París

Xavi el tiralíneas

Xavi, el tiralíneas
Xavi, el tiralíneaslarazon

El bajito más grandeEs el mejor jugador del mundo. No es que lo diga yo, es que lo dice Mourinho, y todos los entrenadores a los que preguntes.El hijo de Don Joaquín, un educadísimo y exquisito abonado en la segunda gradería del Camp Nou, es el mejor jugador del mundo. No es que lo diga yo, es que lo dice Mourinho, defendido por mi compañero de fatiguitas al otro lado de este cabo por ser poco menos que el gran gurú del futbol moderno, el acabose, la purga benito sentada en un banquillo. Lo dice Mourinho, que a pesar de la arcada seca que me provoca hay que reconocerle que sabe de estas cosas un poquito, y lo dicen, sobre todo, los entrenadores, todos los entrenadores a los que preguntes, entre los que se encuentra Lotina, que es más de mi estilo. Dijo Lotina antes de enfrentarse al Barça que su preocupación no era Messi, ni los delanteros, que su tortura era pensar en el pase, en cómo se pasa el balón el equipo de Guardiola, en esa manera solidaria de entender el juego que tiene Xavi. Xavi marcó un gol el sábado por la noche y dio la sensación de que su tanto fue un mensaje interno, porque cada acción, cada carrera, cada vez que levanta la vista, es una bendición para el resto. Marcó el sábado y dijo a los suyos que quizá, al final del cuento, la Liga escoja al príncipe de cejas depiladas y cutis mixto, pero luego, desde su castillo, añorará más compromiso. Jugó el otro día Xavi y ahora parece que le está fa- llando a la selección por forzar y arriesgar su presencia en el Mundial. Es más, ya se empieza a escuchar que le pesan los años y que este Xavi está cuesta abajo. Empeño yo mis campos de algodón por todas sus equivocaciones y luego le paseo bajo palio por Pontones. Acabado lo quiero yo y salgo ganando.

María José NAVARRO

El diamante que no brillaSu juego es excelente, pero no es memorable, es decir, no perdudará en la memoria. Le falta brillo, porque es un futbolista rara vez decisivo.Xavi Hernández juega muy bien al fútbol. O, seamos más claros: Xavi Hernández juega al fútbol como han jugado muy pocos centrocampistas (¿tres?, ¿cuatro?) de la historia reciente. Y, por acabar de reconocerle sus méritos, hablamos de un futbolista de una rara longevidad. Hay algunos jugadores capaces de estar doce años en la élite, como lleva él, pero no son tantos los que no sólo no acusan los años, sino que convierten el paso del tiempo en un aliado. Entonces, ¿qué le falta para ser un «crack» indiscutible? Brillo, porque es un futbolista rara vez decisivo. Marca pocos goles, promedia en su carrera menos de uno cada diez partidos, su físico le impide ser útil en defensa y carece de velocidad para desbordar. Su juego es excelente, pero no es memorable, es decir, no perdurará en la memoria. Xavi hace mejores a todos sus compañeros, pero casi nunca está en la foto de la victoria. Los penaltis parados por Aranzubia en el Mundial juvenil de Nigeria, la chilena de Rivaldo, las carreras de Ronaldinho, la contundencia de Etoo, la remontada de Larsson y Belletti en París, el milagro de Iniesta, la magia de Messi, el gol del peliteñido gafe (lo siento, María José) en la final de Viena… Seguramente para que esos momentos llegasen fue decisiva la intervención de este pequeño director de orquesta, aunque yo, y conmigo millones de aficionados, las cosas que recuerdo son las que he escrito. Si Dios y la FIFA quieren, España lo hará muy bien dentro de unas semanas en Suráfrica. Y jugará al son que marque Xavi. Pero el momento estelar lo firmará otro. Es lo de la fama y la lana. Mala suerte.

Lucas HAURIE