
Terrorismo
Terrorismo deconstruido por Alfonso Merlos

Son grupúsculos y activistas solitarios. Tienen sus propios medios, su agenda y guardan una independencia cuasi-absoluta del viejo núcleo de Al Qaeda. Ni siquiera son organizaciones bien estructuradas y suficientemente consolidadas. Ni pueden ni les interesa. Precisamente por eso son los que más arriesgan, los más imaginativos, los más impredecibles. Ésta es la cara del terrorismo cuyos planes han sido eficazmente desbaratados por nuestros servicios de información.
El mérito de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en su persecución es, sencillamente, extraordinario. La mini-red que acaba de desarticularse y cuyas ramificaciones son aún desconocidas presenta el perfil que hoy es moneda corriente en toda Europa: islamistas fanatizados que en apariencia están perfectamente asimilados a las comunidades occidentales en las que conviven, pero que en la práctica persiguen la devastación, la aniquilación total del adversario; buscar el factor sorpresa y explotarlo causando altísimas tasas de letalidad. Cuantos más muertos, mejor; cuantos más heridos y mutilados, mejor.
Lo más peligroso de estos muyahidines que han sido capturados no es que tengan una mayor o menor formación militar. Lo más alarmante son sus nihilistas convicciones ideológicas y sus irreductibles y asesinos impulsos antisistema; y que estén dispuestos a ponerlos en práctica eventualmente en Al-Andalus, un territorio que consideran injustamente usurpado y ocupado.
La violencia salafista debe ser combatida sin reservas, sin tregua y sin complejos. Nadie mejor que los agentes especializados de la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía entiende que la seguridad es como el oxígeno: sólo se la echa en falta cuando se la pierde. Y contra los descompuestos y estrafalarios epígonos de Bin Laden no vamos a perderla.
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