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«La reliquia»: Eça de Queiroz se mide con Flaubert por Francisco Nieva

La Razón
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Resulta que son innumerables los españoles cultos enamorados de Portugal. En nuestro añejo grupo de postistas, el excelente poeta Ángel Crespo era uno de estos, casi un fanático. Se convirtió en el mejor traductor-embajador de Pessoa en español. De chaval, fue para mí una revelación, un shock emocional de los más impactante conocer una Lisboa antigua y señorial, como la define el conocido fado. ¿Cómo que no volverá? Sigue ahí, tan sugestiva y tan cordial, a pesar de tanto recorte yugular. Señorial y pobre. Y antigua también, por la presencia de tanto monumento urbanístico de otro tiempo.
A ciertas edades ya no se leen novelas, se leen o re-leen libros importantes, entre los cuales cuentan algunos relatos significativos. Ningún sujeto culto, enamorado de Portugal, ha dejado de recrearse en la narrativa de Eça de Queiroz. ¿Qué misterio es éste? Leyéndole nos volvemos portugueses de corazón. Sentimos la vida como él, por su cautivador estilo, por su adjetivación selectiva, coloreada y sugestiva, que fue una fuente de inspiración para nuestro Valle-Inclán, que hasta lo plagió literalmente.
Ni Queiroz ni Leopoldo Alas serían lo que fueron sin la existencia de Flaubert. Ni «La regenta», ni «El primo Basilio» serían monumentos de ambas literaturas. Considero mejor «El primo Basilio» porque es más lírica, dentro de su naturaleza realista. Lírica y nostálgica, evocadora de una Lisboa entre soñolienta y soñadora, en el seno de la media y alta burguesía. Su potencia y su trepidación narrativa son superiores a las de Clarín. Nadie puede identificarse sentimentalmente a Vetusta. Con todas las angustias por las que pasa la heroína de Queiroz, Lisboa nos resulta entrañable y conmovedora.
No citaré más obras que lo glorifican, pero sí una más que nos descubre a un Eça fantástico, que igualmente compite con Flaubert. «La reliquia» es delicia portuguesa, así como decimos delicia turca, si uno quiere divertirse como un gran señor lisboeta de la «belle-époque», que lea esta obra. Estoy seguro de que me lo agradecerá.