Barcelona

Cómo hemos cambiado

La Razón
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Pocos se acuerdan ya en Cataluña de los tiempos en que a Rajoy se le insultaba por las calles de Barcelona, cuando no le tiraban huevos o tomates o cualquier cosa que tuvieran a mano los manifestantes «improvisados» del tripartito catalán. Ha cambiado tanto el ambiente que ayer en la capital catalana la expectación en torno a la visita del líder del PP al Parlamento autónomo fue auténticamente inusual. Tuve ocasión de comprobarlo in situ. Se ve que va para presidente del Gobierno, y por eso ahora es difícil encontrar críticas incendiarias contra quien por vez primera puso pie en la sede de la Asamblea parlamentaria catalana entre la masiva presencia de medios de comunicación. Igual que sucedió después por las calles de Viladecans, donde el líder pepero dio un paseo por el centro, entró en varios comercios del núcleo antiguo, se tomó un buñuelo relleno de crema en una pastelería, visitó una administración de Loterías y se entrevistó con un nutrido grupo de autónomos en un bar de la localidad. Todo muy normal y con muestras de cariño por parte de no pocos partidarios del dirigente gallego.

Ha cambiado mucho el escenario para el jefe de los populares en Cataluña. En unos años ha pasado de ser un «outsider» perseguido y «apestado» a entrevistarse en sede oficial con la presidenta del Parlament en un clima de expectación que ya quisiera para sí Zapatero.