franco Malnati me lo explicaba en su casa de Bérgamo al regalarme su libro «La grande frode. Come l'Italia fu fatta Repubblica»– abandonó el país para sufrir destierro en Portugal, como ya había padecido su tatarabuelo el rey Carlos Alberto de Cerdeña. Tras su muerte en 1983, le sucedió como rey «de iure» su hijo varón, Víctor Manuel, príncipe de Nápoles y duque de Saboya, habido de su matrimonio con la gran historiadora y amante de las artes que fue la reina María José, nacida princesa de Bélgica.

Todo parecía natural: al rey muerto le sucedía su hijo. Sin embargo, diversas voces se alzaron, y se alzan hoy, poniendo en duda lo que los carlistas llamaban la «legitimidad de ejercicio» –la capacidad para suceder por motivos de conducta– del nuevo Jefe de la Casa de Saboya. Varios factores se confabulaban para ello. Su matrimonio con Marina Ricolfi Doria, de acomodada familia burguesa, contraído civilmente en Las Vegas y luego religiosamente en Teherán, al amparo del Sha de Persia pero sin el reconocimiento del rey, no facilitaba las cosas. Por otro lado, el único hijo de ambos, Manuel Filiberto, no recibió de su abuelo el título príncipe de Piamonte sino el de Venecia, que se apartaba de la tradición de la Casa, tomándose por algunos como un tácito rechazo del rey a considerar dinasta a su nieto. Finalmente, Humberto II determinó ser enterrado en la abadía de Altacomba con el sello de su Casa, lo cual se interpretó como un deseo de no transmitir a su hijo el testigo de la monarquía saboyana. Si añadimos los episodios judiciales sufridos por Víctor Manuel que, aunque fue absuelto de ellos, causaron daño a su imagen, entenderemos en parte que los Saboya-Aosta se dejaran querer por muchos monárquicos proclamándose Amadeo como jefe de la dinastía. Los Aosta descienden del rey Amadeo I de España, hijo de Víctor Manuel II de Italia. En tiempos de Víctor Manuel III, los príncipes de esa rama, militares y exploradores de principesca facha –lo que les favorecía en comparación con el extremadamente bajo soberano italiano–, se constituyeron en una alternativa que en el siglo XXI se sustenta de modo explícito.

El actual duque de Aosta, que usa ya el título de duque de Saboya propio del Jefe de la Casa, es el príncipe Amadeo de Saboya, hijo del príncipe Aimone y de la princesa Irene de Grecia. Su único hijo varón, Aimone, duque de Apulia y ahora llamado también duque de Aosta, casó con alguien de igual rango, la princesa Olga de Grecia. Eso no sucedió en el caso de Manuel Filiberto, casado con una actriz francesa, Clotilde Courau, cuando ésta estaba embarazada, en una multitudinaria boda –éramos más de mil invitados– celebrada en la Basílica romana de los Santos Ángeles y Mártires.

Los monárquicos italianos se hallan divididos. Por un lado, el hijo de Humberto II debería ser el heredero lógico de su padre. Por otro, Amadeo de Saboya encabeza a los descontentos con Víctor Manuel y Manuel Filiberto, a quien achacan excesivo apego a la vida artística, evidenciado en su participación en programas como «Ballando con le stelle», el «Mira quien baila» italiano, o en varios «reality shows». Los que apoyan a la rama mayor esgrimen contra Amadeo su descendencia extramatrimonial. La Norma Transitoria XIII de la Constitución de 1947 establecía que ningún descendiente varón del último rey podía pisar suelo italiano. Esa lamentable prohibición fue abolida en 2002, pero hasta entonces ni Víctor Manuel ni Manuel Filiberto pudieron hacerse ver por sus compatriotas en Italia, con lo que eso hubiera significado de respaldo y propaganda, como sí en cambio el príncipe Amadeo y su hijo Aimone, a quienes no afectaba la citada norma. Esta ventaja estratégica, así como los dos matrimonios de Amadeo, primero con la princesa Claudia de Orleáns, y luego con la noble siciliana Silvia Paternò di Spedalotto, de los marqueses de Reggiovanni, fue aprovechada por los «amadeístas» en detrimento de los derechos de Víctor Manuel, cuya esposa no pertenece por nacimiento ni a la realeza ni a la alta nobleza.

Discreción y profesionalidad

Manuel Filiberto tiene cierto carisma demostrado en los platós televisivos, posee trato amable y desenvuelto y es nieto del último rey de Italia. Pero la discreción y actividad profesional más convencional de Aimone de Saboya en una empresa multinacional italiana, la Pirelli, juegan a su favor, como también haber tenido hijos varones, Humberto y Amadeo, a diferencia de Manuel Filiberto, que sólo ha tenido féminas, Victoria y Luisa. He podido conocer en Ginebra, Roma y Madrid a los príncipes Víctor Manuel y Amadeo, pero dejo al lector la no fácil tarea de decantarse por uno o por otro... o por ninguno, ya que nadie está obligado a ser monárquico.

Un amplio patrimonio palaciego

Los muchos palacios y castillos de los Saboya sembraban el territorio piamontés y otras regiones: el palacio real en pleno centro de Turín y, a sus afueras, el enorme pabellón de caza de Stupinigi, el palacio Madama , con sus bustos y estatuas en la balaustrada superior, el palacio Carignano, el de Venaria Reale o el de Casotto, ambos de caza, y los castillos, como el de Racconigi y Moncalieri, son algunas de las residencias de la Casa Real de los Saboya.