Prevención

El síndrome del comedor nocturno

Este trastorno, caracterizado por la anorexia matutina, es una de la mayores causas de obesidad

El síndrome del comedor nocturno
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Madrid- Cuando oímos hablar de trastornos alimenticios, apenas se nos vienen dos nombres a la cabeza: anorexia y bulimia. Sin embargo, hay decenas de trastornos relacionados con la ingesta de alimentos que nos pasan desapercibidos. El libro «Controversias sobre los trastornos alimentarios», presentado ayer y elaborado por el Instituto Tomás Pascual, enumera estas enfermedades de las que apenas hemos oído hablar pero cuyo impacto es preocupante. Y entre todas ellas, llama la atención el Síndrome del comedor nocturno. Se estima que alrededor de un 1,5% de la población mundial lo padece.

El paciente suele padecer insomnio. Sufre anorexia matutina –jamás desayuna y retrasa la hora de la comida– e hiperfagia por la tarde-noche –ingesta excesiva de alimentos–. De hecho, como apunta la Doctora Rosa Calvo en el informe, «más de la mitad de las calorías consumidas a lo largo del día se consumen entre la media noche y las seis de la mañana»». Así, desde la mañana hasta las seis de la tarde «sólo han ingerido el 37% de toda la comida del día». Es decir, durante las horas nocturnas, el paciente ingiere más de la mitad de las calorías. ¿La causa del síndrome? «El incremento del estrés nocturno», apunta la autora. De hecho, en los análisis realizados, los «comedores nocturnos» presentaban una presencia alta de cortisol, la hormona del estrés. Y concretamente durante el día, entre las ocho de la mañana y la media noche. «No puedo asegurar que se haya dado un aumento espectacular», afirmó ayer durante la presentación Antoni Grau, responsable del Área de Gestión del Conocimiento e Investigación de la Fundación Instituto de Trastornos Alimentarios (FITA). Con todo, reconoce que «se ha mejorado mucho la detección y el diagnóstico. A día de hoy, se diagnostica de forma más específica y mejor».

Pilar Riobó, médico especialista en obesidad y nutrición, prefiere referirse al NES como síndrome de «atracón» nocturno. «La persona que lo padece se levanta al menos una vez por la noche. Se caracteriza por el insomnio y la ingesta voraz a esas horas. Y el hábito se mantiene constante durante dos o tres meses». ¿La principal consecuencia? La obesidad. «Entre el 20% y el 30% de las personas que acuden a las consultas por obesidad lo padecen», afirma la especialista. Incluso hay desarrollado un cuestionario, el «Night Eating Questionnaire», en para evaluar hasta qué punto una persona padece el síndrome: problemas de insomnio, número de ingestas nocturnas, ganas de comer tras la cena. Y, entre todas, una pregunta de especial relevancia: ¿tiene el paciente necesidad de comer antes de dormir? «Algunos pacientes, si no comen, no pueden volver a dormir», apunta Riobó.

Por supuesto, el estrés y la depresión están asociados al trastorno. «Los estudios hormonales demuestran alteraciones endocrinas, y de hormonas como la melatonina, la leptina, la grelina y el cortisol, algo que se detecta también en todos los pacientes con ansiedad», dice Riobó. No en vano, señala, a la hora de tratar con estos pacientes son necesarios antidepresivos como la centralina. Pero por supuesto, la vía farmacológica no es la única. «También es necesaria la terapia psicológica y el aprendizaje de pautas de alimentación», añade.

Un hombre, diez mujeres
Antoni Grau recordó ayer, que, «desde hace décadas, se ha notado un aumento en la incidencia de los trastornos alimentarios». Y todavía existen síndromes que no están especificados. De hecho, «la prevalencia de los trastornos no especificados es dos veces mayor que la de los especificados». La proporción de afectados por sexos se ha equilibrado más en los últimos años. Con todo, según Grau, «por cada hombre afectado, hay nueve o diez mujeres que presentan un trastorno».

Las cifras en torno a la recuperación de aquellos pacientes continúa siendo incierta. En lo que respecta a la anorexia, la FITA estima que entre un 45% y un 50% de los pacientes se recupera; y entre un 25% y un 30% mejora. Sin embargo, entre un 18% y 20% de los afectados se mantiene crónico.

En lo que respecta a la bulimia. Un 25% presenta una recuperación parcial, y entre un 15% y 20% muestra un «mal pronóstico». Sin embargo, entre un 4,5% y un 7% de pacientes muere, «Existe una realidad nada bonita, pero existe un gran número de casos crónicos, que presentan la enfermedad durante 10 o 20 años», explica Grau.

Existe también una realidad preocupante. «Hemos notado que cada vez se detectan más casos durante la adolescencia. Y además, en niños más pequeños». Del mismo modo, indica, el abanico de edades también se ha abierto. «También hay mujeres que cada vez presentan estos trastornos a edades más tardía», explica.

Grau comenta que la edad media en la que se suelen detectar los casos de anorexia o bulimia está en torno a los 14 años. «Sin embargo, cada vez nos encontramos con casos en edades más tempranas, con niños de menos de 10 años». Por eso, una de las recomendaciones realizadas por la FITA se centra en la «imprescindible» labor de prevención que hay que desempeñar desde el colegio. Eso sí, con profesionales bien formados y a través de actividades interactivas. «Hemos visto que, si no se desarrollan bien estas labores de prevención, los casos aumentan», asegura Grau.

La obesidad se triplica en los últimos treinta años
La prevalencia mundial de la obesidad casi se duplicó en el período 1980-2008, afectando a quinientos millones de hombres y mujeres mayores de 20 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este hecho responde a la modificación de los hábitos sociales experimentada en los últimos veinticinco años, que ha supuesto la sustitución de las dietas tradicionales por otras de mayor densidad energética, al tiempo que ha supuesto una reducción de la actividad física, tanto en el trabajo como durante el tiempo dedicado al ocio.