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«Es un apocalipsis» afirma el comisario de Energía de la UE

Presionada por las seis elecciones regionales a la vista en Alemania, con derrotas ya sumadas, y en riesgo el bastión conservador de Baden-Wuerttemberg, el «lander» más rico, la canciller Angela Merkel ha realizado un operístico giro de 180 grados, con grandilocuencia wagneriana, en su política nuclear

Nueva explosión en Fukushima
Nueva explosión en Fukushimalarazon

Merkel anunció ayer que cerrará siete de las 17 centrales con las que cuenta el país, las construidas antes de 1980. El cierre será durante tres meses, tiempo que durará la moratoria que impuso el lunes a su impopular plan de alargar la vida útil de las centrales una media de 12 años, más allá de 2020, cuando deberían clausurarse.

Con el 70% de los alemanes en contra de la energía nuclear, Merkel está rompiendo con su pasado, al menos durante los electores tenga la vista en las urnas. Este giro ha provocado que miembros de su coalición como el comisario de Energía, Günter Oettinger, indicara ayer en Parlamento Europeo que lo que está sucediendo en Japón es «un apocalipisis», donde «prácticamente todo está fuera de control» y sin excluir «lo peor en las próximas horas o días», informó Afp. El responsable europeo de Energía, otrora gran defensor de la aportación nuclear, metió los pies incluso en el tiesto de las competencias de los Estados miembros al decir a una televisión alemana que «debemos suscitar la cuestión de si en Europa, en un futuro inmediato, podemos garantizar nuestras necesidades energéticas sin la energía nuclear».

El cierre anunciado ayer por Merkel, que podría ser definitivo, tendrá consecuencias económicas y medioambientales que podrían ser laboratorio de pruebas para otros países que sigan sus pasos. El responsable del gigante energético del país. E.ON, Johannes Teyssen, previó ayer en Bruselas que se compensará la perdida de las siete centrales a través de importaciones y, sobre todo, «fuentes fósiles», que se espera que sea carbón, la fuente más contaminante, pero más barato que el gas.

Precisamente, Oettinger convocó ayer a una multitudinaria reunión a los Estados miembros, los reguladores nacionales y los responsables del sector para sacar lecciones del accidente ocurrido en el complejo nuclear de Fukushima. Los Veintisiete acordaron realizar pruebas de resistencia a todas sus centrales, en donde se probará aspectos como los recursos auxiliares para suministrar energía, y mantener así refrigerado el núcleo, punto que falló en Japón, o el posible impacto de un tsunami. Además, la UE pedirá a sus vecinos y otras potencias nucleares que también pongan a prueba sus plantas con estándares similares a las que se realicen en Europa.

Aunque estas pruebas se realizarán de «manera voluntaria», ningún país ni operador se opuso a su realización, que serán realizadas por expertos independientes y que «mi intención es que se hagan públicas», indicó Oettinger.

La voluntariedad aplicada a las pruebas demuestra hasta qué punto no sólo los Estados miembros, sino también los reguladores nacionales, mantienen con celo sus competencias en materia de seguridad nuclear. La UE cuenta desde hace dos años con una norma marco que establece los principios generales para la seguridad, pero son los Estados miembros los que concretan las medidas. Y aunque «la seguridad es indivisible», como señaló Oettinger ayer, los estándares difieren claramente entre los aplicados, por ejemplo, en Hungría o la exigente Finlandia.