
Radio
Tiempo de hormigas por José Luis Alvite

No nos vendrá mal un cierto empobrecimiento general después de largos años de una engañosa prosperidad que en nombre de las tentaciones cosmopolitas y lejanas nos distrajo de los placeres primitivos, elementales y cercanos. Para quienes tenemos cierta edad se trata del reencuentro con la modesta felicidad provinciana de cuando los aviones eran el recurso de unos pocos para salir de viaje y el resto creíamos que lo verdaderamente importante del aire eran los relámpagos, el viento y las banderas. Yo he vivido siempre con arreglo a la idea de que nada sería para siempre, así que he disfrutado de la prosperidad sin demasiado entusiasmo, con la sospecha de que se trataba de algo meramente circunstancial y efímero que nos traía sólo placeres tan pasajeros como el de sustituir por el aire acondicionado la vieja sombra de la higuera. Sabía que tarde o temprano se nos esfumarían el confort y las rentas, así que habríamos de regresar a lo años de antes de la gloria, al tiempo no tan lejano en el que el interés que ahora ponemos en contemplar los aviones, lo empleábamos en fijarnos en las lombrices. Por culpa de disfrutar de los placeres habíamos renunciado a la delicia mental de imaginarlos. Hemos ido muy lejos en la geografía del mundo, incluso a lugares que mejorarían su aspecto si levantase polvo el viento, sin caer en la cuenta de que podríamos haber encontrado emociones mayores sin otro esfuerzo que el de dar los veinte pasos que nos llevasen al otro lado de la calle en la que nacimos. Por mi parte lamento el empobrecimiento del país, pero también celebro que haya sobrevenido y nos sirva de escarmiento, aunque sólo sea para que nunca más olvidemos que fuimos felices en un tiempo no muy lejano en el que aprendimos los instintos de los perros y compartimos la merienda con las hormigas.
✕
Accede a tu cuenta para comentar