Cárcel

El «ángel negro» inocente

Un jurado popular italiano deja en libertad a Amanda Knox, acusada de matar a su compañera de piso en una orgía de drogas y sexo 

El «ángel negro», inocente
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 El caso de Meredith Kercher, la estudiante británica asesinada en la ciudad italiana de Perugia en 2007, tomó ayer un nuevo rumbo después de que el tribunal de apelación considerase inocentes a los dos principales acusados, la estadounidense Amanda Knox y el italiano Raffaele Sollecito. En primera instancia ambos habían sido sentenciados a 26 y 25 años de cárcel, respectivamente. El fallo del tribunal da la razón a quienes habían denunciado las irregularidades del proceso y abre un nuevo y oscuro capítulo en el caso.

La reconstrucción del asesinato de la muchacha británica y la polémica que ha rodeado el juicio explican el enorme interés que ha despertado el caso. Al parecer, a Kercher la mataron y violaron por no querer participar en un juego sexual que le proponía Knox, su compañera de piso, y Sollecito, el novio de ésta. También formó parte del crimen el marfileño Rudy Guede. Durante todo el proceso, la Prensa estadounidense ha criticado a la Justicia italiana, asegurando que las pruebas no señalan que su compatriota sea culpable.

Antes de que el tribunal de apelación promulgase su sentencia, pudo escucharse en el aula las intervenciones de los dos acusados, Knox y Sollecito. Ambos defendieron su inocencia pese a que en primera instancia fueron condenados a 26 y 25 años de cárcel, respectivamente. Guede, el otro implicado en el caso, cumple su condena en firme a 16 años de prisión después de que solicitara un juicio por vía rápida.

La estadounidense, verdadera protagonista del proceso por encima de la víctima y de los otros acusados, estaba muy emocionada. «Es difícil de expresar lo que he sufrido en estos cuatro años. He perdido una amiga del modo más brutal e inexplicable posible y he tenido que afrontar acusaciones injustas, sin fundamento. Estoy pagando con mi vida», dijo en perfecto italiano.

A continuación respondió a quienes durante estos años la han presentado como una hermosa asesina sin escrúpulos. «Yo no soy la persona que dicen que soy. La perversión, la violencia y el desprecio por la vida no me pertenecen. No he matado, no he violado, no he robado. Soy inocente. No estaba allí cuando se cometió este crimen», afirmó, insistiendo en que cuando su compañera de piso fue asesinada se encontraba en casa de Sollecito. «Si hubiera estado en casa aquella noche tal vez también me habrían matado a mí».

Sollecito, más entero que su ex novia, dijo no ser el «don nadie» a quien Knox supuestamente manipuló para acabar con la vida de Kercher. El acusado mostró al tribunal una pulsera que porta en la que puede leerse: «Libres Amanda y Raffaele». Su abogada afirmó que esta inscripción muestra que entre los dos jóvenes existe «afecto y ternura» y no sólo la «mera relación sexual» que sostiene la acusación. Según la Fiscalía, los acusados cometieron el crimen arrastrados por su necesidad de probar experiencias sexuales cada vez más al límite. En su intervención, Sollecito dijo que cada noche que ha pasado en la cárcel «ha sido como la muerte».

Los casos de asesinatos extraños, misterios inexplicables y sucesos que rozan lo paranormal vuelven locos a los italianos, quienes han creado incluso un término para referirse a ellos. Les llaman «giallo» (amarillo), por el color de una serie del mismo nombre de novelas negras.

El asesinato de Kercher reúne todos los ingredientes de un perfecto «giallo»: la víctima del crimen es una mujer joven y guapa. El crimen pivota sobre el sexo, que además se habría practicado en grupo y salpicado por el consumo de drogas; y el resto de implicados son hombres. Si a esto añadimos que en el caso se cruzan cinco nacionalidades diferentes, entre ellas la estadounidense y la británica, la enorme presión que han hecho los medios de comunicación de estos países, y la tranquilidad habitual que reina en Perugia se entiende por qué ayer la opinión pública de medio mundo estaba pendiente de la decisión del tribunal.