Asia

San Francisco

Patriotas y populistas de Asia Oriental por Yuriko Koike

La tensión interna en China probablemente ha instado a Pekín a jugar contra Japón la carta nacionalista con más fuerza que de costumbre

«El brío nacionalista, una vez liberado, no es fácil de controlar»
«El brío nacionalista, una vez liberado, no es fácil de controlar»larazon

Cuando enfrentan preocupaciones nacionales, los políticos suelen recurrir a distracciones extranjeras –un axioma simple que es muy útil en la evaluación de las cada vez más tensas disputas sobre soberanía en los mares de China oriental y meridional. Pese a que China está involucrada en disputas intensas, la más trágica es entre Corea del Sur y Japón, teniendo en cuenta que ambos países son democracias con intereses estratégicos casi idénticos. El 10 de agosto, el presidente surcoreano, Lee Myung Bak, visitó la isla de Takeshima, que ha sido objeto de una disputa territorial entre Japón y Corea del Sur durante 60 años. Durante una conferencia en la Universidad Nacional de Educación de Corea cuatro días más tarde, avivó aún más las tensiones cuando manifestó sobre la visita propuesta del emperador de Japón que: «Si él quiere venir, primero debe pedir disculpas por el pasado». A pesar de sus numerosos logros como presidente, Lee está pregonando sus credenciales nacionalistas/antijaponesas en las postrimerías de su mandato, que finaliza en febrero de 2013. El híperpatriotismo de Lee es una novedad. Hace menos de dos meses, llegó a un acuerdo para compartir información de inteligencia militar con Japón. El comportamiento reciente de Lee también reflejaría su temor sobre la posibilidad de que él sufra un destino similar al de los últimos presidentes de Corea del Sur. Algunos han sido asesinados, uno se suicidó, y otros fueron detenidos y condenados a muerte después de dejar el cargo. Lee puede haber interpretado la detención de su hermano por aceptar sobornos como un preludio de tal destino. Intentar mitigar el futuro daño político nacional lastrando la dinámica de las relaciones entre Corea del Sur y Japón –y de las relaciones de ambos países con Estados Unidos– es imprudente.

Los orígenes de la disputa sobre la Takeshima se encuentran en el periodo inmediatamente anterior al Tratado de San Francisco, firmado en el año 1951, que formalmente dio fin a la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. El tratado delimitaba territorios, incluyendo el de Takeshima. Sin embargo, el entonces presidente de Corea del Sur, Syngman Rhee, en violación del tratado y del Derecho Internacional, instituyó la «Línea Syngman Rhee» para demarcar una zona extensa, incluyendo Takeshima, dentro de lo que Corea del Sur unilateralmente reclamaba como jurisdicción pesquera. Desde entonces, Corea del Sur se ha negado a permitir que la Corte Internacional de Justicia se pronuncie al respecto.

Más inquietante, sin embargo, es la disputa de soberanía entre Japón y China. En dicha disputa, la historia también tiene una historia que contar. El Gobierno de Japón incorporó oficialmente las Islas Senkaku al territorio nacional japonés en 1895. Desde entonces, las islas siempre han sido consideradas como japonesas. Al final de la Segunda Guerra Mundial, de conformidad con el artículo 3 del Tratado de San Francisco, las islas fueron puestas bajo el control de Estados Unidos, pero retornaron a jurisdicción de Japón en 1972, como parte del acuerdo que devolvió a Japón la administración de Okinawa. Hasta este punto, ni China ni Taiwán expresaron objeciones. En el Atlas Mundial de China publicado el año 1960 durante el Gobierno de Mao Tse-Tung, las Islas Senkaku se consideraron como parte de Okinawa. Y, a pesar de que las circunstancias cambiaron en el año 1968, cuando un estudio realizado por la Comisión Económica y Social para Asia y el Pacífico reveló que los mares alrededor de las islas contenían una gran cantidad de recursos, las tensiones periódicas que se presentaban eran manejables. Esa dinámica se vio alterada cuando el Partido Democrático de Japón (PDJ) llegó al poder hace tres años. Las irresponsables vacilaciones del PDJ acerca de que si se debía renovar o no el contrato de arrendamiento de una base en Okinawa con el Cuerpo de Marines de EE UU enviaron una señal al mundo –y a China, en especial– sobre que el partido no otorgaba el mismo alto valor a la alianza con EE UU y a la garantía de seguridad estadounidense que los gobiernos anteriores habían otorgado. Como resultado de ello, China ha estado poniendo a prueba la determinación de Japón y las garantías que otorga Estados Unidos. La firme afirmación que hizo recientemente la secretaria de Estado, Hillary Clinton, sobre el compromiso que tiene su país con el mantenimiento de la seguridad de Japón debería poner fin a cualquier sospecha al respecto.

Al mismo tiempo, la tensión interna en China –en especial el escándalo relacionado al alejamiento del ex jefe del Partido Comunista de Chongqing Bo Xilai, y la desaceleración económica del país– probablemente ha instado al Gobierno a jugar la carta nacionalista con más fuerza que de costumbre. Pero el brío nacionalista, una vez liberado, no es fácil de controlar. Algunas manifestaciones contra Japón se transformaron en protestas contra el Gobierno. Al permitir que las tensiones sociales se eleven a tal grado, el Gobierno chino también puede ser en parte responsable de los recientes disturbios violentos entre los miles de trabajadores en la planta de Foxconn (lugar donde se manufacturan los componentes para los iPods y iPads de Apple) en Taiyuan.

En diciembre, Corea del Sur elegirá nuevo presidente. Es probable que Japón celebre también pronto nuevas elecciones. Los gobiernos que emergen deben utilizar sus mandatos populares para forjar una nueva forma de cooperación que pueda trascender más allá de un amargo pasado. Lo que Francia y Alemania lograron en la década de 1950 puede servir como ejemplo. Al forjar la soberanía compartida sobre cuestiones vitales para la seguridad nacional –como por ejemplo el carbón y el acero– visionarios líderes en ambos países sentaron las bases para el logro de la paz y la seguridad en Europa, mientras que al mismo tiempo se superaba una larga historia de antagonismos. Frente al auge de China y sus ambiciones marítimas, dos grandes democracias de Asia Oriental deben lograr por lo menos lo mismo. Si tienen éxito, Corea del Sur y Japón establecerían un precedente que ofrece el mejor camino para resolver los grandes contenciosos sobre soberanía que están desestabilizando a Asia.

 

Yuriko Koike
Ha sido ministra de Defensa de Japón. En la actualidad es líder de la oposición en el Parlamento nipón
Copyright: Project Syndicate, 2012