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Verdasco «oh la lá»

Verdasco, «oh la lá»
Verdasco, «oh la lá»larazon

El verso libre

 

En un mundo donde la flojera y la tibieza se consideran virtudes, Fernando Verdasco quiere pelear por ser como quiere ser.

 

Fernando Verdasco tiene un problema. Mejor dicho, tiene dos. El primero mide 1,85, pesa 85 kilos, nació en junio, en Manacor y es zurdo. Vivir bajo la som- bra de Rafa Nadal no debe ser en ningún caso fácil, mucho más cuando el número dos del mundo demuestra una estabilidad emocional y una madurez impropia de un chico de su edad. Es el mejor de todos ellos, el más educado, el más serio, el más responsable y también el más humilde. Competir con toda esa excelencia se antoja complicado, porque salirse de ese guión perfecto sólo conlleva riesgos, pero Verdasco los asume sin problemas.Verdasco se ha negado a ser una copia, una mala copia de Nadal y ha optado por su propio camino. El madrileño tie- ne carácter y es ahí, en esa personalidad tan acusada, donde reside su segundo problema. El otro día Verdasco no estuvo correcto, está claro, pero no quisiera yo verme en Niza tratando de mantener la calma. Porque uno puede escuchar cómo le insultan desde la grada y callarse y desconectar, o puede rebelarse ante tanta tocada de narices, irse calentando, responder, y meter la pata. Verdasco op- tó por lo segundo, de la peor manera posible, negándose a aceptar los modos de un público que nos tiene acostumbrados a despreciar a nuestros tenistas. Fernando es vanidoso, es irregular, es presumido, pero dice lo que piensa. En un mundo donde la flojera y la tibieza se consideran virtudes, Verdasco quiere pelear por ser como quiere ser. Con sus defectos, que los tiene, pero sacando los codos para encontrar su sitio, que existe. No se puede gustar a todo el mundo y Fernando Verdasco lo admite sin complejos.

María José Navarro

Se necesita psicólogo

 

Un señor que no ha ganado un Master 1.000 está inhabilitado para considerar que el rival que ose ganarle es un «piernas» al que le sonríe la fortuna.

Cada vez que caigo sobre un partido de Fernando Verdasco, deseo sobre todas las cosas que pierda. Si encima se trata de un dobles en el que hace pa- reja con Feliciano López, de lo que me entran ganas es de que sus rivales dejen de enviar bolas amarillas y disparen proyectiles de AK-47 directamente al entrecejo (depilado, naturalmente) de los nenes. A «Fer» y a «Feli», el pijerío de los diminutivos es directamente proporcional al que gastan ellos, los conocen en el circuito con dos apodos. Los «galácticos», por su filiación madridista (puaj), y los «Dolce & Gabanna», por su obsesión con el acicalamiento (doble puaj). El que la armada tenística española, con lo «cool» que son la mayoría, tenga que cargar con estas dos ratitas presumidas es una de esas injusticias de complicado encaje en una cabeza normal. Luego, si nos detenemos en Verdasco, está su actitud sobre la pista.Un señor que en toda su vida no ha ganado un Master 1.000 ni ha jugado una final de «Grand Slam» está inhabilitado para considerar que cualquier rival que osa ganarle es un «piernas» al que le son- ríe la fortuna. De gente pagada de sí misma están llenas las cunetas aledañas a la alta competición, pero el muchacho, presuntuoso como es, no considera necesario recurrir a la ayuda de un psicólogo, una herramienta que desprecia y que le facilitaría el acceso a la élite. Él prefiere ponerse en manos de Gil Reyes, un brujo de la preparación física que convirtió a Andre Agassi en una bola de músculos. Cuidado con los atajos, que a veces esconden curvas traicioneras. Por lo demás, de acuerdo, es requeteguapo y su amiguita Ana Ivanovic está para mojar pan.

Lucas HAURIE