Israel

El confuso

La Razón
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No albergo dudas respecto a las buenas intenciones de don Alberto Oliart. Pero tampoco de la confusión que crea allá donde esté y trabaje. Es un hombre confuso, difícil de interpretar. No es comparable a Jorge Verstrynge, del que me dicen que ahora colabora con el régimen de Chávez. Verstrynge se abrazó a la izquierda cuando se le cerraron todas las puertas. En el último libro de memorias de Mario Conde, éste se olvida de mencionar que Verstrynge a punto estuvo de engañarlo para fundar un partido político con su dinero, no el de Verstrynge, sino el de Conde. Creo que Oliart no pertenece a ese tipo de personas proclives a desconcertarse a ellas mismas. Pero tiene algo en común. La necesidad de querer ser lo que nunca ha sido para obtener el perdón de la izquierda, como si la izquierda tuviera la hegemonía del perdón. Está en esas tonterías.


Fue un ministro de Defensa de UCD que pasó sin pena ni gloria. Los militares lo recuerdan como un amable desinteresado. No tan nefasto como Narcís Serra, pero mucho peor que el también socialista Julián García Vargas, que fue un ministro institucional y no de partido, consiguiendo el casi unánime respeto de nuestros militares. A Oliart se le conocía en las Fuerzas Armadas como «don ni fu ni fa», y no está mal puesto el mote. Nunca ha querido ser fu, y siempre ha intentado huir del fa. Por ello no ha perdido nunca la condición de reciclable, para unos y para otros.


Compartió despacho de abogados con un letrado íntimamente ligado y de la mayor confianza de la Casa Real. La unión se quebró cuando Oliart concedió al periódico de los etarras –no recuerdo si el «Egin» o el «Gara»– una amplia entrevista en la que defendía la necesidad de un acuerdo entre el Estado y la ETA. Esas actitudes, rechazables y nada edificantes, son buenas inversiones ante la retroprogresía. Y Zapatero echó mano de su presumible ecuanimidad encomendándole la más alta poltrona de RTVE con el apoyo del Partido Popular. A los pocos meses de su gestión, el Partido Popular dejó de apoyarlo, pero ya era demasiado tarde. Oliart, el confuso, ha prohibido la retransmisión y noticias de las corridas de toros incluyendo a la Fiesta Nacional en la relación de espectáculos violentos. Ha llevado a la confusión total a todos los aficionados a la Fiesta. Ser antitaurino es lo moderno, pero se puede ser «moderno» en casa y respetuoso con la mayoría cuando de sus decisiones depende la presencia de los toros en la televisión pública española. Y ha censurado, por presiones palestinas, un programa de «Españoles por el Mundo» grabado en Israel. Es decir, que además de antitaurino es antisemita, y se siente más cómodo con Hamás que con la única nación democrática del Oriente Medio. Intuyo a Oliart más descolocado que nunca, pero esa desubicación permanente puede ser el motivo de su mantenimiento. Para mí, que ya ha obtenido el perdón que imploraba por haber sido un político de la derecha, y a tiempo está de reaccionar al «síndrome Ruiz Giménez» que tanto le ha afectado.


Don Alberto tiene la obligación de aclarar sus ideas y sus conceptos. No dudo, repito, de sus buenas intenciones, pero su proceder confuso al frente de RTVE le está haciendo quedar muy mal.


Tampoco es para preocuparse en exceso. Allá el.