Educación

La justicia de la educación

La Razón
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Hace pocos días descubrí un programa de televisión inspirado en el conocido efecto Pigmalión, y al margen del mayor o menor éxito del mismo, pone de manifiesto los resultados de un sistema educativo como el español, todavía lejano de la excelencia y la eficacia, a pesar de contar con excelentes profesionales. La educación cumple misiones culturales, individuales y sociales. Todo el mundo se educa porque la cultura se conserva y se transforma gracias a la transmisión de conocimientos y de valores. La educación en un país tiene como uno de sus fines garantizar el acceso de todos a la cultura, a su historia, para que puedan ser conocidas y valoradas por cada generación, pero a su vez también se debe adaptar a las nuevas realidades y necesidades asumiendo los cambios económicos, tecnológicos y sociales que se van produciendo. Los responsables políticos deben asumir que lo que más garantiza la plena igualdad de oportunidades es precisamente la educación. La auténtica justicia distributivita es fruto de una educación de calidad, y la verdad, analizando los resultados, todavía estamos lejos de una justicia social real. La diferencia que existe principalmente entre el sistema de justicia y el de educación, es que la primera no tiene como fin transformar una sociedad, la ordena, mantiene un status quo, pero lo que realmente transforma una sociedad, es su sistema educativo. Si algo debiera estar alejado de la política es precisamente la educación y permitir la consolidación de un modelo educativo fruto del debate técnico, y no de la opción política. Un sistema de justicia, aun deficitario se sufre, pero no afecta de una manera determinante a la sociedad, mientras que la educación sí determina el tipo y el futuro de una sociedad. Se debe apostar por formar sujetos más competitivos, independientes y que se plantan ante el Estado con una alto grado de exigencia y de inconformismo; para ello la enseñanza debe ser de calidad, marcada por el principio de igualdad de oportunidades, pero dando a cada uno lo suyo, en función de su aprovechamiento y cualidades personales; para ello se debe apostar por valores como el esfuerzo y el sacrificio, la sana competitividad y, sobre todo, que apunte a la excelencia. La educación como la justicia ha de ser igual para todos, pero ambas deben dar a cada uno lo suyo. No es malo que haya mejores y peores, y que se faciliten itinerarios formativos adaptados a cada uno de los perfiles y al grado de aprovechamiento de cada alumno. Se debe conseguir que los obstáculos económicos, familiares o territoriales no impidan el acceso de un joven a los estudios que desea realizar, pero de su propia capacidad y aprovechamiento dependerá su futuro. No se debe subvencionar el aprovechamiento, y esto no supone discriminar, al contrario, fortalece una sociedad, una sociedad que debe aspirar a la justicia en la dispensa de sus medios.
España debe apostar por su principal activo, su gente, abandonando la complacencia, la indolencia, apostando no sólo por la calidad del profesor, que ya la tenemos, sino defendiendo sobre todo su autoridad moral. Lo que habrá que empezar a valorar es no solo la eficacia de nuestro sistema educativo, sino también su eficiencia, y analizar el coste que genera y los resultados. Hoy en día, nuestros jóvenes cada vez utilizan menos palabras, y esto no es fruto de la evolución del lenguaje, sino de su paulatino empobrecimiento. Decía Pitágoras «educad más a los niños y no será necesario castigar a los hombres» y tiene mucha razón. Una buena educación nos hace más libres, capaz de gobernarnos por nosotros mismos, y un buen sistema de justicia nos garantiza el ejercicio de esa libertad. Por eso, educación y justicia van de la mano educando en justicia y haciendo justicia en la educación. La tolerancia es un valor encomiable y el diálogo un buen método de trabajo, pero hace falta algo más, hace falta trabajar en la búsqueda de soluciones para mejorar las cosas, no vale sólo el ser, se debe también hacer, porque a veces de no hacer nada, ya no sabe uno, ni lo que se es, ni lo que se quiere. A los responsables de cualquier actividad, y máxime si es de gobierno, se les elige por lo que se cree que van a hacer y se les valora por lo que hacen, al margen de lo que son, y por ello es bueno no insistir en lo que se es, y dejar que la genta sepa lo que se es valorando el resultado del trabajo.En un momento como el actual, en medio de una fuerte crisis económica, los países que han apostado por el capital humano y tienen un buen sistema educativo resisten mejor. Pensando en el futuro y recordando el pasado se asegura mejor el presente.