Crítica de libros

Contra «lo correcto» por cardenal Ricard Mª CARLES

La Razón
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El calificativo de «políticamente correcto» va extendiéndose para designar algo como acorde con las normas en vigor. Lo que no es «políticamente correcto» es rechazable.

Los que se consideran progresistas no hacen sino copiar esquemas antiguos. Rousseau, hace más de dos siglos, en su obra «El Contrato Social» supone que el hombre es bueno por naturaleza y la suma de voluntades de los hombres es la norma suprema, en calidad de «voluntad general». A esa «volonté générale» se han remitido todos los enemigos de la libertad –dice Hans Von Huyn–, de Robespierre a Lenin. «Cada uno de nosotros –dice el Contrato Social– pone en común su persona y sus bienes bajo el supremo imperio de la común voluntad. Quien se resista a obedecer la voluntad general podrá ser forzado a ello por la totalidad; lo cual no es otra cosa que obligarlo a ser libre». En el puesto del Dios que ha sido destronado se instala el señorío de la «voluntad general», reconocida como absoluta.
 
Ello conduce al Estado total, que se funda en la supuesta identidad entre moral civil y decisión soberana. «Siendo el pueblo incapaz de determinar su verdadera voluntad, este pueblo necesita de un jefe, que ha de producir la presunta identidad de la política y la moral». (Reinhart Koselleck).

En España tenemos muchas situaciones legalizadas que chocan con la más elemental moral. Entre otras, las referentes a la familia y a los no nacidos. Para este colectivismo, hay que homogeneizar a los individuos, mediante una ideología impuesta por todos los medios, desde los de comunicación social, hasta las leyes.