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No tan vírgenes

Un estudio revela la confusión social a la hora de definir el concepto de «practicar sexo». Para algunos, es necesaria la penetración vaginal, para otros, también entra en juego cualquier otro tipo de relación 

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Concepto vetusto el que afirma que el sexo sin penetración no es sexo. Sin embargo, todavía existe un porcentaje de individuos que, al rememorar el momento en que perdieron la virginidad, se aferran a su primera incursión vaginal. «Tal vez si se encontraran con que su pareja mantuvo sexo oral con otra persona, o bien que su hija también lo experimentó, cambiarían su percepción sobre el término», explica la sexóloga y terapeuta de pareja de Barcelona, Flavia Limone Reina.La controversia parece no tener fin. Así lo refleja un estudio elaborado por el Instituto Kinsey en la Universidad de Indiana (EE UU), donde un grupo de investigadores ha desvelado que, cuando se preguntó a cerca de 500 personas de entre 18 y 96 años de edad sobre qué significaba para ellos «practicar sexo», la gente no parecía tenerlo del todo claro. Los resultados muestran que, para el 95 por ciento de los participantes, debería haber penetración de por medio, aunque este porcentaje disminuye al 89 por ciento, si no se produce eyaculación.El trabajo fue publicado en la revista «Sexual Health» y viene a colación de otro anterior que se planteó tras el escándalo protagonizado por el entonces presidente Clinton y en el que la definición de sexo fue un tema relevante. No obstante, la cuestión sigue siendo confusa. El 81 por ciento considera practicar sexo si hay interacción entre pene y vagina, y cerca del 70 por ciento cree el contacto oral con los genitales de la pareja (practicándolo o recibiéndolo) también lo es.La raíz de esta cuestión, según explica la sexóloga Inmaculada Fernández «está en la unión entre sexualidad y reproducción, muy ligada con la moral judeo-cristiana, y que ha pretendido imponer qué prácticas sexuales son adecuadas y cuáles no lo son, como la masturbación o el sexo anal. Desde esa idea, nuestra sociedad es coitocentrista y por tanto, sexo se iguala de forma general a relaciones coitales».Además, «esta percepción ha hecho mucho daño, especialmente a las féminas, para las que, en realidad, es mucho más fácil disfrutar con otras prácticas. (la mayoría disfrutamos mucho más con la estimulación del clítoris)». Y en el caso del hombre, «le impone la terrible responsabilidad de que la satisfacción de la pareja dependa del estado de pene y llevan la losa de tener que mantener la erección», argumenta Fernández.Según esta forma de entender la sexualidad, en la que la penetración del miembro viril en la vagina es imprescindible, el sexo entre mujeres jamás sería tal. Los expertos parecen tenerlo más claro que el resto de la sociedad. «Cualquier conducta que oriente el uso del cuerpo a ser fuente de placer erótico, ya sea en solitario o en compañía, es sexo», concluye la sexóloga catalana. Por su parte, el presidente de la Asociación Española de Especialistas en Sexología (AEES) y miembro de la Sociedad Latinoamericana de Medicina Sexual (Slams), Antonio Casaubón, añade que «el no tener relaciones vaginales por conservar el precinto de garantía es también una pérdida de libertad. Lo importante es que cada uno lo entienda y practique de forma libre».InfeccionesY, aunque no esté clara la terminología, de lo que no hay duda es de las consecuencias que semejante confusión puede tener. El investigador del estudio, Brandon Hill, señala que «para el médico es habitual que, al examinar a un paciente con síntomas de tener una infección de transmisión sexual, y preguntarle cuántas parejas sexuales tiene o ha tenido, el número variará según la definición que el paciente tenga de lo que significa practicar sexo». Y concluye que «si las personas no creen en determinadas conductas, podrían considerar que los mensajes de salud sexual acerca del riesgo no les incumben. La epidemia de sida nos ha obligado a ser mucho más específicos sobre estos comportamientos».