París

Esperanzas de otoño por Enrique Miguel RODRÍGUEZ

La Razón
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Desde siempre se ha escrito y se ha cantado la primavera de Sevilla. El otoño era el patito feo. Desde hace años, esta estación se ha empeñado en ocupar un espacio importante en el calendario, sin querer desbancar a la romántica primavera, pero lo ha conseguido. Sólo hace falta repasar los acontecimientos sucedidos en estos meses para confirmarlo. Septiembre se abrió con la Bienal de Flamenco. Durante todo el mes se presentaron más de 50 espectáculos. Grandes estrellas del género desfilaron por los distintos escenarios. Sara Baras, Aurora Vargas, Manuela Carrasco, Lola Greco, «Pansequito», Arcángel, el Ballet Nacional y otros muchos derramaron su arte. José María Manzanares volvía a salir por la Puerta del Príncipe, dejando a los aficionados con ganas de Domingo de Resurrección. Se inauguraba el nuevo Fibes, con un auditorio con 3.500 localidades. Se abrió con el homenaje a Camarón y dos grandes congresos médicos trajeron a la ciudad a más de 8.000 personas. Vanesa Martín, Fito y Fitifaldis, Raphael y Julio Iglesias llenaron el nuevo auditorio. Se inauguró el remodelado Muelle de New York, que permite pasear desde el puente del Alamillo hasta el del Centenario por la orilla del Guadalquivir. Planeta, la Fundación Lara y LA RAZÓN trajeron para presentar sus libros a Matilde Asensi, María Dueñas y Alfonso Ussía, trío de ases. Se celebraba por primera vez en España el «Plácido Domingo Festival», acontecimiento que se ofrece en New York, Londres, París, Berlín y Pekín. Grandes figuras de la lírica, encabezadas por Plácido Domingo, han ofrecido óperas, conciertos y recitales. Asistí en el Alcázar a la gala de Danielle de Niese, maravillosa soprano y gran figura del Metropolitan. Añade al arte un físico impresionante. Es como Jennifer López por detrás y por delante. Maravillosa noche. Pasear por el Alcázar hasta llegar al salón de tapices, donde te reciben con caviar y champagne, es un lujo siempre. Como verán, el otoño sevillano ha encontrado su lugar y hace concebir esperanzas de que al final del túnel hay al menos una vela encendida.