España

Los jóvenes españoles no son competitivos

¿Innovadores? No, por ahora. «No hemos sido capaces de inculcar a nuestra juventud las virtudes que caracterizan a una sociedad innovadora», comentaba recientemente José Ángel Sánchez Asiaín, presidente de la Fundación Cotec

Los jóvenes españoles no son competitivos
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Y lo decía basándose en un informe sobre «La cultura de la innovación de los jóvenes españoles en el marco europeo», que pone de manifiesto que España ocupa los últimos puestos en el ránking europeo en cultivo de la inteligencia y confianza de las personas en uno mismo y en la sociedad. Y no sólo eso, tenemos un horizonte vital más reducido y un menor interés por la política. Unos factores que «van asociados a un menor desarrollo de la capacidad de innovación de un país y, en consecuencia, a una menor competitividad».

El informe, elaborado por Víctor Pérez-Díaz, doctor en Sociología por la Universidad de Harvard, y por Juan Carlos Rodríguez, investigador de Analistas Socio-Políticos, es el primero que se centra en estudiar los condicionantes culturales de la innovación tecnológica en España. Concluye que en España no innovamos porque no hemos cultivado rasgos como «la confianza, la ecuanimidad en el trato con los demás, la reducida aversión al riesgo, el que haya una corta distancia entre la ciudadanía y las élites políticas y económicas, y la amplitud de horizontes vitales», expone el documento. Y en esto nos acompañan otros países de la Europa mediterránea y nos separamos de otros países de la UE-15 y, especialmente, de los del norte de Europa.

Cero en Matemáticas

No nos ayuda a tener un espíritu innovador el que apenas haya españoles que cultiven una actividad artística, que nuestros estudiantes figuren entre los peores de Europa en Matemáticas, tener pocos titulados en Formación Profesional, las altas tasas de abandono escolar, la importancia que damos a vivir en un entorno seguro y nuestra resistencia a marcharnos de casa de los padres hasta edades avanzadas.

Más aún, los indicadores demuestran que no creemos en la honradez del vecino, no tenemos confianza en los políticos ni en la política y son pocos los que pertenecen a una ONG. Tampoco viajamos con frecuencia al extranjero y, en conocimiento de idiomas, estamos a la cola de Europa, según expone el estudio. Y éstas parecen ser cuestiones básicas para innovar.

El estudio añade que «el hallazgo de este síndrome cultural abre una nueva vía para el entendimiento de los sistemas nacionales de innovación y plantea nuevos retos para su mejora, porque no basta con dotarse de los recursos económicos y de las instituciones adecuadas, sino que es necesario preocuparse por la calidad de esas instituciones y de la cultura subyacente».

Así, uno de los retos más importantes que plantea el estudio para incrementar la competitividad española es «mejorar el sistema educativo» para que los alumnos «valoren la utilidad de los conocimientos y sepan aplicarlos».