África

Agitación civil

Tahrir un microcosmos dispuesto a resistir

Hace una semana, algunos manifestantes prodemocracia decidieron acampar en la plaza de Tahrir para ejercer más presión sobre el presidente Mubarak y obligarle a que abandone elpoder. Al principio eran tan solo unas pocas decenas, pero ahora sonmiles y han creado un mundo aparte donde la revolución sigue adelante.

 
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Una de las primeras tiendas de campaña que se levantaron en la plaza colgó en su puerta el cartel de «Bensiun Hurreya», pensión de la libertad, que es un punto de encuentro para amigos y familia. Es un símbolo para los revolucionarios que han levantado una ciudad dentro de la ciudad.

A los pocos días de existencia, Tahrir se dotó de un hospital de campaña debido a la violencia que se desencadenó el pasado miércoles entre manifestantes pro y anti Mubarak. Ahora ya hay varias farmacias, un equipo de médicos propio, e incluso ambulancias. Todo está organizado por voluntarios. Se ha establecido un comité de información, así como un punto de debate, donde cada persona puede dar su opinión por megafonía, o hacer un anuncio. También se emite música, se leen poemas y noticias para dar cuenta de lo que está pasando más allá dela plaza.

En el campamento son conscientes de que en el extranjero se sigue con atención las protestas y saben que Occidente podría tener un papel decisivo en el desenlace de la revuelta. Por ello resiste, constituyéndose en un microcosmos cada vez más sólido y complejo. Incluso se desarrollan actividades lúdicas, donde los manifestantes no se aburren inventando consignas, dibujando pancartas y escribiendo mensajes sobre el asfalto para que se lean desde el helicóptero del Ejército. Vendedores ambulantes han habilitado puestos en los que se pueden comprar palomitas, tomar un café y adquirir una bandera nacional para animar esta revolución de la que muchos egipcios ya se han cansado, después de 13 días, pero cuyo espíritu reside en la plaza. Ayer incluso se celebró una boda, con la que el novio y la novia quisieron llevar a cabo una segunda ceremonia para consagrar su amor en la revolución, después de haberlo hecho ante Dios. Ni la lluvia, ni la presión del Ejército, ni las heridas, ni el cansancio acumulado, hacen decaer los ánimos de los centenares de miles de personas que cada día acuden a Tahrir para mantener viva la revolución.