Singapur

Paulina la nueva «it girl»

Paulina la nueva «it girl»
Paulina la nueva «it girl»larazon

A la tierna edad de 17 años, con la piel tersa y los labios rosados, Paulina Ducruet ya promete lucir una belleza heredada más que de su madre Estefanía, de su abuela, la incomparable Grace Kelly. Es alta, esbelta, dulce, educada, con un aire más americano que europeo. Y acaba de pasar de ser una de las niñas en la línea de sucesión al trono monegasco a una joven «it girl» a punto de cumplir los 18 que centra la curiosidad de toda la prensa del corazón.

Su reaparición no ha podido ser más espectacular. Por lo general, la princesa Estefanía guarda con celo la privacidad de sus tres hijos: Luis, Paulina y Camila. Sin embargo, la mediana decidió salir del anonimato, calzarse altos tacones y cortísimos vestidos y acompañar a su madre a la 36ª edición del Festival Internacional de Circo de Mónaco. Un año más, la célebre carpa interrumpió el retiro público de los Grimaldi, que compensaron la larga ausencia con un repertorio de apariciones en las que la joven Paulina desplegó toda su belleza y elegancia. No se perdió ni una función: reapareció en la apertura del certamen anual de la mano de su madre, presidenta de honor del circo, y acudió día tras día hasta la clausura, el pasado martes, junto al príncipe Alberto y Charlene Wittstock, su mujer.

Estrella indiscutible
Desde el primer al último día del festival, Paulina ha sabido sacar partido a los rasgos herededados de la familia Grimaldi. Con unos ajustados vaqueros y un moderno blazer, un minivestido blanco con plataformas beige, lentejuelas color oro, un look «total black» con complementos y labios en rojo... Nada se queda corto para la pequeña heredera, fruto de una pasional relación entre su madre y uno de los guardaespaldas reales. Y es que Estefanía siempre fue enamoradiza y se convirtió en protagonista de rumores y escándalos más veces de las que a la Casa Real de Mónaco le hubiera gustado. En 1992 y 1994 fue madre soltera de su hijo mayor, Luis Roberto, y de Paulina. Pero decidió no casarse con el padre de los pequeños, Daniel Ducruet, hasta 1995, año en el que su padre Rainiero la perdonó y accedió a arropar con afecto a sus nuevos nietos, hasta ese momento condenados al ostracismo. Sin embargo, no todos los miembros de la familia estaban conformes con este romance. Su hermana Carolina no asistió al enlace civil y el matrimonio Grimaldi-Ducruet duró exactamente 18 meses, hasta que Daniel engañó a la princesa con una bailarina «stripper» que había organizado un montaje periodístico con una revista para atrapar «in fraganti» al ex guardaespaldas.

Esmerada educación
El escándalo del marido de la princesa más popular provocó, sin embargo, que los monegascos sintieran pena por Estefanía y sus hijos abandonados, y fue Ducruet el que recibió las críticas. Aunque su infancia no fue nada fácil, ahora Paulina se alza como uno de los personajes más queridos del principado gracias a su belleza, su elegancia y su inteligencia. Y es que de ella se dice que ha heredado la mente preclara de su abuelo Rainiero III. Para potenciar esta peculiar faceta, su madre siempre ha puesto especial cuidado en proporcionarle la mejor educación: asistió a la escuela primaria en Auron, en Francia, y después acudió al Liceo Francés en Zúrich. Pero en Suiza no aguantó mucho, y volvió a su ciudad natal. Su astucia y rapidez en el aprendizaje provocaron que la adelantaran un curso, por lo que terminó su bachillerato literario en el Liceo Príncipe Alberto I de Mónaco en 2011, donde se matriculó con honores. Desde entonces se dedica a estudiar idiomas en una escuela de Mónaco.

Una sirena en palacio
Pero no sólo es aplicada en los estudios, sino que es, además, una excelente deportista: sigue los pasos de su tía política, la antigua campeona surafricana Charlene Wittstock. Paulina siempre demostró cualidades gimnásticas –participó hace años en un arriesgado número circense de doma de un elefante con Franco Knie, con quien su progenitora mantuvo otro «affaire»–, cualidades que, guiada y apoyada en todo momento por su madre, decidió enfocar hacia el mundo acuático. En 2008 compitió en Alemania, donde se enamoró de uno de sus rivales, el británico Tom Daley. Ese año participó en el Campeonato Europeo de Natación Júnior de Bielorrusia, y en 2010, en el de Helsinki. Según desveló la princesa Estefanía, su gran sueño es competir en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. En los juveniles de Singapur, celebrados en 2010, Paulina consiguió un decimosegundo puesto del que su madre no pudo sentirse más orgullosa. Y es que los nervios y la excitación de la competición no son del todo ajenos a la familia: además de Charlene, el príncipe Alberto ha competido en cinco Olímpicos de invierno: su especialidad es el «bob-sleigh», el trineo que va a toda velocidad por un túnel de hielo. También el bisabuelo de Paulina, John Kelly, ganó tres medallas de oro en remo olímpico.

Con quien también comparte su afición por el deporte es con Carlota, la hija de Carolina de Mónaco. En concreto, «la princesa de Europa» practica la hípica: la joven amazona ha ganado infinidad de concursos profesionales. Pero no es el deporte lo único en lo que compiten: las primas rivalizan así mismo en belleza y popularidad. La misma semana en que la prensa internacional ardía en rumores –hoy confirmados– sobre la relación de Carlota Casiraghi con el cómico francés Gad Elmaleh, Paulina ha reclamado su sitio ante los focos y ha acaparado todos los flashes. Ya en la boda de Alberto y Charlene se empezó a hablar del «duelo de Mónaco»: ataviada con un vestido azul de tweed y plumas de Chanel, la joven aspirante «osaba» lucir una creación de Karl Lagerfeld, el diseñador de cabecera de Carlota y Carolina. De momento, el puesto de los Casiraghi parece imposible de usurpar, pero Paulina avanza cada vez más en su rápido ascenso hacia la cima monegasca. ¡Que se prepare Charlotte, que aquí llega Pauline!

 

Camila, la destronada
Paulina es la octava en la línea de sucesión al trono de Mónaco. Sin embargo, su hermanastra Camila –hija de otro guardaespaldas de la monarquía monegasca, Jean Raymond Gottlieb– no es reconocida como dinástica y no tendrá derecho a reclamar el trono a menos que Estefanía obtenga la nulidad eclesiástica de su matrimonio con Ducruet y se case con Gottlieb.