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Quito

El Gobierno se lía con la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara

Si la ministra de Exteriores hubiera estado en Madrid y no en Quito; si la respuesta del Gobierno al brutal asalto de Rabat a los campamentos del Aaiún no hubiera sido tan pusilánime; si el PSOE no hubiera abandonado a su suerte hace años a los saharauis, y si España hubiera exigido hace tiempo al reino alauí, sin complejos, el cumplimiento de la legalidad internacional y denunciado la vulneración de los Derechos Humanos, el papelón del ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui, no hubiera sido ayer el que fue

- La ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez (d), saluda a su homólogo ecuatoriano, Ricardo Patiño (i), hoy, miércoles 10 de noviembre de 2010, en Quito (Ecuador), a su llegada a la Cancillería en Quito
- La ministra española de Asuntos Exteriores, Trinidad Jiménez (d), saluda a su homólogo ecuatoriano, Ricardo Patiño (i), hoy, miércoles 10 de noviembre de 2010, en Quito (Ecuador), a su llegada a la Cancillería en Quitolarazon

El ministro más prudente y con más capacidad para la oratoria de cuantos haya tenido Zapatero en sus Gobiernos se subió a la tribuna del Congreso para sustituir a su colega Trinidad Jiménez durante una interpelación sobre el Sáhara y, desde el minuto uno de su parlamento se percibió inseguridad y titubeo. Seguía Jáuregui la consigna gubernamental de refugiarse en las generales de la ley para no condenar el asalto al campamento saharaui cuando, de repente, cometió el desliz más sonoro, de su dilatada carrera parlamentaria al reconocer la «soberanía» del régimen de Rabat sobre el Sáhara. Al instante saltaron todas las alarmas en el Gobierno y en la oposición.

El ministro trataba de justificar la decisión de las autoridades marroquíes de restringir el acceso al campamento saharaui a periodistas y diputados occidentales cuando espetó que nada se podía hacer para evitarlo porque se trataba de una decisión que «forma parte del núcleo duro de la soberanía de un país».

Esta fue la literalidad de sus palabras: «No podemos olvidar que la admisión en territorio forma parte de lo que se llama el núcleo duro de la soberanía de un país, y ahí, desgraciadamente, nuestra capacidad de intervención chocó con la negativa absoluta del gobierno marroquí para permitir el acceso de los medios».

Sus esfuerzos por no condenar el asalto militar de Rabat fueron tantos como sus apelaciones a que el asunto forma parte de la agenda internacional y no de la bilateral entre España y Marruecos. Pero todo eso pasó a un segundo plano, también su rotundo desmentido sobre la información publicada en El País de que a titular de Exteriores fuera informada por su homólogo marroquí, Taieb Fassi Fihri, de que el campamento iba a ser asaltado. Los diarios digitales ya habían colgado en sus páginas que El Gobierno de España reconocía por primera vez la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara. Así que los teléfonos de la zona de Gobierno en el Congreso empezaron a echar humo y las reacciones de la oposición en los pasillos no se hicieron esperar.

El propio Jáuregui tuvo que salir a matizar ante los periodistas sus palabras, que constan en el Diario de Sesiones, y a aclarar que «en ningún momento» quiso hacer un reconocimiento de la soberanía marroquí. Ya casi tenía convencido al auditorio cuando acto seguido decía que es el reino alauí, «por su capacidad de administrar el territorio (por el Sáhara) quién decide quién entra y quién no entra en él.».

En un minuto pasó de reconocer la soberanía a darle a Marruecos la condición de potencia administradora del Sáhara que tampoco es admitida por Naciones Unidas. Un informe del Consejo de Seguridad de 2002, recuerda que «el Acuerdo de Madrid no transfirió la soberanía sobre el territorio ni confirió a ninguno de los signatarios -Marruecos y Mauritania- la condición de potencia administradora, condición que España, por sí sola, no podía haber transferido unilateralmente». Segundo desliz.

Las palabras de Jáuregui obligaron a Trinidad Jiménez a aclarar desde Quito la postura de España y a negar la soberanía de Marruecos sobre la que fuera colonia española hasta 1975. Como si hubiera estado presente durante la comparecencia, la ministra negó que Jáuregui hubiera dicho lo que dijo.

«Aunque constatamos, como el resto de países -afirmó- el control de ese territorio por parte de Marruecos, no reconocemos internacionalmente que esta situación esté legalmente actualizada», explicó. Conclusión: España constata, pero no reconoce el control de Rabat sobre el Sáhara Occidental. Para cuando la ministra quiso aclarar, la oposición ya había exigido a Jáuregui una rectificación en toda regla y a la jefa de la diplomacia que «baje del altiplano bolivariano y fije la posición de España». Seguirá.