Ceuta

Mucha cara dura

La Razón
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Tiene bemoles el asunto. No hay palabras para calificar que Marruecos, el país donde el rey es el dueño y señor de vidas y haciendas, presente quejas formales contra la Guardia Civil y la Policía por conculcar los derechos humanos y actuar con tintes racistas. Unas Fuerzas de Seguridad que, un día sí y al siguiente también, se dedican a salvar vidas de marroquíes y subsaharianos entre el continente africano y España. Sin ir más lejos, el miércoles miembros de la Benemérita auxiliaron y recogieron a una decena de subsaharianos en la mar marroquí. Y lo hicieron después de que una gomona de la Gendarmería marroquí diera unas vueltas alrededor de la pequeña embarcación a remos, fotografiara a los ocupantes y se marchara abandonándolos a su suerte. Ésa es la «persecución» cotidiana de nuestros hombres y mujeres contra quienes emprenden una aventura peligrosa en pateras a la vista de las deplorables condiciones de vida, muchas veces engañados por las mafias, de las que habría mucho que hablar sobre quién las controla en el reino alahuita. Nadie puede creer semejantes imputaciones procedentes de un país acostumbrado a provocar incidentes con España para ocultar problemas internos. Es impensable que nuestras Fuerzas de Seguridad abandonen a ocho subsaharianos en estado de salud crítico. Como eso podría ser posible allí, creen que a todos les mueve la misma escala de valores. Las relaciones con Marruecos penderán siempre de un hilo más o menos fino, mientras las fronteras con Ceuta y Melilla constituyan un instrumento idóneo para manejar a sectores de población y disimular así otras cuestiones más graves que padece aquella sociedad. Demasiada cara dura. Así es la vida.